Verdaderas mentiras

Profunda sorpresa causó la entrevista la semana recién pasada llevada a cabo por el conductor Eduardo Fuentes al P. Tito Rivera en el programa “Mentiras Verdaderas”.  Fue el cómo se llevó a cabo. Cualquier persona puede y tiene derecho a expresar lo que estime pertinente, sus intimidades, valoración de la vida, modo de concebirla,etc.

Sin embargo, no tiene derecho y no corresponde que lance al voleo argumentos absolutamente subjetivos y que no tienen ningún asidero científico y/o estadístico que lo avale.

Me refiero en concreto, al porcentaje que el entrevistado espetó en relación a su “impresión” en materia de sacerdotes que,“pensaba”, “creía”,” imaginaba”, “más o menos”, eran homosexuales.

En cualquier entrevista debe primar la ética, de manera de evitar la confusión que pueda generar e introducir algún invitado de turno, con el daño consecuente que ello produce.

Un programa debe cuidar siempre que quien lo ve y escucha, ante argumentos al voleo, tenga base y fundamento que lo haga creíble. La abogada del sacerdote, días antes, también dijo una aberración semejante, con un desparpajo y liviandad impresentable.

Otro aspecto grave es el relativo a los sacramentos del matrimonio, penitencia y orden sagrado que Tito Rivera despojó de su santidad, don y gracia. Ellos son los oxígenos para todas las circunstancias de la vida, estado y condición de las personas, animando y fortaleciendo ante las tentaciones y debilidades propias de la existencia humana.

Cabe destacar que la tendencia o auto afirmación homosexual en un hombre consagrado no hace el conflicto.  Lo que genera contradicciones indiscutibles es el ejercicio de la misma ya que contraviene desde todo punto de vista la promesa y voluntad de servir un ministerio consagrado. Lo mismo ocurriría el ser heterosexual. No es el problema serlo sino ejercerlo.

Algunas de las entrevistas del tenor de la comentada, suelen ser sórdidas, burdas con contenido erótico, morbosas e impulsada, potenciada y sostenida por el propio entrevistador.

Hoy la iglesia católica investigada, estigmatizada, cuestionada, imputada y condenada por delitos sexuales, de abuso de poder y de conciencia es destronada de sus falsos ídolos y del proteccionismo que gozaba antaño.

Con todo, nunca es lícito y por muy pocos advertido, que haya un aprovechamiento caprichoso y abusivo, en algunas ocasiones, malicioso, depravado y perverso y con características de venganza en un “pretendido afán inútil” por destruirla y silenciarla para siempre.

Me preocupa que esa intencionalidad oscura que se ha instalado y a la caza de brujas atente contra la lozanía, transparencia e inocencia de tanta gente, niños, jóvenes y adultos.

Que distancie irremediablemente y por generaciones de los valores y principios fundantes que ennoblecen a las personas y construyen a las sociedades, proclamadas por los innumerables sacerdotes, honestos, trabajadores y nobles que dan su vida por el Evangelio de Jesucristo.

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