Estigma y salud mental

La salud mental es un tema del cual se habla poco.Probablemente porque las injusticias en el área de salud son tantas que siempre hay otras enfermedades que dan la sensación de “merecer” más atención por parte de la prensa y la sociedad.

Sin embargo, es necesario hablar sobre el estigma que existe en Chile y en muchos otros países en torno a las enfermedades de salud mental. Según Ervin Goffman, especialista en este tema, el término estigma se define como “un atributo profundamente desacreditador”. Es decir, la persona que tiene esta característica particular siente un amplio descrédito o desvalorización por parte de sus pares.

Cuando hablamos de estigma social debemos entender que hay tres aspectos muy importantes que lo forman, los cuales se refuerzan mutuamente.

Primero están los estereotipos, entendidos como “creencias negativas sobre un grupo”. Luego tenemos los prejuicios, los cuales se definen como “conformidad con las creencias y/o reacciones emocionales.” Y en último lugar está la discriminación, la cual se explica como un “comportamiento en respuesta al prejuicio”.

Distintos estudios sobre el estigma y las enfermedades de salud mental demuestran que los estereotipos más comunes asociados a las enfermedades de salud mental grave (esquizofrenia) son peligrosidad, extrañeza, incapacidad para manejar su vida, incurabilidad e impredictibilidad, entre otros.

Por su parte, los estigmas asociados a las enfermedades de salud mental como la depresión son menos intensos pero igual son negativos. Un estudio realizado en Australia en 2006, demostró que se ve a las personas con depresión como débiles, no aptas para tomar decisiones e impredecibles.

En Chile una de cada tres personas sufre algún tipo de enfermedad mental en algún momento de su vida. Según la Encuesta Nacional de Salud de 2009, un 17% de los mayores de 15 años ha presentado síntomas depresivos.

Todo esto nos debe hacer reflexionar sobre cómo reaccionamos ante las personas que viven con algún tipo de enfermedad de salud mental. Y además de cómo nuestros servicios de salud atienden a este tipo de pacientes.

No solo son discriminados socialmente sino que la mayoría de las empresas de salud privadas solamente cubren un 30% de los gastos asociados a estas enfermedades.

Por lo mismo, es necesario educar a la población y a los prestadores de servicios de salud (privados y públicos) para cambiar la manera en que ven y tratan a pacientes con enfermedades de salud mental.

Este sería un pequeño primer paso para luego incorporar la atención psiquiátrica y psicológica como parte de una red de salud integral donde se ve al paciente de manera completa y no se le divide por partes, dándole más valor a unas que a otras.

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