Críticas en contra el INDH, ¿pensamiento único progresista?

Hace tan sólo una década asociábamos a la ortodoxia económica que nacía de una “ciencia económica” amoral y bajo los intereses corporativos globales como el pensamiento único.

Efectivamente, la globalización que se caracterizó por el avance de la influencia de la banca internacional y operadores transnacionales que conquistaban la flexibilidad de los derechos humanos a imagen y semejanza de sus propios intereses.

Este fue un proceso racionalizador que condicionó principalmente los derechos fundamentales conocidos como de segunda generación o colectivos, como el acceso al trabajo decente, los derechos sindicales, entre muchos otros, que tendieron a supeditarse a una estructura de intereses de inversión y capitalización de las sociedades. 

Ello se presentó como la receta para el “desarrollo” en países empobrecidos o eufemísticamente denominados como en “vías de desarrollo”, situados en geografías muy distantes y en contexto culturales muy diversos.

Sin embargo, la receta era única para los africanos, latinoamericanos y asiáticos.
Así las personas fueron violentadas en el contexto de un paradigma materialista, relegándose a la persona a ser un individuo o instrumento frente a los propósitos macroeconómicos que emanaban de las instituciones que establecieron las directrices mundiales.

En la actualidad la crítica al nuevo Director del INDH se comprende como una situación análoga a lo señalado, ya que simplifica, relativiza e ideologiza los derechos humanos.

Situación que tiende a vaciar su conceptualización, ya que ella no se sitúa desde una mirada integral y amplia de los derechos humanos que emanan desde la propia persona.

En efecto, los derechos humanos se instrumentalizan y se transforman en un arma arrojadiza, tomando partido por unos derechos y minimizando o no considerando otros. Contexto en el cual, además, se advierte que enlodar la reputación de las personas, como el Director del INDH, se presenta como un medio lícito en el ámbito de la disputa política partidaria, en el cual la perspectiva ideológica adquiere un tono totalizante.

Si no reconocemos de manera ontológica la existencia de los derechos fundamentales, que trascienden el tiempo y el espacio y que emanan de la misma persona humana, la acción política se antepone al respeto de los derechos de las personas, e incluso los instrumentaliza en vista a una estrategia ideológica.
Para quienes sólo existen algunas ideas y/o normas que encarnan los derechos humanos, son el nuevo pensamiento único. Este tiene un enorme impacto perjudicial en contra de la dignidad de la persona humana.

En los hechos el concepto de “progresismo”, el cual se presenta como una nueva ideología absoluta y atentatoria a los derechos humanos, se muestra intolerante e inconsistente.

Ello se aprecia en que varios de quienes firmaron la misiva, entre ellos las diputadas Carol Cariola y Camila Vallejos, que cuestionó la elección del nuevo Director tienen un doble rasero o estándar, por un lado, no reconocen la dignidad de la persona que está por nacer, mientras que por otra parte son herederos de ideologías que poco han tenido que ver con la defensa de la dignidad humana, sino justamente han contribuido a todo lo contrario. 

Para corrientes existencialistas, comunistas, nihilistas, transhumanistas y otras relevantes en el transcurso de modernidad, aún no presentan un entendimiento ontológico del ser humano y su visión “progresista” los ha llevado a intentar una y otra vez crear al “hombre (en este caso mujer) nuevo (a)”, cuestión que ha sido causa y efecto de violaciones sistemáticas a los derechos humanos durante los tiempos contemporáneos.

Tras la crítica al nuevo director del INDH por “no tener las credenciales necesarias para asumir” dicho cargo según la carta firmada por sus detractores apuntando principalmente a su postura respecto a la legislación del aborto en tres causales, debiéramos advertir que los firmantes se creen los verdaderos testaferros de los derechos humanos, cuestión que deja en evidencia un sesgo evidente, que se acompaña de una simplificada visión de la realidad humana.

Olvidan que los derechos humanos emanan desde nuestra dignidad como personas, no siendo estos un subproducto de nuestros intereses políticos contingentes.

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