Dime qué cargo tienes y te diré quién eres

Chile es un gran país, no hay duda de ello. Sin embargo, hay que reconocer que lo que hemos aprendido de no discriminación ha sido a través de cientos de casos emblemáticos y experiencias dolorosas de personas que nos enrostran lo que hemos sido capaces de hacer como sociedad. Es realmente vergonzoso, y cuando creemos que hemos avanzado en estos temas que evidentemente requieren medidas o sanciones, aparecen más factores por los cuales también nos discriminamos a diario.

Ahora, que conmemoramos el Día del Trabajador, es paradójico pero necesario contar que la discriminación en los ambientes laborales todavía es un desafío pendiente de las empresas y organizaciones en general, donde no sólo hemos decidido excluirnos por el género, edad, discapacidad, sino también por el tipo de cargo en el cual nos desempeñamos, incluso más retrógrado aún, por nuestra apariencia física.

Cumplimos una década de la Ley Zamudio, promulgada en memoria del joven asesinado por la homofobia y violencia de un grupo de hombres, y en ella se establecen más de 15 categorías sospechosas de discriminación, como la identidad de género, nacionalidad, religión y orientación sexual. Sin embargo, no alcanzamos a tipificarlas todas, cuando aparecen otros motivos por los cuales también nos excluimos o tratamos injustamente. Y si bien esta ley sigue siendo insuficiente, no me quiero referir a eso, sino al espíritu de ésta, a la no discriminación que tanto nos cuesta.

La Segunda Consulta Nacional de Discriminación (Segegob 2021) revela que el 48% de las personas se han sentido alguna vez discriminadas. Asimismo, según las personas o grupos que discriminan, en primer lugar, se encuentran los compañeros(as) de trabajo (39%), en segundo lugar, desconocidos(as) (38%) y en tercer lugar, conocidos(as) o amigos(as) o instituciones pública.

Con respecto a los lugares en los que las personas declararon haber sido discriminadas, el más nombrado fue el trabajo con un 40%.

Y es que las áreas de recursos humanos y las altas directivas no la tienen fácil, porque la discriminación está muy inserta en el ADN de la sociedad chilena. Nos sorprendió lo que arrojó un estudio que realizamos en Fundación Ronda, donde se muestra que un número importante de personas tiene una percepción de discriminación al interior de las empresas consultadas, no sólo con respecto a las personas que el colectivo de nuestra sociedad comúnmente entiende que pertenecen a grupos históricamente discriminados, como una persona migrante, con discapacidad, de la comunidad LGTBIQ+, entre otras, sino que la sensación está principalmente dada por "el cargo dentro de la compañía" (20%), seguido por la "situación socioeconómica" (15%) y en tercer lugar, por la "apariencia física" (12%).

En Ronda nos dedicamos a la incidencia por la inclusión y el empoderamiento de comunidades con humillantes barreras de acceso, especialmente de personas con discapacidad y mujeres, por tanto saber que también nos excluimos por el cargo o la apariencia física, es un "golpe bajo" que nos frustra profundamente, pero lejos de paralizarnos, nos moviliza a construir una sociedad que valore la diversidad, porque tenemos la convicción de que ahí está el verdadero bienestar en todos los aspectos de nuestra vida, incluido el laboral.

Ya no sólo queremos tener buenos ambientes laborales, queremos ser felices en nuestro trabajo, porque ahí acontece nuestra vida durante muchas horas al día. Pero ¿cómo lo logramos? Simple, en primer lugar aceptándonos. No puedo aceptar sino me acepto, y si no lo hago discrimino, y por ende no podemos tener relaciones felices y saludables.

Se deben tomar medidas firmes que prohíban la discriminación como intransable, pero sobre todo hay que capacitar, educar y fomentar la aceptación, la empatía, sin esto es imposible comenzar a hablar de una real inclusión y respeto. Creo que no hay otro camino y éste podría ser el gran propósito común de las empresas y organizaciones chilenas como aporte a nuestro país, resignificando el Día del Trabajador al día de ver a sus trabajadores(as) por lo que son primeramente, personas.

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