Cuando la precaución se convierte en paranoia, estamos muy mal

¿Quién no ha creído que alguno de los profesores o jefes le tenga mala barra? ¿O que la persona desconocida que quiere insistentemente hablar con uno tiene intenciones sospechosas?

El control sano en la salud psíquica busca evidencias para tal o cual presunción; este ejercicio debe hacerse por prudencia siempre.

Dar por sentado malas (y eventualmente buenas) intenciones de las personas antes de conocerlas es paranoia, si se supone que tienen malas intenciones pero se está dispuesto a someter esta hipótesis a prueba se tiene el paranoidismo.

La relación humana sana parte por atribuir bondad a cualquier encuentro y solo la experiencia estudiada y analizada es la que indica la condición o intención buena, regular o mala de esa relación. Se aplica el adagio del Rabí de Nazaret: por sus frutos los conoceréis y el adagio de Pablo de Tarso, examinadlo todo, quedaos con lo bueno.

Dos personas cuidadoras de párvulos me dijeron que a los niños no se les podía desnudar si no estaban sus padres, por lo que tampoco se les podía mudar sin su presencia o debían esperar hasta que llegaran a su casa. Esto implica que se queden con sus pañales con orina y deposiciones incluso varias horas, con la consiguiente amenaza o riesgo de adquirir enfermedades e irritaciones de toda la zona que de suyo es muy delicada.  Esto me parece una monstruosidad francamente paranoica.

Porque se ha producido algún abuso con los niños, entonces se prohíbe toda situación que pudiese en alguna circunstancia llevar a abuso y por eso se prohíbe el desnudo infantil en ausencia de la madre, aunque esto le cueste al niño, entre otras, una infección urinaria grave. El abuso sexual u otro se pueden producir con o sin ropas, así que la medida es muy parcial. Espero que esto haya sido corregido.

La identificación preventiva de delitos pareciera ser una medida útil para el control de la delincuencia, cosa que dudo mucho, porque en general los delincuentes no son retardados mentales.

Dejar al funcionario policial que decida a quién solicita identificarse, corre el riesgo de constituirse en una medida favorecida por la mentalidad paranoide o paranoica.

La ley debería definir muy bien las condiciones que hacen posible y por lo tanto probable, con probabilidad derivada de estudios científicos rigurosos, la exigencia de identificación con miras a la prevención de la delincuencia. Una sociedad sana, que incluyera personas que realizan actos delictuales, debería considerar a todos como personas honestas “a priori” e inocentes y solo proceder a la investigación delictual cuando hubiere indicios claros de una conducta delictual o pro-delictual.

Es curioso que en Chile, en cambio, no se detenga a los presuntos traficantes de droga sino a los que hacen tráfico de ellas al menos al consumirlas en la vía pública.

En otros países se detiene al que consume drogas en público. Se dice que el consumo no está penado, pero en alguna parte o con alguien consiguió la droga y ese tráfico no se indaga ni se sigue, todo consumidor es también un traficante, al menos por colusión.

Por otra parte las cuentas bancarias son inviolables cuando si se autorizara examinar todas las cuentas bancarias o movimientos de capitales, con la misma acuciosidad que se pretende examinar a las personas, se tendría mucha más información sobre delitos económicos y narcotráfico que por la identificación de individuos.

Un tercer punto lo constituyen las reuniones entre personas connotadas públicamente. Un parlamentario que se reúne con un convicto, una autoridad que se reúne con un familiar, un político que se reúne con un empresario…

…Es cierto que estas reuniones pueden conllevar tráfico de influencias, pero pensar que toda reunión entre personas connotadas tiene siempre la intención de colusiones, tráfico de influencias, cohecho, nepotismo, etc. es un indicio más de paranoidismo.

Los seres humanos somos primero y desde muy lejos eso, seres humanos, personas, con esa dignidad que está por encima de los títulos, funciones, grados, profesiones, etc. que realizamos.

Una sociedad que se precia de respetuosa y libertaria debe considerar primero la condición de ser humano, con la libertad  de reunirse con quien quiera, plenamente autónomo y las posibles intenciones no-éticas de esas reuniones ser analizadas con lupa y de acuerdo a sus consecuencias reales, no interpretadas sino demostradas.

Un cuarto punto y posiblemente el más grave es la visión que los seres humanos son una amenaza para el desarrollo individual. Esto es muy notable en la tenencia de hijos.

Me he encontrado con varias parejas de chilenos que están emparejados varios años y dicen que no piensan tener hijos. En realidad la estadística es lapidaria; las parejas chilenas están teniendo cerca de 1,3 hijos por matrimonio lo que hará desaparecer a los chilenos en dos o tres generaciones (60 a 90 años) y ser reemplazados por inmigrantes, hecho que ya está ocurriendo.

Ver a los hijos como una amenaza para la “felicidad” y bienestar de la pareja es algo que considero paranoide, puesto que esa amenaza es solo posible plantearla desde una concepción competitiva donde los seres humanos (hijos en este caso) tienen un carácter peyorativo de privadores de bienestar de los padres, pero al analizar los aportes que los hijos dan en desarrollo personal y familiar se encuentra que esa concepción es reduccionista e injustificadamente peyorativa. 

Por otra parte demuestra un narcisismo grande de la pareja que tiene como aspiración “pasarlo bien” como primer valor.

Hay otras situaciones, menciono solo una más, y es la sensibilidad exquisita que se ha ido desarrollando por individuos o grupos que se sienten agredidos, pasados a llevar, acosados, perseguidos ante cualquiera referencia que se haga a ellos, aunque esta sea un cumplido, o una referencia positiva.

Esto ha movido incluso a juicios, a veces fundados, pero no pocas veces infundados que han dejado secuelas graves en las personas acusadas y no ha habido forma de reparar el prestigio, fama o distinción perdida. 

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