Un año controvertido

En el mundo fue la guerra civil en Siria, el terrorismo del "Estado Islámico", el Brexit en Europa, la destitución de Dilma Rousseff en Brasil y la victoria de Trump en Estados Unidos y, en Chile la abstención electoral, los actores del debate público y los fenómenos que más dolores de cabeza provocaron a opinólogos y dirigentes políticos, en la ardua tarea de explicar lo que se puede, de hacerlo solo a medias o estar lejos de una buena explicación.

Este año en nuestra larga y angosta faja de tierra, hubo como siempre un desastre de la naturaleza, fueron los devastadores temporales de la zona central con un costo enorme para quienes los sufrieron directamente, en particular, familias residentes y comerciantes de las calles cercanas al río Mapocho en la comuna de Providencia, así como, muchos poblados de la Región de O’Higgins.

Fue en ese mes de abril cuando falleciera el ex Presidente Patricio Aylwin, el primero que fuera electo democráticamente después de la larguísima dictadura militar. El país tuvo un momento de unidad y de respeto a la memoria del estadista, cuyo aporte fue fundamental para restablecer la democracia chilena.

De forma inesperada, tuvimos  por primera vez un Oscar, "Historia de un oso", un hermoso y profundo cortometraje que conmovió al país por su humanidad, dignidad y espíritu libertario. Y en el fútbol, la Copa Centenario fue ganada por la "generación dorada", para situarnos como bicampeones de América.

Pero en la política estuvo el mayor déficit. En la derecha resurgió la rabia con el extranjero, la xenofobia racista que usada como demagógica arma electoral puede causar un daño irreparable a personas vulnerables, que en nuestro país pueden vivir sin perjudicar lo nuestro sino que enriqueciendo lo que somos. Hay una legítima sospecha que se hace esta agitación odiosa para tapar negociados y conflictos de interés.

No es por nada que los escándalos de PENTA, SQM y otros han golpeado muy decisivamente el corazón de la derecha económica y política del país. No obstante, salió airosa de los comicios municipales, por qué supo concentrarse en sitios emblemáticos optimizando sus recursos, aprovechando los vacíos organizacionales y políticos del bloque de la Nueva Mayoría. Y ésta qué tuvo más de 300.000 votos de diferencia a su favor en el total de concejales quedo como derrotada. En el balance se marcaron sus lacerantes conflictos más que sus aciertos y avances. No se dio más valor a lo que une por sobre lo que divide.

Por cierto que este año también hubo, como es habitual, cambios de gabinete que generaron grandes expectativas para que luego los efectos no fueran tantos como se esperaba, o sus consecuencias no reflejarán los objetivos deseados, ya que el bloque de la Nueva Mayoría no logró cohesionarse y sus pugnas en vez de disminuir fueron aumentando.

Es lo que ocurre ahora en la etapa previa a la designación de su candidatura presidencial, proceso que se ve más conflictivo y, mientras esa tensión se agrava, comienza a ser incierto si se alcanzará o no un adecuado entendimiento unitario.

No porque la competencia entre sus legítimas opciones vaya haciendo crecer la convocatoria y sea difícil el pronóstico de quien tendrá más apoyo, sino porque se observa cómo se debilita la voluntad de unidad y se ve que aumentan los que prefieren seguir su propio camino.

El trasfondo se hace evidente, la Nueva Mayoría no ha forjado ni construido un volumen de acuerdos políticos y programáticos, así como una suma de complicidades tácticas suficientemente significativas como para contar con los requisitos o condiciones que le permitan hacerse cargo de los retos y de las dificultades que en diversos ámbitos debe enfrentar.

En lugar de dar certezas, sus divergencias y desajustes abren flanco a las dudas y las interrogantes, si quiere seguir siendo alternativa eso es lo que urgentemente debe ser capaz de resolver, por que cada día que pasa sin recuperar la debida sintonía y una conducta de mínimo trato se resiente más con sus desavenencias, en lugar de saber tratarlas y darles conducción.

En el tratamiento de las diferencias es donde se registra un nudo de convulsiones, parece que lo que importa es cómo cada actor se impone a los demás y no como se consiguen fortalecer las bases de largo plazo del conglomerado, las que permitan que su entendimiento se proyecte estratégicamente y no se perciba que a cada paso puede romperse.

En una parte significativa de sus figuras públicas o de sus dirigentes no se comprende que la tarea es mantener la mayoría nacional que permita gobernar y no que sobreviva cada minoría por separado.

Hoy, más que ayer, hay que reivindicar la validez de forjar y mantener sólidas mayorías que fortalezcan la estabilidad democrática, por que mientras más fuerte sea ésta, más posible será realizar aquellos cambios que hagan avanzar el progreso social en Chile.

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