Impreso en el corazón

La Constitución que comienza a escribirse nos abre a todos nuevas y amplias expectativas. Nadie podría desconocer que a lo largo del caminar de la nación una mayoría de hombres, mujeres y niños han quedado en las veredas de los caminos pisoteados por las injusticias, egoísmos, maltratos y ambiciones desmedidas de otros. Inmensa es la esperanza que comienza a nacer en tantas vidas mutiladas.

Vientos promisorios les hablan de nuevos y luminosos horizontes. Nadie se siente ajeno a tan magna tarea. Cada quien- desde su trinchera- de una u otra forma, va a ser protagonista de la ruta de navegación que nos imponemos.

Carta Fundamental encomendada a nuestros constituyentes nominados por votación popular y que estamos seguros que Dios les dará la sabiduría que les permita incluir el anhelo más íntimo de todos los chilenos.

Es por eso que no puede volver a darse el espectáculo político de hace unos días porque el desencanto se apoderará y se pensará que es más de lo mismo. Se requiere valor para llegar hasta las encrucijadas y basureros, conocer y escuchar a los que hemos botado y ocultado, a los descartados y abandonados.

Pero no basta y no será nunca suficiente si lo escrito no va teñido con el espíritu y la voluntad de la compasión, la bondad, la misericordia y los cuidados necesarios a quienes lo necesitan. Virtudes que parecen olvidadas.

El trato humano, la capacidad para escuchar, comprender, empatizar, reconocer y aceptar con humilde actitud mis injusticias, mi violencia, el ser mezquino, mentiroso, oportunista y agresor; sea quizás la primera y más importante -Carta Fundamental- que debo imprimir en mi corazón.

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