Saudades del 17

Los resultados de la segunda vuelta presidencial han dado lugar a las más variadas conclusiones, en mi caso prefiero hablar a ese propósito de Saudade. La razón es sencilla, se trata de una expresión portuguesa que hasta hoy no tiene una traducción única, exclusiva y precisa, en el idioma español. Lo mismo puede emplearse para hablar de Nostalgia, Tristeza, Desilusión, que de Amor, Recuerdo, Relato, Añoranza,  Deseo, No querer, No saber, Consuelo, Futuro, Sueños…Da para mucho.

Desde el día siguiente llovieron y se repitieron las explicaciones respecto del porqué del triunfo de Piñera y la derecha y la derrota de Guillier y la izquierda. Que fue culpa de la DC, que fue culpa del Frente Amplio, que fue culpa del candidato, que fue culpa de la Nueva Mayoría, que fue culpa del Gobierno actual, que fue culpa de las contradicciones programáticas, o culpa de la brutal campaña anticomunista de los medios de comunicación en general, etc, etc.

Sin duda todos esos elementos, cada cual en su medida, tuvieron su nivel de influencia, su peso específico en la conciencia social y en los resultados. Pero no parece todavía suficiente y habrá que pensar y repensar lo sucedido a la luz de la concreta realidad objetiva del país, de América Latina y del mundo en que vivimos.

Lo concreto es que a pesar de todo y en medio de las dificultades conocidas, este gobierno de la presidenta Michelle Bachelet marcó históricamente el inicio real, objetivo, de la transición desde el modelo de sociedad impuesto  por la dictadura a una sociedad democrática de veras, en cuyo centro esté la participación popular y la consagración de los derechos sociales como cuestión central del Estado.

Un Estado que además debe recuperar las facultades que le fueron saqueadas y traspasadas a los grupos económicos al precio de miles de vidas humanas, de miles de torturados, desterrados o simplemente asesinados.

En esa dirección se avanzó y sobran los ejemplos que lo ilustran, desde el fin del binominal, el comienzo de la reforma tributaria y de la reforma laboral, la recuperación de la educación para todos, la salud y decenas y decenas de reformas políticas, sociales y democratizadoras como no vimos jamás desde que terminó la dictadura.

Y lo fundamental, inició el camino para una nueva Constitución Política. Todo sin mermar la economía.

Chile tuvo bajo su presidencia un papel protagónico en la revitalización del Acuerdo Transpacífico de Cooperación,  el TPP y se avanzó además en la perspectiva de acuerdos con la Unión Europea, Indonesia y Canadá. Al mismo tiempo se dieron pasos concretos en relación a la protección de Áreas Marinas y a la lucha en relación al cambio climático.

Es efectivo que determinados casos judiciales que afectaron a funcionarios del gobierno, apenas iniciado su período, no fueron precisamente una ayuda, pero el balance final del actual gobierno de Bachelet es sin duda altamente positivo. Sin embargo, termina su mandato entregando la presidencia nuevamente al  representante de la Derecha y el Pinochetismo.

El asunto es entonces algo más complejo y no basta con el análisis de la coyuntura electoral, el comportamiento de cada uno de los partidos  y el contenido programático de las candidaturas. Mucho más cuando el fenómeno dista mucho de ser meramente local. En rigor el continente latinoamericano en su conjunto vive, en general, un período de reflujo de las fuerzas avanzadas y un tiempo de progreso de los sectores más conservadores y anti democráticos.

Lo cual no nos exime de la obligación de analizar también en el caso chileno porqué determinados sectores del electorado cambiaron su posición entre la primera y segunda vuelta. Es preciso desentrañar también el porqué se esperaba por todo el mundo un “muy estrecho resultado” tan distinto de lo sucedido. Y, muy importante, establecer porqué en todo caso finalmente votó menos de la mitad de los chilenos y chilenas en aptitud legal de hacerlo.

¿Cómo es posible que  menos de la mitad de la población defina el futuro del conjunto de la sociedad chilena?

En nuestra personal opinión hay que mirar más lejos. Pero debo hacer también una  breve referencia a los argumentos ya conocidos. Digamos por ejemplo, que lo sucedido al interior de la DC corresponde claramente a la histórica pugna entre los sectores que la integran y dan forma y vida a esa organización y que explica sus grandes contradicciones en materias fundamentales a lo largo de la historia, desde el nacimiento de la Falange Nacional.

La inmensa mayoría de sus militantes es sin duda fiel al pensamiento de aquel Cristo que defendió a los pobres y lanzó a los mercaderes fuera del templo, pero hay quienes, los menos, no lo hubieran hecho. No es por nada que ilustres militantes históricos no renovaron su compromiso militante. Con todo, no creo que haya que buscar en la DC ni en los sectores que influye a los culpables de lo sucedido. Tiene por cierto una incidencia. Pero no es la causa de todo.

Tampoco lo que haya hecho o dejado de hacer el Frente Amplio, aunque tuviera algún nivel de influencia. No es lo fundamental.

Es un movimiento nuevo, interesante, importante, tiene las lógicas y fuertes contradicciones que emanan de su origen y composición, pero en modo alguno se le podría responsabilizar de lo sucedido. Dicho sea de paso en la mirada de futuro la relación de una Izquierda real y consecuente con el Frente Amplio ha de tener singular importancia.

Todo lo dicho no disminuye lo fundmental en la conducción política de la campaña presidencial y no hay duda que hubo mayor cohesión y unidad en el caso del candidato de la derecha y el Pinochetismo que en el de la Nueva Mayoría.

¿Cuál es entonces nuestra visión de la derrota y de otras derrotas en el vecindario continental y sus causas de fondo?

Primero, estamos convencidos que para retomar con fuerza el camino de los cambios indispensables se requiere la máxima claridad posible respecto de los cambios de la conciencia social como resultado de las modificaciones en la estructura económica y política ocurridos como consecuencia del desarrollo industrial, científico y tecnológico.

Hablo de asumir que hay una sociedad a la que llaman modernizada, en que hay elementos a considerar en el análisis de la existencia material de los ciudadanos de nuestro tiempo. Sin duda hay un falso bienestar. Con descaro desde las filas más reaccionarias se llega a hablar del “chileno moderno y silencioso que prefiere la convergencia y no la división”. Todo lo que parece indicar que hay que tomar en cuenta la ingeniosa broma que circuló profusamente al día siguiente de la segunda vuelta, aquella que dice, "más temprano que tarde, se abrirán las grandes multitiendas, por donde pase el hombre endeudado para cambiar la tele."

Hay desplazamientos objetivos relacionados con los cambios experimentados en la composición social.

¿Cómo explicar entonces la derrota en Lota y Coronel, en donde en los años del carbón todas eran victorias?

¿Qué pasa hoy con el proletariado? Y ¿qué pasará mañana si la robotización avanza  al máximo?

La respuesta es que esa falsa sensación de bienestar material a costa del endeudamiento de más de cuatro y medio millones de chilenos es la que lleva a muchos a pensar que son compatibles la economía de mercado con un estado de bienestar. Aceite y vinagre. Social democracia y mercado.

Y es lo que azuza además el ancestral anticomunismo que impulsan nuestros políticos de las cavernas.

En el diario El Mercurio, por ejemplo, se ha publicado columnas en que se presenta a Gabriela Mistral como partidaria de la educación privada. Es la misma Mistral antifascista, admiradora de José Martí, partidaria de Sandino en Nicaragua y de la independencia de Puerto Rico.

Y si de comunismo y cultura se trata podríamos extendernos mucho.

¿Recordarán en la derecha a Pablo Neruda o Alejandro Liptchuz, sólo por mencionar un par de nombres?

En el fondo de lo sucedido el pasado 17 de diciembre está el enorme apagón cultural impuesto de modo brutal por la dictadura.

Es el oscurantismo generalizado, por más que se le disfrace de modernidad lo que hizo posible hacer de nuevo Presidente de la nación a un personaje tan singular, con antecedentes penales, escasa cultura y que fuera orador de fondo en defensa de Pinochet cuando el dictador estaba preso en Londres.

Sin educación para todos, suprimidos los cursos de Educación Cívica, sin Literatura Universal, ocultos los grandes de la Cultura, perseguidos, encarcelados o asesinados hombres y mujeres del mundo intelectual, enseñando historia sólo a partir de determinados años, etc, lógicamente se van generando fenómenos de olvido, de desconocimiento, de ignorancia. Todo ocurre además en tiempos en que los libros son reemplazados por aparatitos manuales que rebajan sensiblemente el conocimiento y la cultura.

Sumémosle a lo anterior el predominio  de los medios de comunicación en los que, con escasas excepciones, sólo se difunden las ideas de los representantes del mundo más reaccionario. Hasta un ex ministro del dictador y especímenes semejantes son figuras conductoras en debates televisivos. Todavía falta para que se enciendan todas las luces. Buena parte del apagón persiste.

Finalmente, en nuestra opinión, aunque no es nada sencillo, habrá que asumir el deber de considerar, en las condiciones concretas que hoy sean posibles, la cuestión del poder real de la política, sin lo cual nunca avanzaremos lo suficiente.

Ese es un tema de fondo, de eso se trata. Allí es donde están las explicaciones verdaderas. Es el poder real de la política lo que explica la situación que vivimos.

Hablo de la fuerza material es decir las Fuerzas Armadas.

De la fuerza económica, es decir de los grandes grupos económicos y de la fuerza ideológica, es decir los medios de comunicación.

Son los centros de poder que mueven y deciden en última instancia. No querer verlo es no querer ver la realidad.

Si de veras pensamos en un futuro mejor para el conjunto de nuestro pueblo, con una nueva Constitución, con educación y salud para todos, con un nuevo régimen de Previsión para los trabajadores, una democracia real, la descentralización, el rescate del litio, del agua, en fin ese Chile nuevo que sueña la mayoría de la población, eso sólo será posible si logramos, en las condiciones de la época y conforme la correlación de fuerzas existente, inclinar en esa dirección a los factores del poder real.

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