Bitácora de un alcalde candidato, transformismo de un partido perdedor

El año 88 la UDI de Guzmán, la derecha fundacional del régimen, apostó a perpetuar el gobierno del Capitán General (estaban claritos). A pesar de su pegajoso jingle de “sí, sí, sí, un país ganador” la UDI - junto a su general - perdió.

Un año después, la UDI eligió de candidato a un chascón bueno para subir cerros y ex ministro de Pinochet; claro, no contaban con sus contradicciones vitales que lo hicieron ser candidato y dejar de serlo para volver a serlo. Por supuesto ante tal convicción, nuevamente la UDI perdió.

El 93, en la interna de la derecha Jovino Novoa no logró prender, por lo que la candidatura transversal de otro independiente movilizó a las huestes del gremialismo.

Esta vez, eso sí apoyado por un apellido y una historia. Pese a ello, Alessandri Besa no calentó nunca a nadie. La UDI volvió a perder y perdió feo.

Ya finalizando el siglo, vistieron a su único militante candidato gallo de pelea de poblador, de aymará, de obrero, de vecino de sonrisa amplia y falsa, de profesor, de economista de las cosas simples, de alcalde y de feriante; anunció a todos los vientos y por todos los medios que quería el “cambio” para que, en realidad, todo siguiera igual. Perdió. Por poco, pero perdió.

El propio Lavín quiso repetir la candidatura el 2005, pero su compadre Piñera lo derrotó en la primera vuelta, tomándose revancha de cuando Lavín lo sacó de la candidatura al senado por Valparaíso. Una vez más, la UDI perdió.

El 2009 el partido tuvo que apoyar a Piñera, porque de otra manera no había por dónde ser parte de un gobierno. Y con Sebastián fueron gobierno con sabores amargos y desfiles de flagelantes y complacientes donde no fueron ni tan doctrinarios ni tan pragmáticos.

La UDI se molestaba con la irrupción de una derecha nueva, renovada y republicana, y como si fuera poco, cerrando en sus faldas el penal Cordillera. La UDI, ahora siendo gobierno, vuelve a perder.

Luego eligieron a un tipo simpático, sencillo, exitoso, escalador de la meritocracia del retail, nada más lejos del modelo guzmaniano: lector de manuales de marketing en vez de textos sagrados, agnóstico, clase media, light... tan light que terminó desvaneciéndose en el aire.

De urgencia pusieron a Longueira, quien por el contrario, hablaba a diario con el espíritu de Jaime, como Maduro con el Comandante Chávez y el pajarito; el político severo y de ceño fruncido, arrogante como la derecha histórica y el peor evaluado de las encuestas. Ahí quedó, sumergido en una depresión sicológica y política.

En la neurótica seguidilla de los actos de campaña, pusieron a la Matthei, otrora integrante de una patrulla juvenil apenas sobreviviente de las viejas esperanzas del partido. Y así le fue, mal. La UDI volvió a perder.

Y tras la Bachelet 2, de nuevo Piñera con su discurso popular y populista de más crecimiento y empleos, no más parientes en el aparato público y dura lucha contra la delincuencia, aparece con fuerza en las encuestas.

La UDI desaforada se sube al carro para no quedarse sin pan ni pedazo; no le queda otra sino tolerar a un esquivo Piñera para ser gobierno, en vez de mantenerse a sus principios sumándose al proyecto de Kast el mayor.

¿Representará Kast, el mayor, efectivamente ese extraviado espíritu de la UDI verdadera, si es que es cierto que hay una UDI verdadera? Al menos, por lo que se concluye de las columnas semanales del numerario Gonzalo Rojas en El Mercurio, así parece ser.

¿O una vez más, esa UDI, la de Kast y la otra, la del gobierno, terminarán siendo pragmáticos pavimentando el camino para un nuevo Lavín?

Un Lavín que hace rato dejó de ser el benjamín del modelo neoliberal ultraconservador ultramontano del Opus y el franquismo, para convertirse en un pastiche bacheletista-aliancista, como él mismo declaró en octubre de 2007 en una muestra palpable del despiste de su sector (o de él), que lo lleva a desfigurar su propio ideario político en un mamarracho que de UDI tiene poco.

El futuro de esa causa política está en juego, dependerá de si efectivamente el partido de Guzmán, ese sector de la Iglesia que los apoya y los empresarios en forma definitiva ayudarán a abrir las puertas del país a las anchas alamedas o se quedarán tratando de aguantar y sostener un mundo ya ido y desaparecido en las fauces atroces del s. XX.

El proyecto fundacional de la derecha guzmaniana de los 70 y 80 choca violentamente con la realidad de la nueva historia que nos toca ser protagonistas, para ellos cualquier opción legítima por ser gobierno pasará necesariamente por reflexionar si es posible seguir llevando en la espalda el paradigma de una derecha decimonónica preconciliar identificada con valores en retirada hace rato.

Por eso podemos pensar entonces que el nuevo proyecto de esa UDI, no será sino que el transformismo político, un camaleonismo tan evidente como la propia metamorfosis del candidato alcalde.

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