Yo los conocí: Guillier

Ismael Llona
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Un moderador moderado con pasado democrático confuso y presente, ¿socialdemócrata?

Tito Mundt fue el periodista del “Yo lo conocí” hace ya muchos años. No pretendo emular al maestro de prensa y radio, y sólo titulo ésta como “Yo los conocí”. Podría agregar “y los conozco”.

Me refiero a los tres precandidatos, hasta ahora, para ser el candidato del centro en las elecciones de 2017: Guillier, Insulza y Lagos, en estricto orden alfabético.

No sé de dónde es candidato MEO y los y las de la DC son evidentemente candidatas o candidatos de centro derecha. Los de la derecha son otra cosa. Y los de la Izquierda están por verse.

Guillier no es un outsider ni menos un joven rebelde. Si por eso se le quiere, mejor para él. Ha militado en el área de la Concertación (ahora Nueva Mayoría) desde hace muchos años. Y tiene 63 años y un poco, la edad que tenía Allende en su cuarta campaña presidencial, la de la victoria.

De Guillier, que formó parte del periodismo semi-clandestino o semilegal antifascista (1983-1990) estuve cerca en esas barricadas, y a un par de metros de distancia durante un semestre de Sociología, en la Universidad de Santiago de Chile, en 1991, hace casi 26 años.

Él era el joven maestro y yo el viejo alumno; él era el hombre que recogía y calificaba opiniones, yo uno de los que las daba, verbal y por escrito, para pasar cada prueba. Tenía él 39 y yo 54. Era el joven que hoy, a los 63, aspira seguir siéndolo. Seis años antes yo escribía en Fortín Mapocho, y él en revista Hoy. Yo trabajaba en el diario legalizado más a la izquierda posible; él en la revista de oposición a Pinochet más moderada posible. Creo que eso nos acercaba y nos distinguía.

En ese curso de 1991 para titularnos, se me apareció como un joven demócrata, una especie de persona de centro más bien académica, nada de izquierdista. Un profe claro y escueto, preparado y más bien clásico en una época en que predominaban en la universidad los posmodernos y Humberto Maturana, con su autopoiesis biológica, era el monarca.

Impactaba a sus alumnos que se tratara de un hombre sin partido, en un país donde el que no lo era llamaba realmente la atención y el interrogante. Todos militábamos, incluso por seguridad, en una orgánica.

No sabíamos, en un curso donde estaban “los que sabían” ( Alan Spencer (DC), Jorge Donoso(DC), Fernando Villagrán (PPD), Sergio Campos(PS), Samuel Bello (Mapu OC), Eugenio Llona (PS), Marcelo Contreras (PS), qué era, ideológicamente hablando y políticamente hablando, nuestro receptor profesor, al que muchos conocían desde hacía años.

No eran pocos los que lo veían cercano a la DC (había estado en Radio Chilena y en Cooperativa, y escribía en Hoy, dirigido por demócratas cristianos más bien conservadores, como Phillipi y Santibáñez).

Yo, no sé porqué, lo pispeaba más hacia la izquierda cristiana, no tan caliente como la de Roberto Celedón y Sergio Aguiló sino más tibia y académica, como la de Pedro Felipe, Jorge Leiva Cavanillas y quien era su socio académico en la universidad, el prestigioso especialista en municipios y desarrollo comunal, Mario Rosales Ortega.

Pero esa posible calificación de centroizquerdista se me diluyó cuando supe que había ocupado altos cargos en la Universidad Diego Portales y en la Universidad Mayor, con colegas académicos como Ricardo García, Prado y Sergio Melnick, todos destacados ministros de Pinochet y fachos actuales.

También hemos sabido que fue miembro del directorio de la Fundación Minera Escondida BHP-Billiton por diez años y que eso no lo informó ni al Partido Radical ni al senado.

BHP-Billiton es la empresa minera privada transnacional más poderosa del planeta, y tiene fundaciones para endulzar su imagen. ¿Aceptó endulzarla como también lo hizo con las Isapres? Pasado no de fresco ni sinvergüenza sino claramente confuso. Una confusión que tal vez le ayude en una época en que son repudiados los políticos más claros.

Más tarde, unas sonrisas y aplausos que no dejan de causar rechazo, Guillier en el momento en que el ministro de Economía recibe de Asexma una muñeca inflada, aparato vendido para la masturbación de los muy necesitados.

Al constatar la reacción condenatoria sobre la muñeca declaró que “te pilla por sorpresa. Uno se ríe, está descolocado, pero todos tenemos conciencia que fue la metida de pata que hemos lamentado, pidiendo las excusas del caso”. Muy humilde para ser Presidente. Y muy fácilmente turulato.

En fin ¿con quién me quedo? ¿Con el Guillier aparentemente izquierdoso cristiano? ¿Con el profesor de una universidad facha? ¿Con un independiente rodeado hoy de destacados socialdemócratas radicales, tipo Vásquez, Rada, Morales o Villegas?

Guillier es y será tan poco claro como el programa que se dará la Nueva Mayoría: un compuesto socialdemócrata de derecha, de centro y hasta de izquierda. Tal para cual.

Si tuviera que definir al profesor Guillier que conocí diría que era un dirigido de nivel, no un dirigente; un gran y ordenado receptor, no un opinante; un académico que recogía, no que entregaba; un periodista de TV formal, respetuoso, más bien anodino, salvo cuando liquidó al homosexual juez Calvo; un hombre que, en general, calificaba muy bien a los demás y no se peleaba con nadie, en un ambiente de choque de opiniones al límite; una persona destacada pero no un líder; un personaje público interesado en no aclarar quién es, como todos los personeros de la TV.

Antes de nuestra experiencia pedagógica (en la que, no me puedo quejar, saqué casi puros 7) lo palpé en los medios, sin llamarme más que otros la atención, salvo por su credibilidad equilibrada en la TV y el Colegio de Periodistas, su adscripción tardía pero legítima al entorno del P. Radical, su pronóstico sobre la posible desaparición del PC si éste no estuviere en la Nueva Mayoría, y su permanente contradicción “justiciera” frente a los delincuentes por atropellos flagrantes a los derechos humanos.

El senador nos impactó con su proyecto de acuerdo, junto a senadores de derecha, para que los asesinos enfermos fuesen ahora liberados por “razones humanitarias”. Una especie de cura Montes laico. Siendo, aparentemente, de una izquierda moderada, últimamente aprobó de inmediato el reajuste ratón dictado por el gobierno y duramente criticado por los trabajadores y congresistas de izquierda.

Puedo decir que yo lo conocí, que me he esmerado en eso, pero la verdad de la milanesa es que conocerlo a fondo es casi imposible y que, habiéndolo conocido uno puede decir: creo que no lo conocí.

Se esmera, hasta hoy, en mantener su espíritu y definición en la semioscuridad.

Su excelente puntaje en las encuestas puede deberse, a la TV, al repudio que la inmensa mayoría tiene de toda la clase política, especialmente la partidaria, y a la pequeña luz de esperanza que puede haber, en estos casos, en difusos “con algo sensato”, de la segunda línea.

Una especie de Bachelet del 2013 revivida en 2017, aunque con un pasado confuso y un presente difuso. Pero ¿por qué no? Vivimos un ciclo de clara decadencia.

La fortaleza de Guillier se alimenta también de la debilidad de Lagos en las encuestas y del débil ingreso de Insulza al ring presidencial.

Si Guillier llega al ballotage con Piñera u otro derechista, sin mucho entusiasmo y por preservar algunas cosas que han costado años, me levantaré temprano, en diciembre, y votaré por él. 

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