Una DC para el nuevo Chile

Cuando asumimos la presidencia del partido, el ambiente político ya acumulaba uno de los deterioros más profundos que recuerde: una aprobación que caía de la barrera del 30 por ciento y aún peor, cuestionamientos cruzados por la relación poco clara entre dinero, empresa y política.

Se puede decir que no era ni sigue siendo un período idílico para hacer política. Pero esto no se esquiva, ni se evita. La política es una de las actividades más revitalizantes y esperanzadoras que los seres humanos hemos inventado, porque es la traducción más nítida de la vida en sociedad, aquella que nos permite buscar y trabajar para alcanzar acuerdos, cambios y transformaciones, corregir injusticias y velar porque los más desvalidos no sean pasados a llevar por los más poderosos.

Pusimos  al partido Demócrata Cristiano  al centro del acuerdo, del trabajo cooperativo tanto del Gobierno como del resto de la Nueva Mayoría y si bien, no siempre logramos excelentes resultados, siempre hubo el claro y genuino interés por trabajar de manera responsable, inclusiva y fraterna con todos.

Apoyamos lealmente las reformas desde nuestra propia naturaleza y convicciones, desde nuestras ideas, doctrina y principios, tal como lo hacen los demás partidos.

Hemos actuado bajo la lógica de la unidad y diálogo, con el foco puesto en presentarle a Chile no una “nueva DC” al estilo cosmético que suele verse en algunos de derecha, sino una DC con mirada moderna, nueva y evolucionada que da cuenta de los cambios que experimenta la sociedad chilena. El aporte ha sido poner equilibrio, moderación, diálogo y acuerdo a las reformas propuestas al país.

Precisamente esa es la clave: las reformas y cambios estructurales llevadas  adelante han sido fruto de propuestas y no imposiciones.

La DC cumplió sus compromisos y seguirá bajo ese camino. Hemos colaborado con el Gobierno de forma comprometida  y de frente, sin olvidar jamás que somos un Partido que lucha por un desarrollo inclusivo, trabajo que se ha reflejado en el compromiso de nuestros senadores y diputados cuyas posturas han sido públicas y conocidas por todos.

Chile tiene hoy una reforma tributaria que corrige fuertes desigualdades entre los chilenos, una reforma educacional que trata a la enseñanza como un derecho y no como un bien de consumo, tendrá una legislación laboral más equitativa y una Constitución verdaderamente democrática. ¿Quién se atrevería a decir que la DC no ha aportado a mejorar y enriquecer estos cambios?

Como colectividad profundamente democrática, hemos sido los primeros en ir a cada debate, cada acuerdo, cada votación para asegurar el programa que ayudamos a levantar.

No fuimos una directiva encerrada en Santiago. Por el contrario, fuimos una mesa de cara a los militantes, que estuvo en las comunas y las regiones, abriendo un diálogo permanente y directo. En una completa y sincera fraternidad.

Ante este escenario de desconfianza y desencanto, el país requiere hoy más que nunca una gran dosis de responsabilidad, templanza, liderazgo y sinceridad. No hay nada más gratuito y rentable que hacer escarnio del mal momento de la política y generar espacios para el populismo y el caudillismo. Chile merece mucho más que dirigentes que aprovechan una buena cuña en la televisión: hay que levantar ideas, un relato, un proyecto.

En ese sentido, somos un partido que quiere construir un país distinto. Tenemos una oportunidad para que la DC instale nuevos liderazgos y vuelva a representar esos nuevos aires que recorren a la sociedad chilena, y de ese modo, recuperar el apoyo popular en este nuevo Chile.

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