Chile, ¿la democracia por defecto? espacio para el centro

Desde la Caída del Muro, así como con la tercera ola democratizadora donde incluimos los procesos redemocratizadores en Latinoamérica, hemos creído en este sistema por defecto. Lo entendemos como el mejor sistema para organizarnos, y a pesar de algunas críticas, que hacen generar nuevas vías de participación ciudadana, existe un acuerdo implícito respecto de que ningún otro sistema de gobierno es hoy mejor que la Democracia.

Pero, qué duda cabe, como cualquier sistema diseñado por hombres y mujeres, aunque en este caso más por hombres, es falible. En democracias por excelencia en este lado del mundo, han sido permeados por distintos fenómenos.

En el caso de Inglaterra el Brexit, en el caso de Estados Unidos es Trump, y hasta en Alemania el caso del AfD, todos ejemplos que quisiéramos ojalá no existieran, pero ahí se encuentran.

La misión del mundo es y será convivir con ellos. Pero la cosa se pone color de hormiga cuando observamos nuestro vecindario, América Latina.

Este sistema de Gobierno ha mostrado enormes falencias. Casos sobran cuando se trata de desarrollar esta idea, en Venezuela tenemos a un Nicolás Maduro que se viste de ropaje democrático para echar andar su imaginación en distintas ocasiones, cual de todas más “creativas”, en la línea de Chávez.

Ambos manejaron en distintas ocasiones el calendario electoral, cerraron medios de comunicación, llevaron detenidos a miembros de la oposición.

Sin ir más lejos podemos observar a Bolivia, Evo Morales ha tratado en diferentes ocasiones modificar nuevamente la Constitución para ser reelecto, a pesar de la negativa electoral que tuvo hace un año atrás.

Cercano a este caso está Perú, los Fujimori en distintas generaciones lograron manejar el sistema a su beneficio. Así suma y sigue, Cuba, Brasil, Nicaragua, y hasta Ecuador; en todos estos casos se ha utilizado una retórica en base a conceptos claves como “democracia” o “pueblo”, una lógica despótica que nos ha llevado a una dinámica donde los únicos perjudicados logran ser los gobernados. 

¿Qué de coincidente tienen los ejemplos fuera y dentro de Latinoamérica? Su discurso que busca polarizar a la ciudadanía. Brexit, Trump, AfD, Venezuela, Bolivia, y los otros, buscaron cada uno en su momento utilizar las herramientas que le otorga la democracia, y por supuesto, una de las características más clásica de los neopopulismos, el discurso.

En Chile desde 1990 nos hemos jactado de lo realizado. Es cierto, durante los primeros 20 años la coalición gobernante logró consensos, alejados de toda retórica polarizadora.

Lamentablemente, a medida que avanzamos y pareciera que la nueva configuración del sistema de Partidos, así como la atomización de la ciudadanía, nos ha llevado a líneas discursivas extremistas, conduciéndonos derechamente a cuestionarnos si tenemos garantizado este sistema que costó la vida de tantas personas, ante un posible “atrincheramiento” de fuerzas políticas. 

Analicemos un poco más fino, pareciera que nos vamos acercando a dos grandes alianzas, una de izquierda y otra de derecha. ¿Por qué? Esto ya que estamos frente a una otrora centroizquierda que busca alianzas con el Frente Amplio, y a una derecha que sigue tensionada entre los nuevos sectores liberales y el conservadurismo.

Hoy la tarea, la que se hace prioritaria, es trabajar en un nuevo sector moderado dialogante, que represente una real alternativa a posiciones extremas.

Será una tarea compleja, quienes fueron aliados en algún momento, criticarán los diálogos entre este nuevo sector y el oficialismo, acusándolos de “derechistas”, pero lo que hoy es Chile fue menos una posición de trincheras, y más una apertura al diálogo constante.

Esta tarea no debe ser sólo a nivel de elite, sino también ciudadano, son estos últimos quienes cada vez se sienten más alejados de discursos políticos. No son una ciudadanía apolítica, tienen opinión, pero hoy los discursos simples han terminado por ser más seductores. Se viene una tarea difícil, ¡Ahí estaremos!

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