¿Siguen abiertas las venas de América Latina?

De nuevo pareciera que Latinoamérica transita por el camino de la inestabilidad. La accidentada historia política y social de las repúblicas que la conforman ha sido tensionada permanentemente por los intereses de la oligarquía económica, de las potencias extranjeras, la propia ciudadanía que anhela mejores estadios de desarrollo y las clases media y trabajadora postergadas en forma constante en una región  amenazada siempre por su propia ineptitud.

Fueron primero el conquistador en busca del oro, luego la aristocracia criolla con sus encomiendas, a continuación la transnacional que vio en estas latitudes gran potencial económico para sus propios intereses: la minería, el caucho, la fruta y el turismo, como industria de gran rentabilidad en desmedro de sus propios habitantes, postergados en derechos y beneficios.

En dos siglos de historia republicana los países latinoamericanos han visto y sufrido el ritmo predecible del peso del péndulo que se desplaza de un extremo del tiempo a otro sistemáticamente.

En el pasado nos acostumbramos a padecer repúblicas y republiquetas, dictadores y dictadorcillos, caudillos de toda especie, emparentados incestuosamente entre primos y socios; presidentes con ínfulas de pequeños monarcas; sobornos, fraudes, cohecho y corrupción por doquier, transversales de izquierda a derecha, da igual si son trabajadores, de gobierno o ejecutivos de empresa, cada uno velando por sus propios intereses, alejados por cierto, de la gente.

Crímenes en defensa del Estado y de la democracia; generales, obispos, gerentes y funcionarios cómplices sino del crimen de la desidia, todos ellos han construido democracias frágiles e inestables, tributarias de intereses ajenos, al menos ajenos a la voluntad de la gente que día a día hace soberanía en su lugar de trabajo o estudio, haciendo la cazuela o curando enfermos, escribiendo un poema o una crónica, ajenos a la soberanía popular de una democracia realmente participativa, descentralizada y transparente. Como debiera ser.

Muchos de los problemas que hoy sufre Latinoamérica tienen que ver con la lógica de esta tensión entre la democracia y la propiedad. Cuánto de uno y cuánto de otro en los febles equilibrios republicanos de nuestro continente.

Cuando no es la defensa de los intereses corporativos empresariales y por tanto la protección de los beneficios propietarios es la desmedida ambición política que amenaza cada cargo, cada desempeño público con el manto de la duda y la desconfianza o la corruptela del narcotráfico que compra policías y políticos a cambio de financiar sus campañas y su posiciones dentro de sociedades socavadas por el delito y la violencia; cuando no una Iglesia omnipresente en los avatares del Estado desde la época del patronato más bien interesada siempre en salvaguardar la moral pública, atrincherándose en el conservadurismo ultramontano gracias al diezmo generoso de la elite en vez de expulsar a los mercaderes del templo para buscar la felicidad y el bienestar aquí en la tierra y no en el más allá, sentados eternamente a la derecha de Dios Padre, lo es una ciudadanía pétrea y atrofiada en sus propias demandas esperando la limosna del Estado o disfrutando de los beneficios crediticios del sistema o del desayuno en la pega o de la licencia médica trucha sin capacidad de empoderarse en hacer las cosas bien porque sólo es como se hacen las cosas.

Hoy advertimos la debacle de la gran potencia que es Brasil y la amenaza seria de un golpe blanco con una Dilma acusada de malversación de fondos públicos asestado por funcionarios tanto o más corruptos que ella; la acusación de cohecho a la familia Kirschner salpicada estos últimos meses con toda la violencia que ha significado constatar que como en las republiquetas de las películas de clase B, los crímenes políticos o la sospecha de la impunidad terminan por instalarse pasando de un socialismo populista y un neoliberalismo corruptor.

Una Venezuela que cae a pedazos luego de los robos democristianos de los 70 y 80 a la ingobernabilidad de un chavismo negligente y desorientado edificado en su tenue liderazgo a partir de los ciclos favorables de los precios de sus commodities; o un Perú amenazado tanto por la herencia del autoritarismo fujimoriano tan atractiva para la gente sin educación como lo es la propuesta cursi de la Tigresa del Oriente.

Un México, hace años socavado por la corrupción como por la desigualdad y enorme pobreza, donde las mafias de la droga, dueñas de municipios y estados, son a veces el instrumento para salir de la miseria; y las maras que patrullan en sus cuatro por cuatro las barriadas urbanas con ametralladoras en ristre haciendo su propia ley en Managua, Tegucigalpa o Guatemala; o en Chile con idéntico molde se instala la descomposición de la confianza cívica que inmoviliza y a la vez impide la correcta ejecución de los cambios anhelados por la ciudadanía y un país que pese a los años continúa dividido entre aquellos que lucharon contra la dictadura y aquellos otros todavía vigentes en el aparato estatal que defendieron o al menos miraron para el lado mientras se asesinaba y desaparecía compatriotas .

No sé cuál será el futuro de Latinoamérica en esta nueva oleada de inestabilidades que otras veces nos han llevado a quiebres profundos y dolorosos, lo que sí debemos hacer es acordar en forma definitiva los espacios para la propiedad y para la democracia, respetar la iniciativa privada y la sana ambición del emprendimiento individual pero con reglas claras que protejan adecuadamente a los más pobres, de manera tal, que el desarrollo económico y social de nuestros países se haga en forma equilibrada, donde sea fundamental, como rezaba el lema de la Revolución Francesa, que abrazaron los que precisamente hace 200 años liberaron a nuestros países del yugo colonial, Igualdad Libertad y Fraternidad, porque con esos valores es posible luchar eficazmente contra la corrupción, la violencia, la discriminación, la desigualdad, los abusos y la negligencia cívica.

Estado fuerte pero ágil y eficiente, justicia siempre con más democracia y más participación.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado