Todos somos parte de Chile

Rodrigo Álvarez Quevedo
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Los que somos hijos de la Dictadura nos hemos enterado del sufrimiento y dolor vivido hace apenas unas décadas a través de nuestros padres y de la historia.

Hemos apreciado también cómo se fracturó un país, dividiendo, a veces para siempre, amistades y familias; erosionando toda cohesión social.

Guardando las distancias y proporciones, permítaseme la comparación, y sin minimizar lo que antes ocurrió, ahora nos toca vivir en presente un nuevo florecimiento de enemistad y alejamiento.

Los ánimos están crispados y la situación es agobiante para todos. El contexto es propicio para nublar nuestros pensamientos y no poder mirar con perspectiva. La ofensa está a la orden del día. El sentimiento muchas veces inevitable es la rabia.  

Bastó una chispa para que hubiera fuego. Ahora parece injusto pedir a quienes marchan pacíficamente que vuelvan a guardarse en sus casas callando de nuevo, ¿por otros 30 años? el sufrimiento y la frustración que generó tanta injusticia.

Dentro de lo positivo, al menos hemos dejado las series de Netflix para mirarnos, aunque sea con enojo y hasta odio, y poder hablar del país.

Tuvo que haber un incendio para que Chile nos preocupara a todos. Así como antes nos unió un terremoto, solo que esta vez el desastre no es natural, es social. Lo negativo es que nos estamos tratando como enemigos.

Sería bueno no perderse. Toda la violencia que estamos viviendo a diario es reprochable, pero no es caer en empates afirmar que las violaciones a los derechos humanos son más graves que un delito común.

Por mucho que nuestros pensamientos y posiciones se hallen en las antípodas, debemos buscar la senda que nos permita entendernos como adversarios y no enemigos; mirarnos unos a los otros como legítimos otros sujetos de convivencia, como miembros de una misma comunidad. Necesitaremos reconciliación y el desafío es difícil, las heridas están abiertas. Es más, probablemente seguirán existiendo. Esperemos que esta vez no tarden décadas en empezar a cicatrizar.

El diálogo es un camino correcto y necesario pero de nada sirve si está vacío en su contenido.

Se requiere elaborar propuestas reales, soluciones concretas y atender las peticiones, emociones, sufrimientos y ruegos de la mayoría de la ciudadanía. Supuestamente todos queremos lo mejor para el país, finalmente todos somos parte de Chile.

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