Salud ¿una aspiración o un derecho?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el concepto de salud se refiere a un estado de completo bienestar físico, mental y social que tiene una persona, y no sólo a la ausencia de enfermedad. Esta definición es el resultado de una evolución conceptual que surgió en reemplazo de una noción que presumía que “el estar sano” era simplemente el “no estar enfermo”.

Así, la idea de bienestar humano trasciende lo meramente físico, concibiéndose luego que la salud también tiene que ver con el medio ambiente que rodea a la persona. La evidencia y la mejor comprensión del fenómeno salud-enfermedad, llevan a afirmar que la salud física se relaciona con la capacidad de una persona de mantener el equilibrio y resolver las propuestas de cambio que el entorno le plantea, ante lo cual pone en tensión su historia de adaptación al medio, no pudiendo estar al margen de esa interacción.

Así también su salud mental radica en el equilibrio con su entorno lo que implica la posibilidad de resolución de los conflictos que le aparecen; a su vez, la salud social es la medida que el hombre pueda convivir con un equilibrio psicodinámico, en armonía con sus congéneres y con satisfacción de sus necesidades y expectativas.

El ordenamiento constitucional chileno reconoce “el derecho a la protección de la salud”, según reza el artículo 19 número 9 de nuestra constitución política, lo que ha sido así desde comienzos del siglo veinte, a partir de la Constitución de 1925. “El Estado protege el libre e igualitario acceso a las acciones de promoción, protección y recuperación de la salud y rehabilitación del individuo”, derecho erigido sobre la base de un modelo de estado subsidiario, limitando su naturaleza de derecho de corte social a los que el ciudadano aspira, estando supeditado al grado de solidaridad pactado y a la capacidad económica del estado para sustentarlo.

De ahí que aparecen dos primeras consideraciones, en primer lugar no es lo mismo el “derecho a la salud” que el derecho a su protección a través del acceso a las distintas prestaciones que constituyen la asistencia o dimensión pasiva, que es la atención de las personas.

Si bien no se asegura ni protege el completo bienestar biopsicosocial entendido como concepto de salud ya enunciado, tampoco se asegura el derecho a la protección o acceso a la atención de salud, porque esto dependerá de los recursos disponibles.

Por otro lado, las tremendas expectativas de las personas en materia de salud y el anhelo de que “alguien” les resuelva la enfermedad, tienen que ver en buena parte con una reacción a la demagogia de augurios y la ambigüedad en el despliegue discursivo que ha sembrado una infinidad de expectativas imposibles de cumplir, generando grandes frustraciones y desesperanza, principalmente cuando la vida se está jugando a diario.

La salud como tal no es un derecho, mal podría serlo si Juanito nació con labio leporino, ¿a quién reclamo y exijo mi derecho de tener un niño sano, sin malformación congénita?

¿Demando al pediatra porque Camila tiene displasia congénita de caderas? ¿Demando al gobierno porque soy diabético? ¿Tuvieron estas personas derecho a la salud?

Y si ya no lo tuvieron ¿está realmente garantizado para ellos el derecho a la protección de su salud a través de un acceso a la atención oportuna, adecuada y de calidad?

La salud, como la define la OMS, no es un derecho, es un deseo, un anhelo, una declaración  altruista y ansiada. A su vez, el derecho a la protección de la salud -si bien así lo expresa nuestra carta fundamental- a juzgar por lo observado a diario, aunque esté escrito que está garantizado y sea exigible, se ha transformado en una lista de garantías incumplidas materializadas en listas de espera, en volúmenes crecientes de reclamos, mediaciones y demandas judiciales que van convirtiendo en una escalada constante y sin tregua las expresiones de insatisfacción de las personas.

El principio de identidad o de “no contradicción” afirma que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y desde un mismo punto de vista, ¿salud o enfermedad?, ¿derecho o ilusión?

Parece que llegó el momento de decodificar y modificar el concepto de salud, pues en base a políticas bien intencionadas se ha construido un discurso que transmitió enormes expectativas, convirtiéndose en nuestra propia arma destructiva y del cual está cada día más difícil salir. 

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