¡La Papelera No!

Fue una de las empresas íconos del sector privado en comienzos de los 70, y este slogan fue hecho propio por miles de chilenos que veían en el gobierno de la época una grave amenaza a la libertad de emprendimiento, la propiedad privada y por esa vía el sojuzgamiento de las personas a través de la concentración del aparato productivo en el Estado.

¿Qué habrán sentido esos miles de chilenos, incluido quien escribe, ante los abusos denunciados en los medios de comunicación por esa misma Papelera? Sin duda, que al menos un poco de vergüenza, mucha rabia y el deseo que las empresas en colusión sean debida y efectivamente castigadas.

No tenemos muchas esperanzas de ello, a los responsables de las farmacias los sancionaron con “lecciones de ética”. A los coludidos por los pollos aun no les pasa absolutamente nada y así podemos multiplicar los ejemplos de cómo los poderosos suelen salir sanos y salvos en este nuevo sistema judicial y en el antiguo también.

¿Habrá que revisar la Reforma procesal penal que no está cumpliendo con lo que la sociedad desea? Bueno sería, por éste y otros varios casos.

¿Hasta cuándo el sistema económico vigente va a permanecer sordo y ciego ante los flagrantes delitos que cometen a diario los empresarios medianos y grandes? Nos encantaría poder dar una respuesta pero no lo sabemos, más aún intuimos que parte de las negociaciones para salir de la dictadura podrían haber pasado por estos temas. Y aquí estamos 25 años después, en eso como al comienzo; echamos de menos ese CIEPLAN vocinglero que proponía cambios y sustituciones para un sistema concentrador e inequitativo.

No es necesario haber pasado por ninguna universidad extranjera, ni tener pos-grados en economía para darse cuenta que a pesar de la apertura al exterior, el sistema económico nacional está mayoritariamente concentrado, con un Estado fuertemente limitado en sus atribuciones para impedir estos acuerdos delictuales o para promover la libre competencia; el rol subsidiario que le otorga la  actual Constitución es un freno muy bien diseñado en la dictadura.

También evidentemente falta voluntad de quienes han tenido el poder y que señalan no estar de acuerdo con estas prácticas, para mejorar los instrumentos jurídicos y económicos que permitan efectivas sanciones y cambios en las estructuras de las empresas para incentivar o  la existencia de mayores grados de competencia, que haga -como tanta gárgara hacen los economistas de derecha- del consumidor un verdadero rey del sistema.

Sabemos que  hay un proyecto del actual gobierno destinado a estos fines, que duerme hace meses en el Congreso  y cuando lo activen seguramente seremos testigos de la más amplia cocinería que remplace los cursos de ética por un par de reglazos de mediana intensidad en una  de las manos a elegir  por el castigado. Por poner algo ejemplar, digo yo.

El tema no resiste más, nuestro sistema no tiene mecanismos internos y  el  Estado no cuenta con todas las herramientas para ponerle el cascabel al gato.

Hace cuarenta y tantos años dijimos ¡la Papelera NO! Hoy con mucha vergüenza coreamos ¡Y la Papelera también!

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