La Haya, las derechas y el sofá de don Otto

Ismael Llona
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Las derechas de Bolivia y Chile proponen las posturas más chovinistas frente a La Haya. Sus banderas apuntan a ganar apoyos internos estando políticamente desnutridas como están. ¿Qué pasaría con las derechas bolivianas si no estuvieran junto a su gobierno en los ataques a “la burguesía chilena del siglo XIX” y en su vociferante retórica, que no distingue entre “chilenos”? Quedarían aún más alejadas del Palacio Quemado que lo que están.

En Chile, en tanto, las derechas chilenas, desde la extrema de Coloma (que desnacionalizó el país con Pinochet y el mar con la Concertación) hasta la “agrario laborista” de Tarud (ahora candidato a Presidente de la República aprovechando el clima chovinista) proponen lo máximo: si la legislación internacional y los tribunales de la ONU no nos dan lo que queremos, bueno renunciemos a ellos.

Es como el chiste de don Otto: cuando su señora lo engañó en un sofá, vendió el sofá para que nunca más pasara, y listo.

La derecha chilena propone eso. Lo malo es que esta vez no es chiste y el sofá, en este caso, escucha, atiende, saca conclusiones…y decide.

Así como nosotros nos hemos enterado, los jueces de La Haya (la mayoría que resuelva ahora será muy parecida a la que falló recién), también lo han hecho, y a ellos no le puede haber parecido bien ni la propuesta de nuestra derecha ni la recepción a medio cachete que de esa propuesta ha tenido nuestro gobierno. “Hoy no pero vamos viendo” parece ser ahora la posición oficial de Chile.

Con eso Chile podría parecerse al gobierno de derecha colombiano que estaría por desahuciar el Pacto de Bogotá si la Corte sigue apoyando posturas de Nicaragua.

La apertura de nuestra Cancillería a las propuestas de la extrema derecha puede tener razones de política interna (dar la impresión de sostener “una política de Estado” y no dejarse ganar  votos chovinistas en la próxima elección) pero es poco sostenible, por caer en lo de don Otto y porque siempre se sostuvo que el Pacto de Bogotá impedía tratar asuntos de límites acordados ya entre las partes y más en los primeros años del siglo XX.

En síntesis es reiterar huecos argumentos sobre argumentados y caer en el extremo de éstos.

Nunca será bueno sobre argumentar, y en tribunales como el de La Haya resulta contraproducente.

Ahora ya no sólo sobre argumentamos y hasta decimos que Bolivia fue la que declaró la guerra a Chile en 1879, sino que ya no nos importan los argumentos porque ya tenemos más o menos decidido que si nos está yendo mal nos salimos del Pacto. Es la argumentación ultra de todas las ultras. En el mejor de los casos ellas rebotarán en los muros de La Haya.

Mientras no se comprenda que la Corte entiende el diferendo como referido a un asunto que tiene que ver con “un problema pendiente” entre Chile y Bolivia (ésa es una diferencia incluso con las tensiones limítrofes con Perú, que no tienen otro pendiente que el circunscrito al famoso triangulito terrestre sin salida al mar) seremos reiteradamente derrotados.

Y está claro que “algo” pendiente hay: Von Klaveren, ex Subsecretario de RREE acaba de reconocer que, en representación del primer gobierno de Michelle Bachelet, él propuso a Bolivia una salida al mar al norte de Pisagua (¡)…claro que sin soberanía. ¿No había pendientes? ¿Por qué esas proposiciones si no había pendientes? ¿Nada le dice eso a la Corte, cuando una de las partes pide conversar sobre el tema?

Mientras no se entienda que el principal, sino único, “público objetivo”, en caso de juicios en La Corte es la Corte y no la opinión pública internacional ni menos la opinión pública nacional (siempre cargada al chovinismo) será muy difícil, por no decir imposible, ganar en dicho Tribunal.

No hay que hablar para la galería, hay que hablar para la tribuna.

Y a la Corte no hay que hablarle con displicencia, desde arriba, sobradamente, descomedidamente, derechistamente, ni menos darle lecciones sobre cómo Chile debió “defenderse” de Bolivia en 1879 (¡), sobre la inviolabilidad de los tratados (¡) y otras sobre- argumentaciones dirigidas más bien a los sectores más chovinistas del país.

Finalmente, las derechas son profundamente demagógicas.

El salirse del Pacto de Bogotá, firmado en 1948, no anularía el presente diferendo en La Haya. (Las “salidas” sólo tienen efecto después de un buen tiempo y el juicio actual continuaría).

Se sabe, además, que la Corte de La Haya no puede aceptar, si no hay acuerdo entre las partes, la modificación del Tratado de 1904 entre Chile y Bolivia. El artículo 6 del Pacto de Bogotá establece claramente: “Tampoco podrán aplicarse dichos procedimientos a los asuntos ya resueltos por arreglo de las partes, o por laudo arbitral, o por sentencia de un tribunal internacional, o que se hallen regidos por acuerdos o tratados en vigencia a la fecha de la celebración del presente Pacto”.

O sea, las derechas chilenas están peligrosamente jugando con el fuego de la demagogia. Y las de Bolivia, para qué decir. Evo los ha venido a limpiar de culpas después que ha demonizado a todo Chile, el de arriba y el de abajo, el de antes y el de ahora, y ha culpado exclusivamente a la carencia de mar el subdesarrollo y las penurias de Bolivia. La oligarquía boliviana, que sobreexplotó a su gente por más de un siglo, desde la derrota de 1879, bien gracias.

La solución integral a este problema pendiente tendrá que esperar.

Así como van las cosas Chile podrá ahora negarse a negociar y, negociando, negarse a ceder territorio a una Bolivia agresiva, que embiste como un toro herido, sin entender que la solución tendrá que ser pacífica, negociada con respeto, tripartita y beneficiosa para Bolivia, Chile… y Perú.

Tendrán que quedar atrás los sentimentalismos, los chovinismos, las miopías y los chistes de don Otto.

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