El feminismo y el sueño del hombre como aliado

Hoy necesito que entiendan por qué el hombre puede resultar nuestro mejor aliado: porque a él no se le dice puto, ni amargado, ni nazi. No se le injuria cuando emite opiniones, aunque sean descaradas. En las calles nadie aplaca los “mijitas ricas”, ni los “te haría chupete” que se le escapan.

Al parecer necesitamos más de sus poderes de omnipotencia verbal, porque nadie interfiere con sus palabras. Necesitamos al hombre, necesitamos un mundo de hombres educados, de hombres valientes para no perpetuar la violencia en contra de nuestras hermanas.

El silencio aúna al consentimiento con la violencia y a ellos nadie los escruta ni los calla.

Necesitamos de sus gritos comprometidos con los nuestros, en este país llamado mundo, porque ninguna nación puede funcionar sin mujeres saludables y seguras. Según datos de The World Bank Organisation, somos el 49.54% de la población mundial, 50.7% de la chilena, pero aún las cifras de representación en lugares esencialmente relevantes a la seguridad de nuestro género son ínfimas en comparación a la de los hombres. ¿Por qué? Porque se nos continúa delegando a lugares estratégicamente menos relevantes, la validez de nuestra opinión es confrontada con incredulidad, pero en silencio. De maneras tácitas y admisibles.

Pero los hombres, ¿en qué tipo de mundo quieren que crezcan sus hijas? ¿Con qué dolores secretos deben de morir sus madres?  ¿Cuántas mujeres quedaremos para enlazarse?

Es responsabilidad de toda sociedad preservar la humanidad y, aunque no lo crean, la mujer es parte esencial del proceso reproductivo. Te lo digo yo con certeza y no soy muy  sabia en materias biológicas. Aun así, continúan obliterándonos,  prosiguen violándonos, dándonos mesadas, callándonos de maneras sutiles, matándonos.

Nos hacen recoger nuestras ganas y las reemplazan con comodidades y la “seguridad” de hogares y la ilusión de que pertenecer a una suma de dos es el peldaño más alto en la ascensión a ser una mujer “como corresponde”. Nos dicen que lo peor que puede pasarnos es “terminar” solas, que es nuestro deber aspirar a ser capaz de “incitar” a que alguien valide mi existencia queriéndonos a su lado.

Decirnos que no somos completas, que es implícito que tengamos que ser protegidas, que tenemos que aprender a cuidarnos en las calles llenas de bestias violentas, es otra manera de “confirmar” nuestra vulnerabilidad.

Eso es violencia y por la violencia que ejerce y el poder que parece serle irrefutable, necesitamos al hombre a nuestro lado. Para que grite fuerte a nuestro lado. Para que el silencio del mundo no siga aniquilándonos.

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