La privatización de la Navidad

Una de las deformaciones o mutilaciones de la celebración de la Navidad que se da en el mundo cristiano es una especie de "privatización" de la misma. Con esto quiero decir que se reduce el nacimiento de Jesús sólo y exclusivamente al ámbito de lo íntimo, de lo familiar, desvinculándolo de su dimensión social, lo que es característico de un equivocado espiritualismo intimista, ahistórico y desencarnado.

La crisis social que estamos atravesando, y que se da también en tantos otros lugares del mundo, hace más necesario que nunca recordar y rescatar la perspectiva social de esta celebración.

Comienzo explicando que lo que los cristianos celebramos en Navidad es el nacimiento del Mesías e Hijo de Dios. Es lo que llamamos el misterio de la encarnación: el Hijo de Dios ha asumido nuestra "carne", se ha "humanado" en el vientre de María. En Jesús, Dios ha entrado en la historia. Es decir, ¡todo lo contrario a los espiritualismos que desprecian lo humano y la historia!

Este Mesías ha sido ya anunciado en numerosos textos del Antiguo Testamento, de los cuales referiré tres, dos del profeta Isaías, bastante conocidos, y uno del profeta Jeremías.

1) En Isaías 9,1-6 se dice que el pueblo, que andaba a oscuras, vio una gran luz que lo llenó de regocijo porque los liberó de la opresión y violencia ya que "una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. En su hombro traerá el señorío, y llevará por nombre: Consejero prudente, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de la paz. Acrecentará su soberanía y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y su territorio, para restaurarlo y consolidarlo por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre".

2) En Isaías 11,1-4 dice: "Saldrá un brote del tronco de Jesé, un retoño brotará de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza… No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles, con rectitud a los pobres de la tierra".

3) Y Jeremías 23,5-6: "Miren que vienen días -oráculo de Yahvé- en que suscitaré a David un retoño justo; reinará un rey prudente que practicará el derecho y la justicia en la tierra… y éste es el nombre con que lo llamarán: Yahvé nuestra justicia".

Los tres pasajes coinciden en presentar al Mesías estrechamente vinculado con la justicia. En el primer texto, el último título que se le asigna es el que corona los demás: Príncipe de la paz. Y esa paz se logra porque el territorio ha sido restaurado por medio del ejercicio del derecho y la justicia. Quizá la mejor formulación breve de la vinculación entre la justicia y la paz la exprese este profeta cuando asevera que "el fruto (o efecto) de la justicia será la paz" (Is 32,17).

En el segundo, pareciera haber una formulación redundante "juzgará con justicia a los débiles", pero no se trata de un error, sino de la dramática y cruel de la realidad de tantos jueces que, antes y ahora, se han vendido a los poderosos, aplastando a los débiles que recurrieron a ellos en busca de justicia. Son los así llamados jueces venales.

Y, por último, el pasaje de Jeremías llegará a llamar al Mesías como "Yahvé nuestra justicia", es decir, Mesías y justicia son términos intercambiables.

En estos pasajes hay una relación estrecha entre el Mesías, lleno del espíritu de Dios, y el reinado que él funda de justicia y paz, relación que en el cristianismo ha sido normalmente pasada por alto, pues ha preponderado lo intimista y privado en desmedro de lo social. No se trata tampoco de negar lo privado y familiar, lo que constituiría otra mutilación, sino de incorporar lo social, lo comunitario. Pensar el país, y por qué no el mundo, como una gran familia.

Para quienes nos declaramos creyentes y discípulos de Jesús celebrar la Navidad significa acoger al Dios que se da a sí mismo en un niño para la salvación, liberación y plenificación de toda la humanidad. Por tanto, el compromiso por la justicia forma parte esencial de la vocación cristiana.

Debemos, por tanto, evitar a toda costa los dos siguientes peligros: que la crisis nos lleve a olvidarnos de la Navidad o que la Navidad nos lleve a olvidarnos de la crisis y sus justas reivindicaciones.

El Señor Jesús es nuestra justicia, que nos llama a ser justos y a luchar sin violencia por la justicia, en especial para con los más indefensos.

Ojalá en esta Navidad rescatemos el aporte que como cristianos podemos y debemos hacer a la sociedad y la celebremos abiertos a los problemas y desafíos de nuestro Chile.

¡Feliz Navidad!

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