Chile en pugna

Diana Aurenque
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La multitudinaria marcha del 25-O y la continua movilización del país demuestran que Chile tiene una nueva comunidad política.

Una explosión de cohesión social grita y exige a un gobierno sordo, su rechazo a las mezquinas medidas ofrecidas para resolver los conflictos, demandando cambios estructurales para una nueva justicia social, en el país con la mayor desigualdad de la OCDE. Una fuerza violenta, como un poder de la naturaleza, se apoderó de las calles y de muchos corazones unificados sintiendo que Chile no puede más. 

El 25-O constituye el momento en que aquello que antes era puro ímpetu y sentimiento, incluso irracionalidad, demostró ser más, tener cuerpo y cohesión social, sin necesidad de liderazgos personalistas, ni conducción partidista. Aquel multitudinario expresa que estamos frente a una verdadera comunidad política.

El movimiento social es una comunidad política que pugna con aquello que denominamos la sociedad chilena.

Para entender mejor esto, recordemos la distinción de Ferdinand Tönnies entre los conceptos de “comunidad” y “sociedad”. Esta distinción permite explicar cómo un estallido, un sentir, deviene en cuerpo social.

Mientras que la sociedad representa una construcción social racional, que reúne a personas e intereses distintos, mediante relaciones de intercambio y de acuerdos en beneficio del interés propio, la comunidad representa más bien una asociación posibilitada por sentimientos de pertenencia y emociones que buscan el bien de común.

La comunidad, a diferencia de la sociedad que es una construcción ideal, refiere a una forma natural de asociación entre personas producto de vínculos de parentesco (sanguíneo, geográfico, etc.).

El estallido social, si bien puede haber comenzado como un hervidor de sentires, hoy es una comunidad política. Y esta comunidad ha sido gestada, en gran parte, por medio de la comunicación digital. 

La construcción de comunidad política que ocurre hoy, responsable de hacer cabildos, de convocar marchas, de levantar demandas viralizables para la clase política, se articula como una comunidad virtual y real de sujetos, vinculados espontáneamente unos con otros por sentimientos e intereses comunes: la refundación de Chile.

La communitas, la comunidad, es posible gracias a la comunicación, y precisamente lo que observamos hoy es una permanente coordinación vía redes sociales de conocimientos, ideas y acciones.

Y esta comunidad persigue alcanzar una medida refundacional que permanezca, una nueva constitución. El plebiscito es la voz que se va erigiendo cada día con más fuerza.

Como la organicidad coordinada de un cardumen de peces que reacciona ante la inminencia de un predador, todos están coordinados y movilizados con un solo objetivo, sin líderes o programación a priori, de forma similar nos coordinamos, en esta nueva comunidad política, comunicativa y de acción reciproca, que en el proceso mismo se autogenera. Y con ello, se racionaliza. 

No cabe duda, que esta nueva comunidad política se potencia gracias al espacio virtual que se caracteriza por su inmediatez y comunicación directa; las redes sociales permiten entrar en un trato directo con las personas, sin intermediarios. Esto es fundamental.

Recordemos que Chile constituye uno de los países de Latinoamérica con las tasas de desconfianza más alta, por un lado, y por otro, que la política institucionalizada evidencia una de sus más claras crisis de representación. Así, la comunidad virtual que se caracteriza por comunicarse directamente, tiene espacio y eco, se muestra como un espacio de complicidad y de verdadera comunión.

Esta comunidad política cohesionada rechaza a la sociedad chilena, entendiendo esta última como expresión del orden dominante: clasista, oligarca y neoliberal. 

Precisamente ese sentimiento de complicidad en sentimientos, de reciprocidad ante las demandas por mayor equidad, de rechazo a la violencia implícita y sistémica de una sociedad opresora y del anhelo por reivindicaciones estructurales, son justamente los ejes de la cohesión social del estallido de octubre y su demanda colectiva.

Se trata de una comunidad que rehabilita la utopía de una sociedad más justa, fundada en valores compartidos, y que rechaza el individualismo propio de la sociedad chilena.

Esta comunidad exige participación, exige Asamblea Constituyente, para que todos puedan expresarse, y por lo tanto el valor común es la democratización de voces y participación política.

Así, me parece que de la cohesión social virtual ha devenido una re-politización de Chile y una orgánica propia que no retrocederá hasta que se le reconozca como tal y eso significa democratizar de verdad ¿Nos escuchan?

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