Una Dulce Patria de todos

El discurso de la Presidenta Bachelet ante el Congreso Pleno fue una reafirmación de la agenda transformadora que desea imprimir a su segundo gobierno. Así lo dejó claramente establecido desde sus palabras iniciales hasta su cierre llamando a construir una “Dulce Patria”.

Como es normal al comienzo de los mandatos presidenciales este primer Mensaje contó con más anuncios que cuentas, y posiblemente careció de estas últimas no solo por el breve tiempo de gestión sino por hacer un gesto a la oposición que, hasta ahora, se ha mostrado renuente a concordar con el Gobierno la construcción de un camino que represente los anhelos mayoritarios de los chilenos y chilenas.

Por ello también las referencias al proceso de elaboración de una nueva Constitución fueron lo suficientemente generales para que nadie se sintiera excluido y nadie se sintiera amenazado, sin definir cómo ni cuándo se realizará dicho proceso:“trabajaremos, con participación social y diálogo político, para dotarnos de una nueva Constitución que ponga en su centro a los Derechos Humanos, a la democracia y a la buena política como base del orden común. No hay nueva Constitución sin participación”, pero reafirmando el mensaje central de su gobierno: “las decisiones deben reflejar a las mayorías, eso está en el corazón de la democracia”.

La primera parte del Mensaje estuvo centrada en los tres ejes de su programa de Gobierno, y consistió una reafirmación de lo ya expuesto en estos primeros días de gestión.

Además de la breve alusión a la nueva Constitución hubo una defensa de la reforma tributaria basada en la reforma educacional, cuyos anuncios no fueron novedosos. Un acierto político fue presentar categóricamente la reforma tributaria como instrumento necesario para la reforma educacional.

Ello desafía a la oposición a concordar su apoyo en el Senado, la que no estuvo dispuesta a realizar en la Cámara. Los agradecimientos específicos de la Presidenta a senadores y diputados fueron una especie de pololeo necesario para avanzar en lo que viene, que será más difícil debido a que no se cuenta con los votos necesarios para legislar en algunas de las materias claves de educación y, por cierto, en los cambios políticos fudamentales.

La segunda parte del discurso fue el tradicional conjunto de anuncios, algunos ya antes difundidos, sobre lo que desea hacer el Gobierno en cuatro años de gestión.

En cierto sentido era el acompañamiento necesario a las iniciativas fundacionales, pero lo importante de estos anuncios, salvo lo relativo al aborto, ya estaba hecho: energía, emprendimiento, relaciones exteriores, etc.

Bien, especialmente lo relacionado con energía y con reformas al estado, incluyendo resolver los temas de Alta Dirección Pública que el gobierno anterior y este han desvirtuado en su esencia, o que fue mal concebido en su origen. En su conjunto es tarea ardua y que difícilmente se pueda alcanzar en cuatro años, por eso es importante que haya una mayoría que se ejerza y que permanezca. El mensaje a su coalición resultó implícito, y tal vez hizo falta.

También hizo falta algo más sobre un problema que ya lleva años penando y que ni los gobiernos ni la sociedad hemos asumido en todo lo que ello representa, especialmente en la cotidianeidad de sectores medios y populares. Una sola frase sobre el flagelo de las drogas, “para tener éxito en la lucha contra las drogas debemos mejorar nuestras estrategias. Durante el primer semestre de 2015, elaboraremos y lanzaremos el Plan Nacional contra el Narcotráfico que nos permita enfrentar de manera integral y con mayor eficacia esta problemática”.

Ello parece considerar lo que el narcotráfico significa en destrucción de redes y pérdida de cohesión social, pero al mismo tiempo reconocer que no se sabe qué hacer en esta materia en la que el narcotráfico lleva las de ganar a las políticas actuales.

Y la ausencia de los temas de planificación territorial, tímidamente presentes en relación a políticas urbanas, pero que no rompen aún con la lógica mercantil, tan ideológicamente impulsada como errada en cuanto a construir la sociedad que la Presidenta y la gran mayoría del país, una mucho mayor que la que votó por ella de acuerdo al Estudio de Valores Sociales de la USACH, desea.

El Congreso tendrá ahora la palabra, y los partidos de la Nueva Mayoría un doble desafío: reafirmar la mayoría y seducir a la minoría para que los anuncios y cambios, ambiciosos o modestos, se hagan realidad, y Chile sea la Dulce Patria de todos.

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