Entre empanadas, asados y fiestas

En estas fiestas patrias se prepara más comida que nunca, en relación con el resto del año y comparativamente con otras celebraciones, de distinto nivel de sofisticación y esfuerzo. Así como seguramente se lavan más platos y vasos que nunca. 

La campaña lanzada hace pocos días atrás por el ministerio de la Mujer y Equidad de Género “Disfrutemos todos (y todas)”, apela a la idea moderna de la corresponsabilidad, esto es que todas las personas, sin distinción, nos hagamos cargo de las tareas cansadoras (y muchas veces tediosas) que están antes y después del disfrute.

Esto es comprar, ordenar, limpiar, cortar y un sinfín de verbos que implican acciones que se hacen por lo general de pie, no siempre acompañados (las más de las veces en solitario), que cansan y que son hechas mayoritariamente por mujeres.

En una sociedad del cansancio y del rendimiento (términos que acuñó el filósofo Chul Han a propósito de los tiempos contemporáneos), lo que se hace evidente es que eventos en el calendario como éste, además de celebrarse por su importancia nacional, resulta una interesante invitación a reflexionar acerca de la naturalización con que hemos vivido los roles de género en la sociedad doméstica y colectiva. 

Para hacer de estas fiestas un espacio de convivencia democrática e igualitaria, desde el punto de vista de género, y para que a nadie se le “agüe” la fiesta, la “receta”, no sólo en esta ocasión, sino que siempre, es realizar las tareas domésticas colaborativamente entre todos los integrantes de una familia o grupo, independiente del sexo y la edad, cada cuál aportando a un objetivo común.

Este es no reproducir la vieja división sexual del trabajo que, de acuerdo a todas las encuestas del uso del tiempo, le da desventajas a las mujeres para disponer de horas para el ocio, el descanso y la siesta, en igualdad de condiciones. 

                                                                      

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