Comprometámonos con la música chilena

Después de ver dos exposiciones de ideas que se titularon “debates”, y una serie de entrevistas a los diversos candidatos a la Presidencia, vemos cómo la cultura tiene nula presencia en sus discursos, tanto a nivel de propuestas como de preocupaciones.

Como si la cultura, que aporta a nuestro PIB más que el sector pesca, y en particular la música, que mueve cerca de 12 millones de espectadores al año, no fueran relevantes en las propuestas y políticas que los postulantes promueven. Claramente no están considerando el aporte que la industria de la música realiza a la economía, ni la importancia que tiene para las sociedades desde sus orígenes.

La música y su creación han estado vinculadas a las personas y sus actividades diarias desde sus inicios. Se ha demostrado que en la prehistoria se relacionaba con actividades como el apareamiento y el trabajo colectivo y luego, en su desarrollo más temprano y a lo largo de la historia, con el desarrollo de rituales religiosos y espirituales.

La música permite que las personas expresen sus vivencias, que se comuniquen e integren a la sociedad, generando progreso cultural.

Los pueblos devenidos hoy a sociedades modernas, así lo han entendido y utilizan la música como uno de sus principales medios de expresión: cantamos cuando alguien está de cumpleaños, los enamorados recurren a las serenatas, se componen canciones contra los abusos, los políticos basan sus campañas en melodías y las marchas y manifestaciones populares culminan siempre con espectáculos de música en vivo.

Sin embargo, en Chile, la música parece no ser considerada a la hora de generar políticas sociales. Incluso se ha retrocedido en ciertos temas, como restarle importancia a la educación musical temprana en los colegios.

La música no puede estar ajena a la formación educacional de los chilenos, tanto como expresión de sus raíces o como fuente de conductas como la perseverancia, el trabajo en equipo y el respeto a los demás. Pero básicamente, como una forma histórica y cotidiana de acceder a nuestra cultura, a nuestro patrimonio y generar entre nuestros niños identidad desde pequeños.

Desde la SCD hemos realizado importantes esfuerzos por apoyar el desarrollo de la música chilena mediante la promoción y difusión de las obras, pero también hemos posicionado con fuerza el mensaje de que los músicos chilenos merecen una retribución justa por su profesión, lo que les permitiría tener una vejez digna y con ingresos que retribuyan su vida laboral, muchas veces inestable por las características del trabajo artístico.

Teniendo en cuenta el papel que desempeñan los artistas al interior de toda sociedad, resulta imprescindible recordar a la clase política que el desarrollo del país no se mide sólo con el crecimiento económico, sino que también es un signo de progreso otorgar un rol protagónico al fomento de la cultura, entendiendo como idea básica que la creación artística en cualquiera de sus formas es cultura, y que sin protección a los autores, no es posible el desarrollo de ella.

De ahí nuestro llamado fuerte y claro: necesitamos comprometernos con la música.

Sacarla de la conveniencia de las campañas y las fotografías sociales, y posicionarla en el lugar donde siempre ha estado y donde se ha desarrollado: en la sociedad, cerca de la gente y sus intereses.

Porque en la medida que reconocemos su valor como expresión de identidad, también nos hacemos cargo de las necesidades de quienes están detrás de su desarrollo, los creadores.

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