Amplitud y firmeza para avanzar

La excepcional movilización ciudadana para votar en la segunda vuelta presidencial, el pasado 19 de diciembre, quedará marcada en la historia democrática de Chile. Mucho más de ocho millones de personas yendo a sufragar señalan que estas elecciones fueron un suceso popular y nacional que conmovió profundamente la voluntad ciudadana que sintió la cruda amenaza ultraconservadora en contra de avances civilizacionales fundamentales.

Asimismo, con objetividad se tendrán que recoger hechos y gestos políticos que fueron determinantes para unir en la diversidad y dar eficacia a un potente bloque de fuerzas, ante una derecha que volvía a su soberbia habitual luego de la primera vuelta, creyendo en una fuerte derrota de los partidarios del cambio social en democracia y, con ello, dar un duro golpe al proceso constituyente, obstruyendo la redacción y aprobación de la nueva Constitución, nacida en democracia.

La inmediata decisión del presidente del Partido Socialista, Álvaro Elizalde, de apoyar sin condiciones a Gabriel Boric fue un hecho político crucial. Lo digo no sólo por compartir esa conducta. La posición socialista evitó entrar a un túnel sin salida porque discutir si respaldar o no y a cambio de que se apoyaba la opción democrática, liderada por Boric, era totalmente inconducente.

No había nada que discutir, derrotar la irrupción del pinochetismo civil era una razón más que suficiente y un impulso definitivo. La posición socialista colaboró activamente a las rápidas decisiones de los partidos de la "ex Concertación" y generó el clima propicio para potenciar al máximo el planteamiento del ex Presidente Ricardo Lagos, el llamado de la senadora Yasna Provoste, la clarificadora declaración de Carmen Frei y luego el respaldo de Michelle Bachelet. En conclusión, el PS actuó asertivamente y fue lo correcto.

Asimismo, la certera contribución de Izkia Siches, como jefa de campaña, fue un aporte notable de lúcida perspectiva unitaria, fundamental en el despliegue territorial y la ampliación de la convocatoria de la opción de Gabriel Boric.

Así, con premura pero sin sobresaltos, se logró el escenario político-comunicacional para que -en los hechos- se rehiciera el entendimiento de las fuerzas de izquierda y centroizquierda, es decir, se recreó "mutatis mutandis" el acuerdo del NO que permitió derrotar a Pinochet, el 5 de octubre de 1988; generándose una fusión de energías en torno a la opción de Gabriel Boric, que actuó con lucidez y amplitud, impulsando a su vez la imparable e histórica participación electoral de la ciudadanía.

Hay que dejar claro que J.A. Kast no se desplomó y que su caudal electoral fue en número de votos similar al de Piñera el 2017, aquel que le sirvió para superar a Alejandro Guillier y retornar a La Moneda en su fracasada segunda administración, de modo que sin el carácter de máxima amplitud de la convocatoria el resultado no hubiera sido la inobjetable victoria que se produjo.

Por tanto, el triunfo es fruto esencial aunque no exclusivo, de una movilización excepcional de la ciudadanía, de jóvenes y mujeres, de adultos mayores e independientes, así como del abnegado esfuerzo de los militantes de partidos en las calles y territorios, en suma, de la voluntad popular que impidió la regresión autoritaria que levantó el proyecto ultraconservador.

Ahora bien, llega con celeridad imposible de frenar la hora de organizar el dispositivo de gobierno. Como lo definió el Presidente electo, "sin prisa, pero sin pausas" la nueva conducción del país deberá hacerse cargo del complejo escenario económico y el duro desempleo, de las secuelas de la pandemia, de las consecuencias del estallido social y la desigualdad social que abruma a Chile.

No será fácil alcanzar el punto de equilibrio entre las reformas que son urgentes y los requerimientos inmediatos de la marcha del país, el contenido y el ritmo de las reformas será decisivo para evitar cualquier intento de alterar la estabilidad institucional desde los grupos de ultraderecha que polarizaron la campaña presidencial. Por su carácter estructural los cambios planteados son irrenunciables, pero no podrán materializarse simultáneamente, el proceso es gradual, aunque a muchos cueste admitirlo.

El núcleo del poder económico dominante debe entender que los cambios planteados son ineludibles, que la estabilidad futura de la nación requiere un nuevo equilibrio social que exige cambios estructurales para superar la fractura que brota de una desigualdad lacerante y catastrófica. Este es un dilema global, no sólo chileno. La información alcanzada con las nuevas tecnologías hace imposible que se oculte una injusticia inaceptable para la conciencia de la humanidad.

La recuperación de la legitimidad del régimen democrático depende de la capacidad del gobierno que llega de hacerse cargo de la desigualdad y los abusos de poder, sería nefasto que se tratara de forzar a la conducción del país recién elegida a dejar sin concreción los magnos objetivos nacionales y sociales que hicieron que la ciudadanía, con una participación excepcional, ungiera Presidente a Gabriel Boric con una mayoría inapelable.

Asimismo, nadie debe intentar apropiarse de la victoria, el sectarismo es fatal; la coloquial frase popular de que "nadie se lleve la pelota para la casa" es aplicable enteramente a la actitud que debiera orientar a los partidos históricos, de izquierda y centroizquierda, su tarea es apoyar sin caer en mezquindades ni sectarismos, lo que se juega es demasiado.

También hay muchos "opinólogos" que desde una cínica imparcialidad desean darle línea al Presidente electo, esa pretensión tampoco es constructiva. Algunos de ellos cruzaron hace rato a la vereda del conservadurismo de libre mercado. Hay una pose dual que defiende el estatus quo pero se presenta muy progresista.

El Presidente electo tomará sus decisiones según sus criterios y antecedentes y tiene que ser apoyado en la carta de navegación que defina, hay que asumir que el proceso de cambios se orienta por su conducción. No cabe el regateo o la vieja maña de si pero... que daña más que ayuda. Hay que actuar sin estrechez, con amplitud y firmeza para avanzar. Por el bien de Chile.

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