La pandemia interminable

Chile acaba de pasar a Italia en casos totales de pacientes con coronavirus (Chile: 242.000, Italia: 238.000). La cifra es escalofriante, no sólo porque los italianos tienen casi tres veces más población que Chile, si no porque además han hecho mucho más exámenes que nosotros (81 por cada millón de habitantes, frente a 49 por cada millón de habitantes en Chile). Es decir, si hubiésemos testeado tanto como ellos, probablemente ya hace rato los habríamos superado.

Algunos, sin embargo, celebran señalando que no estamos tan mal, explicando que en Italia han fallecido 34.634 personas frente a los 4.479 de Chile, ambos valores de decesos confirmados por PCR.

No obstante, olvidan que Italia tiene un 22.7% de su población sobre los 65 años versus el 11.5% de población adulta mayor en nuestro país, lo que explica, en gran medida, el mayor número de muertos en ese país de Europa.

Por otra parte, mientras Italia viene saliendo de la pandemia, nosotros la vivimos en modo Macondo: interminable y con cifras de contagios que no se reducen a pesar de largas semanas en cuarentena.

De seguir en esta trayectoria, y considerando que aún no vemos una desaceleración en los contagios, es probable que alcancemos fácilmente los diez mil fallecidos, cifra con la que tendremos la misma cantidad de muertos por millón de habitantes que Italia.

La situación es evidentemente una catástrofe, y las razones no se reducen simplemente a qué tipo de cuarentena se adoptó en su momento, sino más bien a algo que se señaló en una olvidada minuta del Consejo Asesor Covid 19, el pasado 21 de marzo.

Ahí se explicaba,  cuando apenas llevábamos 434 casos en todo el país, que el 90% de estas personas no estaban efectivamente aisladas y que no se estaba logrando ubicar a sus contactos estrechos.

Es decir, a menos de tres semanas de comenzada la pandemia en Chile, ya habíamos perdido la trazabilidad del virus y los enfermos no estaban separados. De ahí en adelante todo empeoró.

Para finales de mayo, Ciper revelaba que sólo 80 personas buscaban a los contactos de los contagiados y que 11 mil personas diariamente no eran ubicadas por este escuálido equipo de telefonistas, permitiendo que siguieran contagiando a personas sanas.

Hoy todo es peor, y al actual ministro le ha tocado algo muy difícil, debe dar las malas noticias de las cuales no es responsable, reconociendo que los fallecidos eran el doble de los informados y que 31 mil pacientes positivos nunca fueron contabilizados como contagiados.

Desgraciadamente, lo que se viene es aún más complicado. Si habitualmente un ministro tiene una par de meses de rodaje, el Dr. Paris no podrá darse el lujo de demorarse más de dos semanas. El tiempo apremia y debemos tomarnos en serio el nuevo “mantra” recomendado por la Organización Mundial de la Salud, diagnosticar, trazar y aislar. ¿Qué significa esto?

En primer lugar, diagnosticar implica aumentar la capacidad de testeo, entregando sí los resultados a tiempo (no en 9 días o más como ocurre hoy).

Una forma de lograrlo es entregando recursos para que todos los laboratorios disponibles trabajen con turnos de 24 horas, y no sólo en horario de oficina. También puede funcionar el pool testing, técnica que básicamente permite que con el mismo reactivo, se analicen diez muestras al mismo tiempo, acelerando el proceso.

Igualmente urgente es trazar. Aumentar la capacidad para ubicar a todos los contactos de un contagiado. Para esto se debe contratar miles de personas para que hagan llamadas telefónicas o incluso empresas de call center, que poco deben estar vendiendo por estos días, con el único fin de llamar a cada uno de los cercanos de los enfermos, y aislarlos rápidamente.

Y lo último, aislar. Aquí me refiero a las ya famosas residencias sanitarias. Si bien hoy existen 12 mil camas disponibles en éstas, increíblemente menos de la mitad están ocupadas.

Hay que simplificar el proceso de ingreso y que cualquier persona pueda entrar con una orden médica.

Debe incentivarse su uso con campañas publicitarias en televisión y otros medios, para que cualquier persona que no pueda hacer una cuarentena aislada en su casa, sepa que estos son lugares cómodos, limpios y donde recibirán atención y alimentación tal como en su hogar, con el único fin de prevenir contagios dentro de una familia.

Con un invierno que recién comienza, el gobierno arriesga una pandemia sin fin. Y si bien no somos un país rico, tampoco estamos entre los más pobres del mundo. La política fiscal responsable de los últimos 30 años debe ahora entregar sus frutos para proteger a todos sus ciudadanos.

Las decisiones que se adopten, pueden cambiar el curso de los hechos, o por el contrario, perpetuar una situación dramática.

Al ritmo que vamos, la epidemia del coronavirus terminará siendo la peor calamidad en los últimos 100 años, con más víctimas que el terremoto de Valdivia (2000 fallecidos) y la Gripe de 1957 (7300 fallecidos) juntos.  

Es clave entonces, reconocer la gravedad de la situación, y actuar en consecuencia. Ya no queda otra opción.

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