Triste y penoso papel

Con aires “liberales” hubo parlamentarios o figuras de la derecha que ingresaron al gabinete de Sebastián Piñera en el último cambio ministerial, insinuando - con escasa modestia - que su presencia daría un nuevo perfil e impulso a las políticas del Ejecutivo.

En cuestión de días quedó claro que las nuevas “soluciones” al vacío de conducción en el gobierno se sobrevaloraron, de entrada el rostro autoritario siguió vivo con la jerga anti pueblo mapuche del ministro del Interior que, en Temuco, azuzó con sus dichos las deplorables manifestaciones racistas en la Araucanía que terminaron en violentas agresiones racistas a comuneros mapuche. Así se expresó la posición ultra conservadora de quienes controlan el núcleo del poder oficialista.

Luego, el control ultra conservador se acentuó con el concierto político que de hecho hubo entre operadores del piñerismo y el provocador paro de los transportistas, el que parecía asesorado por los mismos encargados del orden público, esta colusión recordó como la derecha instrumentalizó el funesto rol desestabilizador y golpista de ese gremio en la crisis política de los años 72-73, propiciando el derrumbe institucional por medio del brutal golpe militar.

En la retórica oficial ni siquiera hay una leve alteración en la actitud descalificatoria del gobierno y sus personeros hacia la oposición y las decisiones que esta toma de acuerdo a su papel de fiscalización y de representación de una amplísima mayoría ciudadana que rechaza la ineptitud de las estrategias oficialistas.

Entre estas “amonestaciones” está la réplica del “aperturista” ministro de Hacienda que ante la preocupación de la oposición por la responsabilidad del Estado frente a las alarmantes cifras de desempleo, dijo: “hay que sacarse de la cabeza que el Estado es una agencia de empleos”. Se nota que el citado funcionario, “estrella” del actual gabinete, no padece el drama que significa para la clase trabajadora la pérdida de una cifra total en torno a los 3 y medio millones de menos empleos.

La mirada soberbia de la tecnocracia ignora, con la información ante sus narices, como el desempleo golpea duramente al país, agrava los abusos laborales, se recortan los salarios y se hace más difícil la labor de los sindicatos en defensa de los derechos de los trabajadores. El impacto de la cesantía es incalculable, y ante ello, todo el plan de los gobernantes es transferir más y más recursos fiscales a los consorcios privados y que el gobierno se desentienda de su responsabilidad.

Una vez más, en Chile, el auto denominado liberalismo de la derecha es inconsistente. En noviembre pasado, ante la formidable movilización ciudadana, estaban por una nueva Constitución, unos meses después se suman al llamado de la selva del sector ultra conservador y se pasan al rechazo de una nueva Constitución, se mueven por impulsos pasajeros, son como la falsa socialdemocracia de Lavín, un sonido sin convicción.

Por eso, este es el gobierno del doble discurso, del engaño y la pillería de corto alcance, el rechazo a la solicitud de amplios sectores de suscribir el Acuerdo de Escazú confirma que una visión de resguardo de la sustentabilidad medioambiental es lo que menos preocupa al gobierno de Piñera y el nuevo gabinete.

Así también, la intolerancia con la oposición brotó por la presentación de la Acusación Constitucional al ex ministro de Salud y autoridad plenipotenciaria designada por el Presidente de la República para decidir y dirigir la estrategia sanitaria del Estado para enfrentar el Coronavirus. El vocero no pudo más que hacer patente la ira que lo descontrola, señalando que la herramienta constitucional la empleaban quienes “simplemente quieren aportillar” la acción del Ejecutivo.

Los jerarcas del gobierno no asumen las enormes cifras de muertes y contagios que se extendieron por el país, en especial, en la población más vulnerable, tampoco internalizan el encierro obligado y sin ingresos, desde marzo a septiembre, de millones de personas que han pasado penurias inenarrables.

Sin embargo, a la ciudadanía sí le interesa saber qué fue lo que realmente pasó, porque primero se intentó imponer una falsa normalidad que fue una señal nefasta en el auto cuidado de las personas y después porque las cifras entregadas desde el gabinete ministerial eran diferentes de las reales y al país se le hacía creer que el número de víctimas era inferior al que efectivamente se producía a escala nacional.

Todo ello confirmado en el Informe Internacional preparado para la 75 Asamblea General de las Naciones Unidas, en que participaba el ex ministro de Hacienda del propio Piñera, allí se señala que en el trágico balance de personas fallecidas, Chile para desgracia de las familias que lo han sufrido directamente, está en el 8’ lugar.

Además, el gobierno en su falsa visión de la realidad pasa por alto la parálisis económica, el alto desempleo y la crisis sanitaria. Los datos del descalabro a escala nacional creado por los errores garrafales en la estrategia ante el coronavirus no existen o no son suficientes para las altas esferas del oficialismo, se fabricaron un cuadro idílico y lo hacen su discurso público, desde esa ficción pretenden que la oposición no adopte las mínimas medidas que debe tomar, como investigar y fiscalizar y no pasar a ser simple apéndice del gobierno.

También desean eludir las responsabilidades políticas del ex ministro de salud, estratega de las funestas “cuarentenas dinámicas” que inundaron de contagios la ciudad de Santiago, por eso, intervino el ministro del Interior indicando que el ex titular, a quien se le presentó la Acusación Constitucional “salvó vidas” con su labor.

Con ello, el Ejecutivo quiere hacer olvidar las semanas del miedo y el desconcierto, en los meses de mayo y junio, cuando la pandemia se descontroló y los servicios de urgencias no dieron abasto rodeados por largas hileras de ambulancias con enfermos que no había cómo atender, en que los respiradores comprometidos gestionados tardíamente recién llegaban, en que aviones de la FACH debían trasladar pacientes cruzando centenares o miles de kilómetros y el país no tenia respuesta ante la magnitud de la crisis sanitaria, económica y social.

Precisamente, son esos días y sucesos los que el gobierno desea sean cubiertos por la amnesia al valorarse y ponderar las responsabilidades políticas, que en la ciudadanía no haya memoria de cuando se vinieron abajo los “castillos de naipes” del oficialismo y el propio ex ministro de salud tuvo que ser alejado del gabinete porque su permanencia se hizo insostenible.

Esos sucesos se pretenden blanquear con elogios infundados y fuera de la realidad porque Chile se remeció durante semanas con el fracaso de la estrategia de las “cuarentenas dinámicas” que provocó en los barrios populares la expansión irrefrenable de la epidemia por la penosa razón que la autoridad desconocía la realidad de hacinamiento y pobreza de su propio país.

En síntesis, los actuales gobernantes quieren salvar su propia responsabilidad presionando para que la oposición renuncie al cumplimiento de las obligaciones que le corresponden, los nuevos miembros del gabinete continúan teniendo como su ideal aquellos remedos de adversarios que instalan los regímenes autoritarios, sometidos al poder y dispuestos a decir a todo que sí con vergonzante obsecuencia.

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