La fuga: un derecho del prisionero

El sueño de un prisionero -como lo retrata un famoso pintor austriaco llamado Moritz von Schwind- es fugarse, por lo tanto no debemos impresionarnos y menos sorprendernos, cuando los medios de comunicación nos informan de estos acontecimientos, como lo ocurrido recientemente.

Ambos jóvenes fugados participaban en los talleres productivos que desarrolla, en las cárceles juveniles, la Fundación Paternitas. Durante el proceso de elaboración de pintado de imágenes de vírgenes de Montserrat y la confección de rosarios señalaban una y otra vez, lo importante y necesario que era para ellos, el trabajar en estas tareas.

Por un lado, toda su persona “cuerpo y alma” los hacía introducirse en pleno en esta aventura maravillosa del “hacer con sus manos”, ocupando su tiempo en lo útil, en donde a través aquello se modelaban y se esculpían sus sueños libertarios.

Por otra parte, -y no menos importante- estaba la recompensa monetaria, por el trabajo realizado, que sirve en esos ámbitos para cubrir sus necesidades más básicas, (jabón, shampoo, pasta de dientes) sin olvidar quizás lo más importante, cual es el apoyo que con este dinero dan a los seres queridos que los visitan, ayudándoles con el costo del pasaje de locomoción.

A nuestro entender es aquí donde radica el problema fundamental en los centros privativos de libertad juvenil; el ocio y la falta de recursos económicos. Estas carencias maquinan continuamente fugas, motines y desórdenes.

Sabemos que nuestro aporte en los talleres ya mencionados es limitado. Sin duda quisiéramos tener los recursos económicos necesarios, para ofrecer más y distintas iniciativas laborales para todos.

Estamos ciertos que con lo que hemos indicado queda demostrado, con esta fuga, y en particular con la juventud en privación de libertad que es necesario y urgente crear actividades laborales y remuneradas.

Si a lo anterior se le suma, según consta en un estudio encargado por Sename, la inestabilidad emocional, psíquica y neurológica, de este segmento, se debería aumentar sobremanera la oferta de actividades, de todo tipo, fundamentalmente atractivas, estimulantes y significativas, de forma que les permita un desarrollo vocacional, humano y espiritual.

Finalmente la inserción, en el mundo de sus fantasías creadoras, les dará un sentido maravilloso a su existencia, alejando probablemente a los malditos demonios, que reinan y zarandean a sus antojos en esos ámbitos, invitándolos a la violencia, a la agresión y/o al suicidio.

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