Ya recuperamos la democracia

Dentro de las últimas semanas he tenido la oportunidad de conversar y escuchar a diferentes actores de la política chilena. Gente que viene desde diferentes sectores, que han estado en veredas opuestas y que pertenecen a distintas generaciones. Pero pese a sus diferencias, todos conservan un recuerdo ferviente de la importancia para Chile de la lucha para recuperar la democracia.

Una importancia que calaba profundo en nuestro país y que involucraba lo político, social, económico y sobretodo una ferviente lucha en lo electoral.

Luego de las elecciones recién pasadas, ha quedado en el aire un atisbo de incertidumbre. Unas elecciones donde vemos que los niveles de participación siguen estancados.

Donde observamos que, además de que la gente no fue a votar, se presentan los niveles más altos de votos nulos y blancos en elecciones parlamentarias, llegando estos últimos casi a 12% en algunas regiones.

Además de aquello, es notorio el cambio en el escenario del sistema político, donde ingresaron nuevas fuerzas, dejando a las tradicionales coaliciones y a los partidos que la conforman con un alto índice de merma de votos.

Esto se traduce hoy en que los partidos externos a las coaliciones tradicionales han obtenido en esta elección los niveles más altos de votos parlamentarios desde el retorno a la democracia. 

En el caso de los partidos de la Concertación/Nueva Mayoría, que entre 1989 y 2013 obtenían entre un 48% y 55% de los votos parlamentarios, hoy lograron conquistar sólo al 35% del electorado; por su parte, lo que podríamos reconocer como los partidos que han conformado la coalición Alianza/Chile Vamos, que obtuvieron en el mismo periodo un promedio de votos entre el 34% y el 44%, hoy consolidan casi el 38% de los votos en diputados y por su parte, aquellos partidos fuera de estas coaliciones, que no superaban el 16% de los votos para diputados desde la vuelta a la democracia, hoy se consolidan con cerca del 26% de las preferencias de los ciudadanos.

Entonces, en este escenario, la pregunta de Perogrullo es ¿qué pasó?

¿Será que el fin del binominal ha favorecido la apertura del escenario político más allá de las tradicionales coaliciones?

¿Será que la renovación en la política pasa por slogans fáciles y directos?

¿Será que el discurso de soluciones inmediatas logra calar más profundo en los ciudadanos?

Pero, pese a que el escenario político se ha abierto a nuevos actores, otorgando un mapa de diputados y senadores que refleja una pluralidad política y diversificación de representación de sectores, los niveles de participación no aumentaron.

Estos nuevos actores, esta renovación en la política, no logró conquistar nuevos electores. Más bien pareciera que los mismos ciudadanos modificaron sus preferencias, pues entre las elecciones de 2013 y de 2017 votaron 3% menos del padrón e, incluso, con esta cifra los niveles de votos nulos y blancos en las elecciones de diputados fueron las más altas del periodo.

Pareciera así, que el otro 50% del padrón, aquel al que nadie está conquistando, aquel que se presenta indiferente o molesto con la política, no ha logrado encontrar su nicho. ¿Podemos culparlos? Con un clima político donde priman los mensajes por la prensa y donde no nos hacemos cargo de la forma en que hacemos política; donde existe una total falta de fraternidad en la forma y el tono en que nos referimos a los demás, incluso al interior de los propios partidos o coaliciones y donde claramente no hemos sabido levantar banderas de lucha.

La poca profundidad del diálogo, la carencia de un debate con altura de miras, la simpleza con que se abordan algunos tópicos,  además de la  ligereza con que nos referimos a los problemas de la gente, y la necesidad de la inmediatez por parte de los ciudadanos, han permitido que nos reunamos en torno a una política más bien deteriorada y muchas veces carente de contenido y análisis, con representantes que fomentan estas características poco amables.

Falta hacernos cargo del motivo por el que estamos en política.

Falta entender que es importante recuperar el sentido, ese sentido que a muchos movió para recuperar la democracia y que hoy nos llama a buscar nuevos horizontes y nuevos caminos.

Falta entender que el clivaje izquierda/derecha ya no representa necesariamente a nuestra sociedad, y que hoy podemos encontrar ciudadanos de a pie que votaron por el NO y que en las últimas elecciones apoyaron al candidato de derecha que presidirá nuestro país los próximos 4 años.  

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