Felipe Berríos lamentó haber sido expulsado de la Compañía de Jesús este viernes, al cierre de una investigación iniciada en 2022 por delitos de índole sexual contra niñas y mujeres, y aseguró haber sufrido "la opacidad del Vaticano" durante el proceso canónico.
La orden religiosa también informó que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe "le ha prohibido el ejercicio público del sacerdocio y todo contacto pastoral con menores de edad durante un período de 10 años".
Después de que las conclusiones de dos procesos desarrollados en Chile fueran enviadas a la Curia General de la Compañía de Jesús en Roma en mayo de 2023, fue declarado "culpable de delitos contra el sexto mandamiento cometidos con menores de edad y de delitos de solicitación a pecar en contra del sexto mandamiento ("no cometerás actos impuros"), durante o con ocasión de la confesión", según el comunicado.
A través de una declaración pública, Berríos relevó que renunció a esa congregación hace un año y medio, y tampoco ha ejercido el sacerdocio en ese periodo, por lo que si bien lo determinado "profundiza la tristeza que me ha acompañado durante todo este proceso, no constituye para mí ninguna novedad ni sorpresa".
"Como dije desde el primer día, el procedimiento canónico no es garantía de debido proceso ni de justicia, ya que al amparo del secreto impide que la opinión pública sepa de qué y con qué prueba se me acusó; y por qué y con qué prueba se me condena", advierte.
Si bien en un momento se habló de ocho víctimas, Berríos sostuvo que estas resoluciones "me sancionan por cuatro casos -todos los cuales niego-, y entre los cuales se destaca como más grave un supuesto abrazo dado en el año 2000, en el patio de una casa de retiros, al cual se le atribuye un carácter erotizado. Las otras tres denuncias se refieren a supuestos contactos fugaces con los labios, rodillas, muslos o glúteos de las denunciantes".
Con todo, y a su juicio, "la declaración pública que acaba de hacer la Compañía de Jesús, una vez más, confunde a la opinión pública al calificar estos hechos como 'solicitación a pecar en contra del sexto mandamiento', lo que no se condice con ninguna conducta que se me haya atribuido en este proceso ni en ningún otro".
"MI RUPTURA ES CON LA INSTITUCIÓN, NO CON EL EVANGELIO"
En la misma línea, observó que de las seis carillas del decreto del Dicasterio, "sólo dos se refieren a los hechos por los cuales se me acusó", mientras que la Compañía de Jesús "se limita a explicar el procedimiento a través del cual se acordó mi expulsión". Es decir, "ninguno de los decretos analiza la prueba rendida, sus contradicciones, ni razona sobre el mérito de mis descargos como lo haría el tribunal de un estado de derecho".
"Estoy triste pero tranquilo", expresa entonces Berríos, reflexionando que "durante todo este proceso he sufrido la opacidad del Vaticano y el ataque furioso de algunos usuarios de las redes sociales, incluso antes de haber sido informado de la investigación. Sin embargo, también he recibido el apoyo de muchísima gente, lo que me consuela y alegra", además de resaltar que "durante todo este período siempre me esforcé por no dañar a las denunciantes".
Al cierre, apunta que "el sacerdocio nunca ha sido para mí un instrumento de poder, sino de servicio. En la situación en que me encuentre y bajo las circunstancias que sean, seguiré siempre dedicado a servir, con humildad, a la gente que me necesita. Mi ruptura es con la jerarquía de una institución, no con el Evangelio, y confío en que el paso del tiempo pondrá las cosas en su lugar".
El sacerdote no se refirió en el escrito a la posibilidad de apelar por ambas sanciones, que fue ofrecida por la Compañía de Jesús.
Mientras la investigación canónica seguía en curso, el 12° Juzgado de Garantía lo sobreseyó definitivamente en junio de 2023 respecto a la causa iniciada a partir de una autodenuncia, y una denuncia patrocinada por la Fundación para la Confianza.