Y la culpa no era de la Constitución

El 2020 será un año que nos pondrá a prueba como representantes de la ciudadanía de cara a avanzar hacia un país menos desigual, con más bienestar social, estable y con garantías para funcionar con orden y seguridad pública. La agenda del primer trimestre estará marcada por el Plebiscito de abril próximo; sin embargo, en el Congreso no podemos olvidar nuestros compromisos con las necesidades más urgentes.

En los últimos meses ha existido una especie de “mito” que tiene relación a que una nueva Constitución resolverá por arte de magia todos los problemas sociales de las personas que se han acumulado por más de tres décadas. Lamentablemente esto no es así.

En caso de que la ciudadanía en abril determine una nueva Carta Magna es importante que todos comprendamos que el proceso constituyente tomará alrededor de dos años, tiempo que perfectamente se podría aprovechar mejor para tramitar las reformas necesarias que permitan un real bienestar para los habitantes de nuestro país.

Sin embargo, se está optando equivocadamente por el camino más largo e ineficiente que no tendrá el efecto esperado en las pensiones, en la salud, la educación, el pro empleo.

Por el contrario, la incertidumbre que genera el proceso constituyente solo profundizará la desaceleración de la economía, que los adultos mayores no tengan mayores beneficios y que tantas otras demandas no se resuelvan con la diligencia que se requiere.

No obstante, siempre es posible dar un paso más allá y lograr esfuerzos adicionales. Desde el Congreso y en el Ejecutivo se tienen armas suficientes para legislar en pro de proyectos de alto impacto. Por eso trabajaré incansablemente en que aquello se cumpla.

Los dolores de la ciudadanía me parecen más que justos y es un error culpar a una Constitución de la actual crisis social y política del país. A todas luces nos ha dado estabilidad y desarrollo durante muchos años, otro asunto es que tengamos un Estado que durante décadas no se haya hecho cargo de las necesidades más básicas de las personas.

Reforma previsional, AFP, seguridad, orden público, salud, educación, fomento productivo y empleabilidad deben ser los temas que no pueden esperar y por los que debemos trabajar. Serán mi prioridad en este tiempo, ya que como dije anteriormente, la gente nos clama por cambios profundos en esos ámbitos. No es tiempo de darles la espalda y no asumir los compromisos acordados. El momento es hoy y 2020 tendrá que hacer la diferencia en materia legislativa.

Por todo lo anterior, seguiré trabajando con convicción por el rechazo a una nueva Constitución, pero también desde el Parlamento impulsaré una agenda potente de reformas que la ciudadanía demanda porque el tiempo apremia. Es posible y el 2020 nos ofrece la gran oportunidad para aquello y debemos estar a la altura.

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