Un esfuerzo estéril

El ex ministro José Miguel Insulza, estimó necesario hacer presente su valoración positiva del ex ministro y ex parlamentario, Pablo Longueira, quien aparece involucrado en las investigaciones judiciales de gran connotación nacional sobre las "platas políticas", en este caso, con SQM y su intervención en los hechos de financiamiento irregular de campañas políticas.

Como se sabe, desde la segunda mitad del 2014 que el sistema político ha sido sacudido por el conocimiento de este tipo de delitos; en particular, por la emisión de boletas fraudulentas, "ideológicamente falsas", con las que junto con incrementar ilícitamente el volumen de los recursos de ciertas candidaturas, se burlaba doblemente la ley al cargarse a gastos no efectuados estas remesas irregulares.

Hasta antes de estas revelaciones, el sistema político sufría críticas y el enjuiciamiento de la opinión pública sin caer todavía en los reproches insultantes que se producen contra aquellos que han caído gravemente en la corrupción.

Una vez que Penta, SQM, Corpesca y otros, han sido probados como mecanismos ilegales, paralelos y sistemáticos de intervención del dinero en la política, no cabe duda que se ha provocado una lesión moral y una pérdida de legitimidad hacia el propio sistema de partidos, a un grado no registrado en la historia conocida de las instituciones políticas del país.

Se trata de hechos gravísimos en sí mismos y evaluados en tal gravedad por la ciudadanía chilena.Son casos que no admiten ni benevolencia ni excusa. Han puesto a prueba la salud del propio sistema democrático y reciben una sanción altísima en el juicio ciudadano. Una situación que difiere de las anteriores, como el caso  Caval que al afectar a la propia familia de la Presidenta de la República ha tenido un impacto de tal entidad que ha disminuido decisivamente su popularidad e imagen pública.

El país quiere justicia. Ello, independientemente del comportamiento del electorado en las próximas elecciones, ya que muy probablemente las personas que simpatizan con la derecha lo seguirán haciendo, las del centro lo harán de igual manera y las de izquierda continuarán siendo de izquierda. Sin embargo, ninguna de ellas acepta o es contemplativa frente a la corrupción, situación en la que tienen un juicio condenatorio ya formado.

Lo grave sería que la Justicia no actuara, eso incrementaría la abstención a niveles no conocidos, y la desvalorización de la institucionalidad democrática alcanzaría los índices más altos. Con una situación como esa no se puede jugar. De manera que no cabe defensa corporativa alguna de la llamada "clase política". Si así fuese el populismo de cualquier signo tomaría un rol protagónico.

Por ello, el esfuerzo de Insulza es un error, en cuanto adquiere ese perfil, el de una defensa de carácter corporativo. Además es estéril, no se puede censurar su opinión personal respecto de quién fuera uno de sus interlocutores en el pasado, pero la ciudadanía no se está guiando por los aportes o méritos anteriores de los afectados o inculpados, ha tomado posición respecto de una exigencia de estándar ético que tales personeros no cumplieron.

Incluso la trayectoria de los mismos es tomada en un sentido inverso, como un dato de la situación que les obligaba a una conducta de mayor celo en su probidad; antecedente que a la ciudadanía le demanda no contemporizar con los yerros de aquellas figuras de larga exposición política y pública.

Claro está que aquellos tan dadivosos con dinero burlado al pago de impuestos no tenían el más mínimo interés en la fortaleza de las instituciones democráticas del país; usaban esos pagos irregulares para obtener información indebida y, finalmente, exprimían cual funcionarios subalternos a quienes con una investidura republicana, la de parlamentario o ministro, se sometían a sus arbitrios.

En esa situación está Pablo Longueira, la información privilegiada a SQM es inexcusable y los pagos irregulares a personas cercanas aparecen sin explicación posible. Su responsabilidad no se alivia por lo que hizo antes, por el contrario, hoy ante el país por ello mismo se agrava.

Los desafíos de hoy de la democracia chilena, no son otros que apurar el tranco en la probidad y la transparencia; así como, no titubear en la restauración de un sistema político sano, ajeno al tráfico de influencias y a la injerencia del dinero en sus decisiones.

Hay una convicción positiva en el celo fiscalizador de las personas. La corrupción puede hundir el régimen democrático. Ante ello, se trata, ni más ni menos, que de cautelar la fortaleza futura de la institucionalidad democrática de Chile.

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