La difícil solidaridad en el sistema de salud chileno

La ministra de Transportes, Gloria Hutt, recordó en una entrevista en CNN hace un par de meses sus tiempos de asesora en materia de concesiones y su experiencia de trabajo de visita en el Citibank de Nueva York, en una mesa multirracial en que estaban los mejores del mundo de las finanzas, de todos colores y procedencias. Comparó esa mesa con la de la banca nacional, donde el 100% de los asistentes eran caucásicos, ni siquiera uno era mestizo o de raza originaria. 

Pongamos atención, por ejemplo, al descalabro vecinal que produjo el alcalde Lavín con su propuesta de edificio para viviendas sociales en la rotonda Atenas. Escuchar los argumentos sociofóbicos de los vecinos volcados a las calles, sin embargo, no nos causó gran sorpresa. Tal vez sí un poco de vergüenza. Es que al fin y al cabo, lo sabemos, nos hemos transformado en una sociedad primitiva. 

Ténganse presente las consideraciones de Brunner en el Mercurio del domingo 19 de agosto, acerca del rol no verificado de la educación en la sociedad. Enseñar y aprender a convivir, citando a Jaeger cuando se refiere a la Paideia griega.

Dice el columnista, “es más fácil vivir contra otros que aprender a vivir con ellos”. Nos señalan, entonces, que educar es más que una cuestión práctico-utilitaria, la de enseñar a conocer y a hacer (el knowhow, que le llaman). Se trata también de aprender a convivir, a vivir en comunidad ¿acaso no lo supimos alguna vez? ¿Cuándo y cómo fue, entonces, que en Chile nos volvimos primitivos? 

Ni hablar del coeficiente de Gini de la CASEN, del individualismo reinante, de las fobias a los inmigrantes, de la pérdida de los espacios públicos, de la estratificación social del sistema educativo, de las pensiones privilegiadas de los miembros de las fuerzas armadas y de orden, de los planes de salud vitalicios de ejecutivos de empresas públicas, del relativo abandono de nuestros adultos mayores, de la desconsideración pública a los discapacitados y del sistema de seguridad social de la salud segmentado por ingresos y por riesgos de enfermar. 

Hablemos ahora, entonces, de las ISAPRE, dado que se han levantado en Tribunales nuevos impulsos para su reforma.

La resolución del Tribunal Constitucional del 2010 dio origen a la conformación de una Comisión Presidencial de Financiamiento de la Salud en el primer gobierno del Presidente Piñera.

Después vinieron otras comisiones, proyecto de Ley mediante que pasó al olvido en los anaqueles de la Comisión Salud del Senado. Nadie parece demasiado motivado con el asunto.

Entonces, claro, la Dra. Siches tiene toda la razón cuando nos advierte que hemos dejado en manos de los Tribunales un tema que como sociedad no hemos sido capaces de resolver.

Misma razón tiene el nuevo Superintendente de Salud cuando se plantea recuperar para la agencia reguladora que dirige las facultades y prácticas para obrar en la materia en lugar de los Tribunales. 

En un escenario de mancomunión de fondos, ya lo hemos dicho, las ISAPRE deberían ser transformadas definitivamente en agentes de la seguridad social, que hoy en día no son a pesar de que administran gasto público, al decir de la OCDE.

Se les debería despojar definitivamente de esas pulsiones propias de quienes se desenvuelven en un contexto abiertamente competitivo. La alternativa era un seguro universal a cargo de FONASA, donde las ISAPRE serían puestas fuera de la seguridad social, en el mercado de los seguros complementarios. Esta no fue la opción que hizo el gobierno. 

Se anuncia un proyecto que en el camino a una futura mancomunión de fondos preservaría tramos de tarifas, los que reducirían las diferencias que se aprecian en la situación actual cuando se tarifica directamente por riesgos. Una suerte de semi-solidaridad. Pero ésto en su momento confundió a Sánchez de la UNAB, que lo vio contradictorio y no como parte de una gradualidad que el mismo apoya.

En Chile hay explicaciones de sobra, técnicas y políticas, para no llegar a ser definitivamente solidarios. ¿Será una cuota de realismo del ministerio de Salud? Una pena, porque la solidaridad en salud suena fácil de comprender: hoy por ti, mañana por mí.

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