Hernán “Clavito Godoy” y la diplomacia

Cualquier amante del fútbol chileno sabe quien es Hernán “Clavito Godoy”. Apasionado  y extrovertido entrenador, quien hoy lo es de Santiago Morning, efectuó  semanas atrás unas fuertes y polémicas declaraciones  “en vivo” a una radioemisora, derivado de un resultado que consideró injusto, producto del pésimo arbitraje.

Afirmó con convicción que los árbitros  chilenos eran “como las #$$$$, que eran malos, mediocres, aspirantes a árbitros... Y que los periodistas nunca lo dicen porque no se mojan el potito y que ellos (los periodistas) también eran como las #$$$$, porque siempre andan protegiendo a los delincuentes... Para  que vamos a hablar de la ANFP, donde se  robaron  todo el dinero”…, entre otros calificativos y epítetos lanzados al voleo en su día de furia.

Recibió como sanción por sus dichos una suspensión de 4 partidos, voces autorizadas especulaban que recibiría 20 fechas; sin embargo, aparentemente, la opinión pública deportiva respaldaba en el fondo, pero no en la forma, los comentarios vertidos por “Clavito”.

Con todo, debo confesar que me alegró enterarme de la benigna sanción, pues “Clavito” es una persona apasionada y querida por la hinchada.

En lo personal, quiero destacar que don Hernán me autorizó  hace muchos años a entrenar con Deportes Arica, equipo al que dirigía en esa época.

Lo convencí apelando a los sentimientos, pues como le expresara en esa ocasión “uno de mis sueños era ser futbolista, don Hernán, sin embargo Dios no me dio  talento para ello, solo ganas”. Luego le recité mi modesto CV futbolístico, cuyo gran mérito era haber entrenado con el equipo de Tercera División “Chimbarongo Fútbol Club” (omitiendo expresamente mencionar que ese mismo año el equipo había descendido a Cuarta División).

Me observó detenidamente, y me respondió: “Esta bien, me convenció. Entrene hoy con nosotros”, enfatizando la palabra hoy.Y así fue como participé en un entrenamiento inolvidable, gracias a la compresión de  don Hernán.

No obstante lo anterior, es evidente que su comportamiento ante la radio emisora no fue diplomático. Atengámonos a los significados coloquiales otorgados por el Diccionario de la Lengua Española a la palabra diplomacia, a saber: “cortesía aparente e interesada” y “habilidad, sagacidad y disimulo”. Resulta evidente que don Hernán no fue amable, ni menos reservado, en su intempestiva entrevista radial.

En diplomacia, las formas y la reserva son características de este estilo de vida-profesión, en especial, en situaciones delicadas o complicadas.

En este contexto, quisiera recordar un incidente del cual  fui testigo  como novel funcionario de la Dirección del Ceremonial y Protocolo.

Intentaré ser lacónico en este relato.

El Ministro Presidente de un reconocido Estado Federado de Alemania visitó nuestro país junto a una numerosa Delegación, por lo cual nuestro Ministro de RREE  ofreció un almuerzo en su honor en el Club de la Unión, en consideración a su alta investidura.

Como era un funcionario con potencial, me tomé la libertad de estudiar algunos antecedentes del festejado, lo que me permitió darme cuenta de su capacidad profesional y de su excesiva personalidad, la que según algunos, rayaba en la arrogancia.

En un principio, todo sucedió según lo previsto en el programa, hasta que el asistente de la visita me indicó que su Excelencia concedería una entrevista a un canal de televisión y en consecuencia, subiría a la terraza del Club para realizarla.

Asombrado por esta noticia, le recordé que estábamos próximos a entrar al comedor, por lo cual le sugerí que la postergara, petición que fue desoída por orden del Ministro Presidente.

Transcurrió el tiempo, lenta e inexorablemente, por lo que nuestro Canciller me consultó que ocurría. Le respondo que el Ministro Presidente tiene una entrevista.

Vaya a decirle que debemos pasar a la mesa.

Así lo haré, Ministro.

Intenté acercarme a la autoridad alemana, pero estaba muy concentrado en su  conversación televisiva, aunque creo que me ignoró expresamente. En consecuencia, le reiteré a su asistente la urgencia de regresar al salón principal.

Reporté lo reseñado al Canciller, quien ya medio molesto, me instruyó:

Dígale que lo estamos esperando para almorzar. Es tarde.

Por supuesto, Ministro. Para eso estamos.

Subí una vez más a la terraza y me dirigí hacia él con seguridad y convicción. Me paré a su lado y cuando intenté explicarle que debíamos bajar con urgencia al salón, me extendió su mano en forma altanera y despectiva, despidiéndome, como si éste se tratase de un Barón alemán y yo, de su súbdito.

Desconcertado y molesto bajé las escaleras.

¿Y qué pasó?, me consultó el Canciller.

 “Me hizo así con su mano”, Ministro. E imité el gesto técnico efectuado por la soberbia autoridad alemana.

Me miró fijamente el Ministro, notando el suscrito su enojo.

Pasamos de inmediato a la mesa.

¡Así lo haremos, señor Ministro!, expresé con una sonrisa de triunfo.

La delegación alemana y la nuestra no comprendían nada. ¿Por qué entrábamos al comedor sin la visita principal? Desconcierto absoluto.

El Canciller chileno se sentó en su lugar asignado y así lo hicimos todos. No hubo ni brindis ni palabras de bienvenida para el homenajeado, pues su silla estaba vacía.

Luego de un rato, ingresó  “el Barón” corriendo al comedor. Observé su cara de asombro al comprobar éste que las delegaciones chilenas y alemanas estaban sentadas y en franca y amena conversación. Y comiendo.

Un extraño a este evento, habría concordado con suscrito en que daba la impresión que nadie lo había extrañado, al Barón, se entiende.

Quisiera concluir señalando que en diplomacia también se pueden dar señales o realizar actos que reflejan  disconformidad con la conducta o comportamiento de otros. Hay que saber hacerlo. Parafraseando a Cantinflas: “Ahí está el detalle”.

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