Segunda vuelta, un acuerdo de contenidos

Se ha instalado un debate respecto de los escenarios de segunda vuelta. Y aunque se trata de una cuestión sensible y compleja, yo adelanto desde ya mi definición: mi candidato presidencial es Alejandro Guillier. Dicho esto, apoyaré a quien pase a segunda vuelta para competir con el candidato de la derecha, Sebastián Piñera. Si pasa Beatriz Sánchez, que ella cuente con mi apoyo desde ya, pero espero lo mismo de toda la izquierda, si quien pasa a segunda vuelta es mi candidato.

Esta decisión es mucho más profunda y seria que un mero cálculo electoral. Y tiene más sentido que nuestro legítimo propósito de que Piñera no sea Presidente, como si fuera solo un razonamiento ad hominem.

En primer lugar, asumo que tanto la Nueva Mayoría como el Frente Amplio concordaremos, más allá de nuestras diferencias, que más que una aversión al personaje, el retorno de Piñera implica una regresión a los cambios que han comenzado a desarrollarse, no sin dificultades, en nuestro país.

Hemos abierto una ventana hacia una sociedad de derechos, que la derecha quiere cerrar. Solo esto justifica cualquier esfuerzo para impedir que Piñera triunfe pues además de la elección de un Gobierno está en juego la construcción de un Chile mejor.

En segundo término, acordar un apoyo en segunda vuelta no tiene que ser una negociación sino una convergencia de contenidos en torno a las tareas que debe asumir el próximo Gobierno. Quien sea electo Presidente tiene y tendrá plena libertad para definir su diseño de gobernabilidad y sus equipos de trabajo.

En efecto, como lo han planteado líderes de la Nueva Mayoría y del Frente Amplio, entre ellos el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, no debemos pensar en una decisión de esta naturaleza como un negocio sino como un acuerdo en torno a una agenda de transformación democrática.

Por último, aunque lo anterior es relevante, no obsta para que en los próximos años, cualquiera sea el resultado de la elección presidencial, las fuerzas de izquierda, que son diversas, hagamos un esfuerzo genuino para cooperar y confluir en la construcción de un proyecto de cambios profundos para Chile.

En mi opinión, este último propósito, el de articulación de la izquierda chilena en torno a una idea de país para el siglo XXI, debe ser el telón de fondo de cualquier conversación de corto o de largo plazo.

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