Que nadie quede atrás

En el reciente mensaje del 21 de mayo el Presidente de la Republica nos invitó como país a ser una sociedad de valores, que busque la justicia y en la cual los frutos del desarrollo puedan ser compartidos por todos los nacidos en esta tierra, una sociedad en donde “no se nos quede nadie atrás”.

Un país que asume un desafío de esta naturaleza es un país valiente, con convicciones, con visión, con valores compartidos, más allá de las legítimas diferencias que puedan existir entre sus ciudadanos.Un país donde el bien común tiene un espacio fundamental, no sólo en el ámbito de la acción del Estado, sino también en el privado.

Pero para llegar a ser un país justo, donde todos quepan, gozando oportunidades y derechos, no podemos dejar de ver a quienes están más vulnerables, deteriorados y con mayores signos de exclusión.Debemos asumir entonces como prioridad a los grupos que requieren más apoyo, tolerancia y tiempo para disfrutar de los avances de nuestra sociedad, tal como lo hace el resto.

Tenemos que superar los prejuicios, que muchas veces nos hacen entenderlos como personas sin capacidades, sin habilidades y con ausencia de talentos.Debemos reconocer que las carencias materiales, sociales y culturales que afectan a estos otros chilenos se ven compensadas frecuentemente con creatividad, empuje, resiliencia y solidaridad, en niveles muchas veces inimaginables.

Es así, que no  podemos dejar de mencionar a las personas con discapacidad mental, más de 80 mil compatriotas y sus familias que enfrentan diariamente la doble exclusión que significa tener alguna discapacidad mental y ser pobre en Chile.

O los niños y jóvenes que están fuera del sistema escolar y que en reemplazo a la sala de clases tienen la esquina, la plaza o la calle. Treinta mil chiquillos de familias pobres, que no podemos calificar como estudiantes y que están todavía muy lejos de imaginarse un futuro esplendor.

No olvidar también a nuestros más de 550 mil adultos mayores -pertenecientes al 20% más pobre de la población- que por décadas hemos marginado, abandonado y que recién hoy lentamente comenzamos a visibilizar, por ejemplo a través de un anuncio de Política Publica que pretende beneficiar a casi 10 mil de ellos.

Y todo lo anterior, es sólo una parte de los casi 2,5 millones de personas que a duras penas resuelven sus vidas cotidianas con ingresos inferiores a 72 mil pesos mensuales en el Chile actual del PIB per cápita de 20 mil dólares.

Entonces ¿estamos a la altura como país de responder al llamado de ser una Sociedad de Valores?, ¿nuestras políticas públicas son suficientemente robustas como para garantizar que nadie se nos quede atrás?, ¿la sociedad civil tiene la fortaleza que se requiere para acompañar al Estado en esta tarea sin perder la mirada critica?, ¿el mundo empresarial tiene la visión necesaria para emprender y generar riqueza con una mirada de inclusión?

Si bien creemos que tenemos un camino avanzado, sabemos también que no podemos dejar de dar pasos decididos. Ciertamente es necesaria la voluntad de cada uno de los habitantes de nuestra patria para volver la mirada hacia quienes se nos han quedado atrás, para situar en el centro de los propios proyectos de vida la solidaridad y el bien común, teniendo la convicción de que avanzamos más y mejor cuando lo hacemos juntos.

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