Un acuerdo urgente

Mariano Ruiz-Esquide
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Hace ya varios días, que no se logra resolver el conflicto de los Empleados Púbicos, sobre el reajuste de sueldos, lo que ha significado una paralización que se ha elevado a un conflicto político. No es de extrañar porque es  lo habitual en nuestra historia en problemas similares. Recuerdo que en 1950 adquirió los ribetes que señalo en una huelga contra el Ministro Vial Espantoso, recién asumido en la coalición gobernante.

En esta oportunidad ha repercutido en la propia participación parlamentaria y en los partidos de la Nueva  Mayoría, por el rechazo del veto presidencial, como un esfuerzo del gobierno para lograr la aceptación gremial por sobre la cifra propuesta inicialmente.Tampoco esto es novedoso, porque todos los parlamentos en que me tocó participar tuvieron su Vía Crucis, al enfrentar con equidad y justicia la demanda de los trabajadores, con la lealtad al Gobierno que respaldaban.

¿Es fácil resolver este tema?  No, no es fácil porque las cifras a concordar son difíciles de acercar.

Hoy día es aún más difícil de llegar a un acuerdo, porque los gremios son más poderosos y la vida en un mundo de grandes desigualdades hace que esta dificultad aumente.

A su vez, el conflicto por el reajuste a los funcionarios del sector público ha enfrentado  a los parlamentarios, porque  se hace complejo decidir entre las lealtades a la conciencia o al gobierno que los representa. Tampoco lo es en el dilema de lograr una real equidad para pactar el reajuste a los trabajadores y lograr el equilibrio con los recursos del Estado, que es también una legitima obligación del gobierno correspondiente.

¿Qué hacer entonces? si cada caso es parecido, pero, no igual. La respuesta debe ser “aplicar principios esenciales antiguos, pero, no obsoletos, siempre vigentes “.

Buena fe y claridad para concordar un acuerdo, sólo la verdad en cada discusión; en la duda sobre cómo resolver el dilema, pensar siempre a quien apoyar, porque siempre ese apoyo debe ser al más débil, al que más requiere de los recursos en juego.

Y claramente, unidad de los sectores gremiales y unidad en quienes gobiernan el país. Recordar el viejo aforismo aristotélico, “soy amigo de Pilatos pero, soy más amigo de la verdad y la justicia”; respetar el derecho al máximo posible y asegurar que por encima de todo está el bien de los trabajadores y del país.

El problema que afecta a la decisión de nuestra visión humanista cristiana siempre será entender que respetamos la representatividad de los trabajadores, lo cual, permite los acuerdos, así como el decoro y consideración a la autoridad legal libremente elegida.

Entender que para la dirigencia gremial las paralizaciones sin violencia innecesaria más que una opción, es una obligación. Por ende, las autoridades tienen la opción de decidir con  justicia y reconocer la primacía de los derechos humanos. 

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