Sierra y Segovia Ltda. ¿A qué juegan?

Hoy es el último día para los fichajes del presente torneo de fútbol y veo con desazón que la columna que escribí días atrás implorando que el fútbol chileno rompiera su aletargado y predecible ritmo “binominal” de absoluta concentración deportiva y noticiosa sobre la “U” (en realidad azul azul) y Colo-Colo (en realidad Blanco y Negro), aspirando a que emergieran nuevos poderes futbolísticos que amenazaran este imperio económico y mediático una vez más me da la razón.

Descontada la U. Católica por estar arrinconada en un estrato social que le hará imposible ser algún día popular, se ve en Wanderers u O´higgins valiosas fuerzas territoriales de las provincias, pero sin duda el mejor aspectado “era” el reciente campeón, U. Española,que dada su gran tradición e historia puede transformarse en una interesante alternativa para romper el monótono “duopolio” del balompié criollo.

No voy a repetir el argumento de la fallida estrategia sociocultural de los “hispanos” que han impedido su crecimiento masivo, considerando el arraigo territorial que debería ser una ventaja comparativa y un patrimonio muy valioso.

Acorde con los estudios que desarrollo, soy un convencido que sin historia no avanzamos, y eso a Unión le sobra, el tema es como construir futuro con nuestro pasado, y ahí veo el problema en este club del barrio Independencia.

Efectivamente, porque haciendo una revisión los “rojos de Santa Laura” siempre han sido protagonistas del fútbol chileno, llegando incluso a la recordada final de la Libertadores en 1975, o el brillante equipo comandado por “Coto” Sierra, el “matador” Sánchez y “Candonga” Carreño de la década de los 90’ que eliminó a Cruzeiro de la Copa Libertadores, inclinándose sólo ante el mítico Sao Paulo. ¿Y qué pasó después? La peor pesadilla: terminó descendiendo.

Imagino esa no será la idea esta vez, pero a veces realmente no se entiende a la dirigencia de Unión. Primero arman un equipo de lujo para disputar el campeonato, y casi lo logran si no es por esa dramática definición a penales en Talcahuano, que evidenció la falta de un liderazgo de fuste para sacar la tarea adelante. Pero al contrario de lo que podría esperarse en cuanto a reforzar esa escuadra para conseguir el anhelado título, terminó vendiendo a jugadores claves sin ningún recambio importante.

No obstante, el envión anímico, y el refuerzo del jugador que definiera partidos, Gustavo Canales, permitió que un equipo bastante limitado, que nunca encandiló a su hinchas por su fútbol, lograra el título llenando el Estadio Santa Laura, aprovechando el mediocre momento de los llamados “grandes”.

Creo que la mayoría de los chilenos se alegró de esa justa victoria, no tanto por su fútbol, sino por la reparación emocional que había significado la estrella perdida el semestre anterior.

Recuerdo la tristeza y rabia transformada en sonrisas de mi sobrino, hermano y cientos de amigos que celebraban en menos de cinco meses. Después empezó la telenovela consabida. ¿Se mantenía o desarmaba el equipo?

Todo parecía zanjado con la reunión a puertas cerradas entre Sierra y el patrón que reside en España, en la que se informaba que se potenciaría el equipo con miras a preparar la Libertadores, y se lucharía por el bicampeonato, y es más se anunciaba con bombos y platillos se construiría una ciudad deportiva.Grandes noticias para sus fieles hinchas.

Sin embargo, todo se transformó en una mera ilusión, el campeón no trajo ningún refuerzo.Se habló de Mauro Díaz, el Gato Ramírez, no obstante llegó un desconocido jugador reserva de reserva de Argentina, y aún peor no tuvo ningún empacho en deshacerse de Patricio Rubio, ante la oferta jugosa de la U, con una típica actitud empresarial ramplona, sin ninguna consideración emotiva, sólo con el consabido afán de lucro que domina la llamada industria del fútbol.

Y al igual que las universidades, factoría las ganancias no necesariamente se reinvierten en el club, por el contrario se desvanecen ante la inercia de su DT y el asombro de los seguidores hispanos , que no comprenden que en vez de Churin, Edson Puch o alguien de ese talante, llegue nuevamente un total desconocido allende Los Andes, mientras el equipo llora la partida de su goleador y la ausencia de un conductor de calidad y un central que de seguridad en la última línea, para no cometer los errores infantiles que padecen Navarrete y el debutante Mancilla.

En síntesis ¿qué pretenden Sierra y Segovia? Realmente poner de una vez a Unión en las grandes lides o seguir como péndulo oscilando de triunfo a fracaso, ¿se pasará alguna vez del voluntarismo a una seriedad institucional?

¿Se borrará de una vez el águila franquista para democratizar el club?

¿Se permitirá que sus socios e hinchas corrijan las nefastas decisiones deportivas que impiden romper el binominal de la U y el Colo?

En definitiva, ¿se logrará en Chile que alguna vez la grandeza de un club provenga de la fuerza de su gente y no de un empresario dadivoso?

Eso está por verse, y Unión será un espejo de la sociedad que puja por ser parte de la construcción de su historia y no que entre cuatro paredes se decidan el futuro de sus emociones.

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