Segregación de inmigrantes: terreno fértil para las mafias

La agresión a un trabajador haitiano en la VI Región, entre otros hechos reprobables de alcances racistas, al viralizarse por las redes sociales revela una tensión en torno a la inmigración en Chile, que se debe tratar y dialogar para que este factor que ha emergido en la convivencia nacional, no evolucione hacia un brote de xenofobia e intolerancia, de corte neofascista.

Tenemos distancia de conocidas corrientes migratorias de tiempos recientes, como las de Europa a los Estados Unidos, sobretodo la irlandesa que fuera decisiva para la consolidación de esa nación, o la italiana muy mostrada en sagas como “El padrino”, o la mexicana tan rechazada por Trump, o la cubana promovida muchos años desde Miami, sin tener casos tan famosos, se formó la idea de estar, en nuestro país, ante algo nuevo o desconocido, pero no es así. 

En Chile hemos recibido inmigrantes de tierras lejanas no sólo para la conquista española del siglo XVI y la colonización, lo que en todo caso, ya es un dato clave de que somos una comunidad nacional de mestizos, de un pueblo con raíces culturales diversas y de orígenes multiétnicos, sino que además esas corrientes migratorias fueron constantes en el tiempo.

En los años de su bicentenario, Chile recibió flujos migratorios de españoles, alemanes, croatas, italianos, de países sudamericanos, como Perú y Ecuador, también desde el Medio Oriente, los que fueron llamados “turcos”, aunque eran en su mayor parte de origen árabe, qué huían de las “levas”, el reclutamiento forzoso del imperio otomano, a comienzos del siglo pasado. 

Esa era la azarosa búsqueda de mejor suerte, lejos de tierras asoladas por invasiones y miserias, marcadas por luchas étnicas y raciales, o confrontaciones políticas que derivaron en penosos conflictos armados, como la cruenta guerra civil posterior a la revolución rusa de 1917 o la desoladora derrota de la República en España en 1938, eran devastaciones ante las cuales millones de personas debían poner la mayor distancia posible, razón por la que un país lejano surgía como alternativa. 

El genocidio del pueblo judío, de los gitanos y de luchadores antifascistas de diversos países en los campos de concentración nazi trajo nuevos inmigrantes a la patria chilena que escapaban de ese atroz destino; a su vez, la derrota de la Alemania hitleriana tuvo como paradoja que parte de los nazis se ocultara en países lejanos, como Chile, entre ellos peligrosos criminales de guerra. Por si fuera poco, en esas décadas, para acentuar la multiplicidad de orígenes, hubo víctimas del estalinismo que desde Europa del Este se avecindaron aquí.

Ahora hay otra causa que en medio del inconformismo nacional no se reconoce, se trata del progreso y de la estabilidad que ha traído a Chile el retorno de la democracia y la capacidad de gobernar del bloque del centro y la izquierda.

En países en que el desgobierno y la pobreza son agobiantes, la gobernabilidad democrática de Chile es un bien mayor. Esa razón, tras este torrente migratorio, no será aceptada por la derecha extremista que la negará desde el fondo de su alma excluyente y reaccionaria.

Se trata que ante Estados nacionales con graves dificultades como en Haití, inestabilidad crónica en Perú, lucha armada y narcotráfico en Colombia, corrupción generalizada en Brasil y ahora la crisis humanitaria en Venezuela, Chile es visto como un lugar en que se puede trabajar por un destino mejor, que no está en suelo propio por la debilidad institucional y las mafias que controlan resortes del poder que son fundamentales en esos países.

Los que piden cerrar la frontera exigen un imposible. Eso está fuera de la discusión. Así también, montar un colador burocrático que “seleccione” inmigrantes no será solución, traerá injusticias y tráfico de personas. No se puede dividir este Derecho Humano que por su naturaleza es universal, no es posible privilegiar a unos y coartar a otros.

En suma, la idea presidencial de segregar, a través de un régimen diferenciado al pueblo de Haití, es un factor de discriminación que, a la postre, solo dañará a Chile.

A título de qué, con qué argumento presentable se puede realizar una política pública que le abre la puerta a unos y la cierra a los demás. Este es un abuso de poder, una disposición arbitraria, inadmisible en democracia.

Los que insisten en segregar la inmigración sea que lo hagan por razones demagógicas, vulgar xenofobia, por ese “facho” populismo que tanto daño hace a la democracia, o por lo que sea, están sembrando viento para cosechar tempestades. Es alentar la ruta a la formación de las mafias más terribles. La discriminación en medio de la necesidad será tan cruel que se volverá inmanejable.

Los potentes flujos migratorios son parte de la humanidad tal cual es. Así lo saben los gobiernos en Estados Unidos y en Europa, en Oceanía, los países asiáticos y africanos. Solo los frívolos o irresponsables creen que el problema se resuelve con un aviso de “No entrar”.

Por lo demás, en la derecha hay hijos o nietos de un inmigrante que pidió en su momento un lugar para vivir y un pan que comer y al que ninguna represión fronteriza pudo impedir su ingreso.

Pero en ciudades gringas y europeas, de fina estirpe según su auto definición, están las voces del fanatismo y la intolerancia, nuevos cavernarios, son los neonazis, que en su xenofobia rechazan las naves con miles de personas que cruzan el mar Mediterráneo, no les importa que sus ocupantes mueran en sus aguas, ahogados o hambrientos, o que se canibalicen para sobrevivir en esas infernales travesías.

En Estados Unidos, Trump dice que un muro acabará con la migración de millones de latinos, la misma que existe desde que los Estados Unidos se convirtieron en potencia mundial. Mientras tanto pretende militarizar la frontera con México.

Su intención de culpar a la inmigración del impacto de la globalización sobre la economía de los Estados Unidos es una argumentación sin fundamento que solo conviene a las bandas que comercian con el tráfico humano, pero al igual que familiares cercanos de Trump, los inmigrantes seguirán emergiendo desde las naciones como ocurre desde siempre.

Por eso, debemos evitar que la odiosidad de los extremistas de derecha atrape el país. Se requiere un auténtico Acuerdo Nacional, a través de un debate abierto y transparente en el Parlamento y no solo de un eslogan publicitario, para que la inmigración sea un bien para la nación, para su progreso y su desarrollo.

Hay un millón de nuevas almas que esperan mucho de Chile. No seamos ni prepotentes ni mezquinos. El que agrede o humilla a un inmigrante ofende lo mejor del espíritu solidario del ser chileno.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado