Pasos en falso frente a Bolivia

El encuentro de 15 minutos que sostuvieron la Presidenta Bachelet y el Presidente Morales en el marco de la reunión de CELAC en Costa Rica, fue interpretado por el canciller boliviano, David Choquehuanca, como un paso de Chile y Bolivia destinado a retomar la agenda bilateral de 13 puntos, “sin exclusiones”, lo cual incluía el tema marítimo.

Ante tal interpretación, el canciller Heraldo Muñoz se vio obligado a declarar el viernes 30: “Quisiera reiterar de manera categórica que el tema marítimo no está en la agenda de diálogo porque, como se sabe, está en La Haya. De modo que continuará tratándose donde corresponde”. Muñoz agregó que las palabras del canciller boliviano revelaban “que está confundido”.

Se supone que el canciller aconsejó a la Presidenta respecto de la conveniencia de reunirse con Morales. La otra posibilidad es que ella lo haya hecho contra la opinión de su ministro. En cualquier caso, ninguno de los dos podía dejar de considerar que un encuentro como ese, en el contexto de la demanda boliviana contra nuestro país en la Corte de La Haya, iba a interpretarse como una señal de que Chile y Bolivia empezaban a negociar directamente. ¿Sobre qué? Pues, sobre el único asunto que le importa a Morales, la salida soberana al mar, para lo cual ha llegado a sugerir que tiene al Papa de su lado.

Es lamentable que nuestro canciller haya dicho que el tema marítimo “continuará tratándose donde corresponde”. ¿Dónde está ocurriendo eso? ¡Pues, en La Haya! Es completamente insólito.

Sucede que Chile ha cuestionado la competencia de esa Corte para pronunciarse sobre la demanda boliviana, que en el fondo implicaría someter a revisión el tratado de límites entre ambas naciones.

Chile no reconoce que haya un tema marítimo pendiente con Bolivia, y además no acepta la jurisdicción de La Haya en esta materia. Simplemente, no la acepta. Ese ha sido el alegato oficial, y allí han concentrado sus mejores esfuerzos los agentes contratados por el gobierno. Para informar sobre esa posición han viajado representantes nacionales a diversos países. En ese cuadro, constituye un despropósito que nuestro gobierno no pondere adecuadamente los gestos hacia el gobierno boliviano ni le tome el peso a las palabras.

Chile y Bolivia mantienen relaciones de cooperación en múltiples ámbitos: libre tránsito, comercio, cultura, turismo, lucha contra el narcotráfico, etc. Conocidas son las amplias facilidades que Bolivia recibe de nuestro país para que sus productos salgan al Pacífico. Para mantener eso, no era necesario un encuentro presidencial en Costa Rica cuyo significado hubo que estar explicando después.

Es hora de hablar claro sobre el asunto de fondo. El no haberlo hecho hasta ahora ha dado pie a un gran malentendido. Aparte de los demagogos que conocemos, ¿alguien imagina seriamente que Chile puede aceptar que se inicie un proceso de revisión de la frontera con Bolivia y, eventualmente, con Perú? ¿Adónde conduciría eso? ¿Se siente quizás intimidado nuestro gobierno ante la posibilidad de enfrentar a la “coalición bolivariana” en esta materia?

Morales parece creer que es posible sumar fuerzas internacionales para imponerle a Chile alguna forma de cesión de territorio. Bueno, hay que decir inequívocamente que eso no ocurrirá ni siquiera en el caso hipotético de que una corte internacional llegara a resolverlo.

Lo responsable es no responder a la posición beligerante del gobierno boliviano con una actitud del mismo tipo. Pero la responsabilidad no debe confundirse con la sangre de horchata. Está demostrado que el mejoramiento de las relaciones bilaterales no dependía de que nuestro canciller jugara baby-fútbol con el mandatario boliviano, ni del afecto real o imaginario que se prodigaran entre ellos. En este terreno, solo vale una política de Estado, que defienda de manera coherente los intereses de Chile.

La política respecto de las diferencias con Bolivia cuenta, en general, con un amplio consenso nacional. Hay que cuidar y potenciar ese consenso. Los pasos en falso son demasiado costosos.

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