Sobre patriotismos

“Para que los ciudadanos amen la patria, ó digamos mejor, para que haya patria y ciudadanos, es preciso, que ella sea una madre tierna, y solicita de todos: que los bienes de que se gozan en su pais se lo haga amable: que todos tengan alguna parte, alguna influencia en la administracion de los negocios publicos, para que no se consideren como extrangeros, y para que las leyes sean á sus ojos los garantes de la libertad civil. Pero lo que es aun mas necesario, lo que es mas dificil de existir fuera de las republicas, es una integridad severa en hacer justicia à todos, y en proteger al debil contra a la tirania del rico. ““Sobre el amor a la patria”, La Aurora de Chile, jueves 6 de agosto de 1812. 

Desde marzo del año pasado hemos venido escuchando reiteradas invocaciones al patriotismo, no solo en las ceremonias que conmemoran efemérides militares, sino cada vez más asociadas a las eventuales decisiones del Parlamento respecto de iniciativas promovidas por el Ejecutivo, queriendo homologar al gobierno con la Patria y buscando convertir a quienes piensan distinto en antipatriotas. 

Esta fórmula ya la había ocupado profusamente Pinochet, especialmente en la coyuntura de los plebiscitos de 1978, 1980 y 1988, agregando nuevos adjetivos calificativos al antipatriotismo, tales como “malos chilenos”, “vendepatrias” y otras joyas del pensamiento político.

Por cierto, no se puede olvidar el aporte de los martes del almirante Merino, quien añadió el neologismo “humanoides” para denostar a los opositores al régimen de facto. 

En todo caso no se trata de una idea original chilena. En el mundo actual, de ascenso electoral de los grupos de extrema derecha, los patriotismos abundan.

Allí están, por ejemplo, el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, y el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, quienes recientemente reunidos destacaron entre sus puntos comunes la “defensa del patriotismo” dentro de la Unión Europea. 

Este patriotismo, está ampliamente representado también en los partidos de extrema derecha en el Parlamento Europeo, donde están los ultras franceses de Le Pen, los alemanes de Alternativa y un sinfín de grupos unidos por el rechazo a la inmigración y a las competencias comunitarias. A estos seguramente se unirá el español Vox y el euroescéptico grupo Europa de la Libertad y de la Democracia Directa. A mayor abundamiento, en Francia ya existe el Partido de los Patriotas. 

Más cerca, en Brasil, las alusiones de Bolsonaro al patriotismo también son recurrentes, Curiosa y coincidentemente, a fines de abril pasado, el ex militar y actual mandatario brasileño emplazó a la Cámara de Diputados señalando que "el Gobierno continúa contando con el espíritu patriótico de los parlamentarios para aprobar el nuevo sistema de jubilaciones”. Pura coincidencia por cierto con los llamados de este tipo realizados por el presidente chileno para aprobar sus proyectos de reforma tributaria y de pensiones. 

Por cierto, en Chile este tipo de denominaciones y usos políticos del patriotismo los encontramos en la década del 60 con la aparición del grupo extremista Patria y Libertad. Entre las nuevas agrupaciones, en proceso de inscripción legal ante el Servel ya existe uno que se denomina “Partido Orden Republicano Por Mi Patria”, fundado por Augusto Pinochet Molina. Sobran los comentarios. 

El uso majadero, populista y sectario de la palabra Patria para exaltar diferencias, fomentar racismos y justificar discriminaciones, debe dar paso a una nueva acepción que permita su uso y apropiación por parte de todos los ciudadanos. Como dijo Pablo Iglesias el año pasado en España, necesitamos "menos patriotismo de protocolo y más patriotismo social". Eso es lo mismo que, en síntesis, señala la cita de la Aurora de Chile citada al inicio. 

Porque la patria debe dejar de ser un concepto culturalmente asociado a un uso militar o de solo un sector de la sociedad. Como ha escrito recientemente Marc Saxer, director de la Fundación Friedrich Ebert en la India, “la patria es el lugar donde la buena vida se hace posible en la buena sociedad”.

O, parafraseando lo escrito por Camilo Henríquez hace más de 200 años, “para que los ciudadanos amen la Patria, para que haya patria y ciudadanos, es preciso, que tengan alguna parte en los bienes de que se gozan en su país, que todos tengan alguna influencia en la administración de los negocios públicos, que las leyes sean a sus ojos garantía de libertad civil y que tenga una integridad severa en hacer justicia a todos, y en proteger al débil contra a la tiranía del rico.” 

La Patria no funciona sin bienestar público, dice Saxer. Si no hay autobuses ni trenes, o si las ciudades se hunden en la basura, es casi imposible vivir bien en ella.

Cuando los padres temen no poder conseguir una vacante en un jardín infantil, cuando las mujeres, los homosexuales o los refugiados no pueden moverse sin miedo, la sociedad, la patria, no es buena.

La patria es, por tanto, una que sea digna de ser vivida, con raíces en las tradiciones locales, pero con una mirada abierta al mundo. Fortaleciendo a las personas para que den forma a sus propias vidas y a la convivencia en sociedad.

En síntesis, Patria no debe ser sinónimo de chauvinismo, sino como dijo el gran pensador cubano José Martí, “la Patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma para servirse de ella”.

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