Yo los conocí (III): Lagos

Ismael Llona
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Un sistémico diría que nuestro sistema político se derrumba y cae a pedazos. No soy sistémico pero es así. Generalmente eso sucede, en la historia, en momentos excepcionales, previos a las grandes revoluciones.

La revolución es el choque entre lo nuevo y lo viejo, con preeminencia creciente de lo nuevo. Un nuevo poder se alza y se impone al viejo. Por la fuerza y la hegemonía, y empieza a construir el futuro con sus nuevos paradigmas.

Pero lo raro es que en el Chile de hoy cae lo viejo sin que surja lo nuevo. Lo nuevo aquí es débil, preocupantemente débil. Entonces el sistema cae prácticamente en el vacío: ausencia de teorías globales sobre la sociedad, derrumbe de Estados imitables, debilidad de organizaciones políticas nuevas, organizaciones viejas pero corruptas, contemplación de la corrupción y casi nulas esperanzas.

Para peor, el gobierno ha devenido en una autoridad que no orienta ni administra como corresponde.

Los que desde hace años empujamos por una nueva izquierda constatamos, hoy, que la nueva izquierda aún no cuaja y que sus componentes pululan en variados partidos, sin liderazgos claros. El trabajo, imprescindible, tendrá más tiempo que el esperado. La tarea será ardua.

La elección presidencial de fin de año se avizora en medio de esta crisis profunda.

Constatamos que hoy, de cien ciudadanas y ciudadanos, sesenta o más no creen en nada “público” y veinte o veinticinco de los cien son mayoría detrás de Piñera, líder de la derecha, evidente candidato presidencial a menos de un año de las elecciones, a pesar de sus faltas y delitos, que hoy florecen y avergüenzan.

Con 20 ó 25 por ciento de la ciudadanía y 60 por ciento de abstención, hoy Piñera gana la presidencia.

Uno que es alternativa a Piñera, entre varios, es Lagos. Siempre vi en Lagos una persona excepcionalmente seria.

Conocí a Lagos, de lejos, en 1952 ó 1953. Él tendría, como mi nieto Pablo hoy, unos 15 años. Estábamos en las aulas laicas y progresistas del Instituto Nacional. Con profesores como César Bunster, “Fosforito” García Huidobro, Larach, Santander, Patricio Aylwin.

No muy de cerca de Lagos, eso sí, porque él estaba, cuestiones de edad, en un curso más abajo, y participaba en la selecta Academia de Letras presidida por el sabio Ernesto Boero, donde nunca pretendí llegar.

El primero que me dijo en el Instituto que yo escribía bastante pasable fue mi profesor de Castellano, el legendario César Bunster en 5° año de humanidades. Eso me hizo entrar a Literatura en Castellano en el Instituto Pedagógico, de la “U”, en 1954. Un año después entró Lagos, con un bachillerato de cinco sietes, a la Escuela de Derecho de la “U”.

Unos cinco años más tarde, yo bastante demócrata cristiano y él bastante radical, en los dos sentidos, coincidimos en la Escuela de Derecho.

Él casi salía, con puras coloradas y su ayudantía de Alberto Baltra. Yo casi entraba, después del Pedagógico, muy impresionado en esos días con Máximo Pacheco papá y Pancho Pinto, economista al estilo de Jorge Ahumada (“En vez de la miseria”). Lagos se jugó por mi amigo Arrate y yo por Lucho Maira, para presidir la FECH. ¿Para qué decir quién ganó? Lo relevante es recordar la capacidad y el brillo que en ese entonces tenían los dirigentes estudiantiles.

En 1970, en la designación del candidato de la izquierda, él pudo inclinarse por Baltra o Allende en medio de las conversaciones cupulares de la Unidad Popular, yo lo hice por Jacques Chonchol y, al poco tiempo, ambos estuvimos con Allende y su socialismo con gusto a chicha y empanadas.

A la vuelta del exilio (1984 en mi caso) coincidí con él en la estrategia de frente amplio antifascista, él desde el socialismo “suizo” y renovado (aunque nunca fue un “marxista leninista”) yo desde el Mapu renovado y de izquierda; también coincidimos en el Fortín Mapocho; en la fundación y participación en el PPD, que él creó; en una unidad antidictatorial más amplia que la que planteó Aylwin y en el triunfo del NO, más por Lagos que por la franja de TV.

Estuve muy cerca en su campaña senatorial de 1990 y en la presidencial de 1999.

Antes, en 1985, estuve secuestrado y preso por la dictadura; Ricardo Lagos se presentó en la cárcel donde estábamos; le prohibieron, por cierto, la entrada.

En 1986 fue él el detenido la noche del día en que intentaron matar a Pinochet. Y, como se sabe, se salvó por poco.

Eran los años en que Pinochet, bien informado, hablaba de “don Froilán”, atacándolo a él. Lagos se llama Ricardo Froilán. Tiempo muy anterior al del “dedo de Lagos” en la TV.

Desde el gobierno de Frei Ruiz Tagle (caso Pinochet en Londres), empecé a sufrir un distanciamiento que fue haciéndose definitivo y público, y que aún dura, con la Concertación (hoy Nueva Mayoría). Un distanciamiento de izquierda en un país que aún no ha parido una nueva izquierda.

Por razones obvias me distancié políticamente de mi condiscípulo en los últimos años, guardando por él siempre un respeto político que no tengo para la inmensa mayoría de los dirigentes.

Viene ahora la era de Trump y la elección presidencial en Chile. En un mundo que tiende al fascismo global y a la guerra aún más terrible que la actual ¿en qué Presidente de Chile habrá que pensar?

Insulza se enfrentó con la maquinaria estadounidense en la OEA y fue indulgente con ella, digámoslo así. Como ministro de Relaciones Exteriores sirvió a los que querían la vuelta de Pinochet a Chile sin ser juzgado por jueces españoles como correspondía.

Guillier ha sido desnudado por su mala memoria y es un político confuso. Cada vez que se le conoce más surge la duda ¿quién eres tú Guillier?

Pero para que yo vote nuevamente por mi condiscípulo habrá que esperar qué pasa en el interior del PS y del PPD y qué con el PC y la DC. Creo que sólo si la DC va a primarias (cosa muy difícil) y en ellas gana Lagos, habrá oportunidad de hacerlo.

Con respecto a la izquierda que critica a Lagos, espero que ello no se deba a que Lagos, en los ochenta, personificó la alternativa al final triunfante en el plebiscito, y no la de “todas las formas de lucha” que, finalmente, fracasó.

Si es porque Lagos no es de izquierda (cuestión que yo comparto) ¿ha sido más de izquierda el también cercano Guillier? ¿O el ministro del Interior de Lagos? ¿O ha sido menos “de derecha” el Sr. Aylwin, por el que todos votamos en 1990?

En La Moneda debería haber en 2018 un hombre o una mujer de centro-izquierda o, mejor, de izquierda-centro, que no es exactamente igual. Pero eso es hasta hoy, y queda poco, un bello sueño.

Anuncio, eso sí, que votaré con más razón por mi condiscípulo en la segunda vuelta si su alternativa es el inefable presidente derechista más corrupto que ha conocido Chile, u otro conocido reaccionario.

Lagos no fue nunca un marxista leninista “por los cuatro costados” que al final se ha hecho liberal o neoliberal. Tampoco un economista “centralmente planificador”.

Sí, un político democrático, republicano, más bien de centro, que fue decisivo en la lucha contra la dictadura, y que en La Moneda encabezó un gobierno desarrollista con  reformas importantes como el Auge y la verdadera pavimentación de Chile (algo así como los trenes de Lenin) y que en el orden internacional mostró un país con dignidad, (dijo no a Bush en la invasión a Irak), cuestión muy valorable en un mundo genuflexo y gris, que hoy puede transformarse en vagón de cola de un fascismo global.

Así es la vida social y política, concreta, construida no “a mi gusto”, dura y a veces de barro, muchas veces dolorosa. Sobre todo, ciudadana, lo que no quiere decir virginal.

Si en 1990 me hubieran propuesto levantar la candidatura de Lagos habría dicho que no, que era muy de izquierda para el momento.

Ojalá ahora, en la era de Trump, no tenga que codearme, en la segunda vuelta, entre los laguistas, con gentuza como Luksic o Barros, Brunner, Correa o Walker . Haré, si puedo, campaña por mi propia cuenta. 

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