Sororidad desde una perspectiva comunitaria

Hace unas semanas me presentaron un término que no estaba en mis dominios, me refiero a la SORORIDAD. Entendida, según lo señalado por la feminista mexicana Marcela Lagarde, como la amistad entre mujeres diferentes y pares que en complicidad deciden crear, convencer y trabajar juntas, encontrándose y reconociéndose en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario, implicando amistad entre quienes han sido creadas por el mundo patriarcal como enemigas.

Mis primeras reflexiones iban dirigidas a cómo se presenta y desarrolla la sororidad desde distintos ámbitos del quehacer de las mujeres y lo difícil que es armonizar dicha sororidad en una cultura machista y patriarcal, considerando a las mujeres insertas en un modelo de desarrollo neoliberal.

En efecto, la primera tentación es diagnosticar la simple falta o carencia de sororidad entre las mujeres políticas, profesionales, trabajadoras o dirigentas sociales, donde se podrían llenar páginas de testimonios con ejemplos concretos. Pero esa mirada del asunto no lograr explicar que una de las causas de dicha carencia de sororidad se debe a aspectos estructurales y culturales donde se desarrolla. Es así que la presión cultural machista hace que los liderazgos femeninos adopten posturas masculinizadas de cómo manifestar dichos liderazgos, evidenciando rasgos que corroen la sororidad.

Pero un análisis interesante lo constituye el examinar la sororidad como un concepto que tiende a la convergencia con el comunitarismo. Dicha convergencia conceptual y concreta se da en distintos planos y estadios. Revisemos algunos.

El comunitarismo, en cuanto expresión cotidiana de la vida en sociedad, comenzando con el entorno inmediato que rodea al individuo, en cuanto sujeto social, el cual se configura y converge con los espacios de construcción de los distintos tipos de familias, nos conecta con la relación propia de una cultura de la sororidad.

De todas las dimensiones desde la cual se vincula la sororidad con los espacios de la feminidad, sin duda el más relevante es el vinculado con el tema del poder y las mujeres, pues lo vincula con los cambios de construcción de nuevas femineidades y nuevas masculinidades.

Las nuevas relaciones, roles y caracterizaciones de la feminidad —o antiguas pero reprimidas— hacen crujir todo el andamiaje de un modelo de desarrollo construido sobre la base de una cultura machista y patriarcal, lo que finalmente hace pensar en el tema del poder. Es así que las miradas ideológicas sobre el asunto toman relevancia, como por ejemplo, enfrentar a las mujeres entre sí en un modelo de desarrollo competitivo, muy cercano a la permanente definición de un “macho alfa” de la manada social.

En tal sentido, la sororidad es un esfuerzo teórico-práctico de superación cultural del modelo de desarrollo individualista competitivo. Es una amenaza directa al capitalismo en su versión social.

Precisamente, porque el mundo comunitario es el menos contaminado a dicho modelo, es donde se puede encontrar la mayor cantidad de experiencias de sororidad. La vida comunitaria, al ser la menos jerarquizada, es la más contraria a mantener lazos desiguales y asimétricos entre las mujeres. Es un verdadero laboratorio social de construcción de una cultura de la sororidad que desarticula la enemistad histórica mujer-mujer y la opresión patriarcal hombre-mujer.

Las mujeres en la vida comunitaria fueron capaces de ir construyendo una nueva identidad, mucho antes que en otros espacios, como son los espacios de la mujer política, emprendedora o profesional, con prácticas más amorosas, cuidados afectivos y con menos cargas de agresión. El mundo comunitario aporta en la construcción de un yo femenino integrado a sus pares, en el trabajo permanente de transformación social, retroalimentando una práctica comunitaria con una cultura de la sororidad.

Compartimos con Marcela Lagarde que la sororidad parte del esfuerzo por desestructurar la cultura y la ideología de la feminidad que encarna cada una, como un proceso que se inicia en la amistad/enemistad de las mujeres y avanza en la amistad de las amigas, en busca de nuevos tiempos, de nuevas identidades.

Por mi parte agregar que es en la vida comunitaria donde se pueden encontrar estas nuevas identidades, en robustos procesos de sinergia con la sororidad.

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