A 19 días y contando...

A diecinueve días del aluvión, en tanto las autoridades se congratulan por sus “aciertos” los habitantes del sector cercano a la costanera están viviendo una pesadilla que apenas comienza, con el barro mezclado con aguas servidas al cuello y sin soluciones.

Para contextualizar la situación quisiera compartir con Chile que aquí en Punta  Arenas, Magallanes, el pasado 11 y 12 de marzo sufrimos un aluvión que trajo como consecuencia más de 98 hectáreas de la ciudad inundadas por un mar de lodo, (hasta el momento se han retirado más de 250 mil toneladas), troncos y todo cuanto pudo arrastrar desde su nacimiento el río Las Minas.

A pesar de los reportes que indicaban la entrada de un particular frente de mal tiempo, la presencia de estudios previos que indicaban la inestabilidad geológica de la ladera norte de la cuenca alta del río, el conocimiento cierto de la obsolescencia de los puentes que siguen el cauce del río hasta su desembocadura y al parecer un diseño de la recientemente inaugurada avenida costanera, que no estaba preparada para este tipo de desastres, no se alertó a la comunidad.

La encargada de la oficina regional de la Onemi, Erika Canales declaró a las 22,30 horas del día anterior que el río no iba a desbordar, que no había peligro alguno. En tanto el domingo 11 las autoridades inspeccionaban algunos puentes cerca de la medianoche al igual que algunos vecinos que ya alertaban la posibilidad del desborde.

Puedo entender que la ineficiencia reconocida de la renunciada directora le impidiera dar una alerta temprana, pero no puedo aceptar que no se utilizaran esas 14 horas antes del aluvión para alertar al resto de la población que permanecía al interior de sus viviendas.

El agua hacía lo suyo, amanecía el Lunes 12 y por las radios locales se daban múltiples reportes de la situación en los diferentes sectores afectados, pero en ningún momento hubo un aviso cierto de que  el río tenía una sorpresa que darle a la ciudad.

Cerca del mediodía se salió por completo de su cauce arrastrando como un aluvión  cientos de miles de toneladas de barro, materiales y troncos cambiando por completo la cara de un amplio sector de la ciudad.

Muchos fuimos evacuados en zodiac o vehículos de fuerzas armadas para quedar luego de ese corto, helado y mojado viaje parados en alguna calle sin más asistencia que “llegue como pueda a algún lugar”.

Los relatos de los afectados directos son estremecedores, niños, adultos mayores que debieron  abandonar sus  viviendas a tiempo , enseres que pudieron resguardarse, protecciones en las casas que pudieron erigirse, si se hubiese comunicado la real magnitud del aluvión.

Las más  de 860 familias afectadas algunas se dirigieron a albergues, la mayoría se fue a casa de amigos o familiares. Otros permanecieron en sus casas sin tener adonde ir. En tanto las autoridades discutían entre sí, asignándose responsabilidades y culpas unos a otros, y  los damnificados, consternados por la tragedia, constataban cómo en algunas horas habían perdido bajo el lodo el trabajo de toda su vida.

A partir de ese día Martes 13 empezamos a vivir dos realidades. La de un sector de la ciudad que sufrió una catástrofe o aluvión con consecuencias similares a la de un tsunami y la de otro sector de la ciudad que empuja para que su vida vuelva a la normalidad.

La de las autoridades que insisten en que “se hicieron bien las cosas” y que aun ahora toman “las decisiones correctas” y la de miles de habitantes que están pasando por una pesadilla que no está siendo dimensionada en su real magnitud y que al perder la calidad de noticia es sepultada por los medios de comunicación.

En los días siguientes nos visitaron tres ministros, seguidos de cerca por cámaras, micrófonos y el cortejo habitual de autoridades y empleados del gobierno regional.

Para los damnificados esas visitas nos dejaron en concreto: un puente derrumbado luego del aluvión, anuncios de la construcción de cuatro puentes nuevos, ayudas para las viviendas afectadas que van entre 700.000 pesos y 1.200.000 para materiales de construcción, ( esto solo si eres propietario, o sea los que estaban como arrendatarios y allegados no están incluidos), para viviendas de ciertas características, (menos de 40 millones de avalúo fiscal) y alguna ayuda vía Sercotec para pequeños y medianos emprendedores.

Se declaró la zona de catástrofe casi once días después y el decreto fue firmado por el ministro Hinzpeter porque el Presidente Sebastian Piñera al parecer no tuvo el tiempo suficiente para firmarlo antes de su viaje al extranjero.

Los primeros días la gente se volcó a ayudar a despejar las calles, mientras lentamente la burocracia estatal desplegaba proyectos que permitían liberar fondos para sacar maquinaria pesada a las calles.

Prioridad, despejar las vías públicas para que la ciudad vuelva a normalidad.Algunos programas de absorción de cesantía refuerzan el trabajo en las calles.

Claramente lo expuesto es insuficiente. Hay 2100 propiedades afectadas que tienen que retirar el lodo, constatar los daños, desinfectar, iniciar reparaciones antes de que muchas familias puedan retornar a sus hogares.

Hay seres humanos que están en los albergues denunciando falta de atención.

Trabajadores que tienen una tarea titánica en sus hogares y deben presentarse en sus puestos.

Pequeños y medianos emprendedores y comerciantes que han perdido todo, que afrontan compromisos previos y la tarea de reconstruir su fuente laboral.

Familias que viviendo en sus hogares levantan sus pisos de madera y se encuentran con piscinas de un metro y medio de lodo bajo sus casas, muchas de ellas inclinadas o hundiéndose.

En breve se hará visible el drama de quienes están viviendo en casas de familiares o amigos y que deben enfrentar el doble esfuerzo de arrendar mientras sus hogares van reparándose lentamente.

En tanto los arriendos suben, los precios de los materiales de construcción y de la mano de obra, también.

Los damnificados denuncian falta de atención y abandono por parte de las autoridades que preocupados de devolver la normalidad a las calles y funcionamiento básico de la ciudad, niegan o minimizan el drama que vive cada una de esas 2100 familias afectadas.

Abandono porque ciñen las ayudas al marco de lo que un Estado centralista y prepotente les permite implementar, tanto en materia de emergencias como en la posterior ayuda a los damnificados.

Mañana lunes comenzaran las clases en tres liceos que están en la zona afectada.Es de esperar que el barro que aun está en patios, veredas y calles, el polvillo que el viento y el transitar de vehículos levanta, los ratones y guarenes que proliferan en el sector, el frío propio de Magallanes no provoque un problema sanitario mayor.

Los damnificados dando muestras de empuje y valor están trabajando en sus propiedades en la medida de sus capacidades, esperando que las muestras de solidaridad recibidas de parte de todos los magallánicos no se transformen en botín electoral.

Se han organizado uniéndose las tres juntas de vecinos y otras agrupaciones existentes en el sector afectado constituyendo una agrupación que demanda respuestas concretas mientras constatan, hasta ahora, que el marco legal y la falta de voluntad política pueden más que los seres humanos, y que el Estado hace caso omiso de las necesidades de ciudadanas y ciudadanos.

En tanto, el gobierno y funcionarios resguardan sus intereses, personales y corporativos, minimizando la envergadura de la tragedia ante la falta de capacidad de proporcionar la ayuda adecuada y urgente que se requiere.

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