Fabricando asesinos

La cristiandad se encuentra celebrando el Triduo Pascual. Son los tres días, viernes, sábado y domingo, en que la liturgia católica recuerda la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesucristo. Los días posteriores vivimos el tiempo Pascual, en donde una especie de manifiesto público nos revela el triunfo definitivo de la vida sobre la muerte.

Los últimos días, como país, hemos vivido dolores muy intensos.Uno de ellos es la muerte de Daniel Zamudio, que no dejó indiferente a nadie; más aún, nos introdujo en la pasión del mundo, del Chile que no queremos y no se comprende el por qué todavía grupos desadaptados, violentos, intolerantes y con actitudes de deshumanización, sin precedentes deciden quien tiene derecho a la vida.

Nos preguntamos: ¿qué les sucedió, para que en un momento de sus vidas tomaran la decisión de convertirse en asesinos?

Para la Fundación Paternitas y debido a los años de atención que lleva con la juventud marginal y en grave riesgo social, hemos señalado innumerables veces que acciones como la conocida por todos expresan el odio, el sufrimiento y el rechazo vivido por quienes actúan de esta manera. Decir esto no significa, en absoluto, justificar ni en una milésima los horrores y la crueldad manifestada por los autores de estos actos.

En el fondo lo que pretendemos es llamar la atención para que el Estado de Chile, las distintas instituciones especializadas y la sociedad toda, tome conciencia y rectifique las políticas, conductas y acciones erráticas que conducen a la creación de bandas con formas y costumbres anti humanas.

En relación a los “skinhead de acción directa” u otras, Chile no necesita informes de inteligencia para saber que estos grupos no han aparecido ahora, sino son producto de decenios: niños y jóvenes sin arraigo, sin afecto, sin historia y sin sueños. Ante tal experiencia de agobiante destierro, no es extraño generar, en complicidad siniestras fábricas de asesinos.

Traigo a colación a las MARAS, en la República del Panamá, grupos nacidos por desesperanza e imposibilidad de alcanzar el “sueño americano”, la crueldad y la brutalidad ejercida sin límites en contra de supuestos agresores, es decir el ciudadano común y corriente fueron y son la tónica de su actuar.

Ante la falta del sueño cumplido, el vacío de la existencia, la negación de un espacio digno en la sociedad, la sensación de no ser nada ni nadie, de no poder volar y mirar el espacio cósmico que lo rodea, con alegría y gratitud, algunos desembocan en la calle de del homicidio, de la droga, de las violaciones, de la venganza, de la violencia y la delincuencia.

¿Hasta cuándo debemos seguir esperando para que Chile alcance la madurez en Cristo y pueda resucitar?

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