Vacunas, una forma natural de defensa

Las vacunas previenen diversas enfermedades con las que se batalla a diario en hospitales y clínicas, sin contar con aquellos brotes de patologías que ya parecían erradicadas.

Las vacunas son el mejor mecanismo natural para defendernos de las enfermedades. Es natural porque al introducir al organismo un pedazo de una bacteria o virus, lo que hace el cuerpo es que genera inmunidad contra esa infección. Por lo tanto, cuando llega la infección el cuerpo se defiende sin problemas y la enfermedad no se produce.

La disyuntiva de algunas personas entre colocar o no vacunas obedece a la historia de las mismas, ya que antes tenían cierto grado de toxicidad.Un porcentaje de estas vacunas se hacían con el virus o la bacteria viva, por lo que en algunas ocasiones producían enfermedades.

Así, se empezó a retransmitir  de que al ponerse la vacuna, la persona lo pasaba mal, por los evidentes signos de la enfermedad contra la que estaba siendo vacunada.

Las vacunas actuales no pueden producir la enfermedad, ya que solo son un pedazo de la bacteria.Sólo pueden generar una buena defensa o tener la mala suerte de no generarla, pero no pueden provocar la enfermedad.

A modo de ejemplo, la vacuna del sarampión, rubeola y papera tiene una efectividad de 95%, lo que quiere decir que a un 5% de la población no les tomó la vacuna.Para paliar esta situación, se ejecuta cada cinco años un plan de revacunación general, y se vuelve a vacunar a toda la población que se supone que a pesar de haber sido vacunada puede que no le haya tomado. Esta planificación pretende lograr una alta cobertura.

Si bien es cierto hay vacunas que tienen mercurio que se deposita en el Sistema Nervioso Central (SNC), no hay ninguna investigación seria hasta el momento que indique que estos depósitos producen daño al SNC y menos aún autismo.

Es más, si se compara la cantidad de dosis de vacunas colocadas versus la cantidad de gente con autismo, hay muchísimas más vacunas colocadas que diagnósticos de autismo en un período determinado. Claro está que lo mejor es que las vacunas no tengan mercurio, prueba de ello es que las modernas ya no lo traen.

Para aquellos que insisten en la agresividad y/ o en la toxicidad de las vacunas, la respuesta es que aún no se ha descubierto una defensa más natural y eficiente.

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