Del 11 al 13 de septiembre hay más de dos días de diferencia

Mariano Ruiz-Esquide
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Chile vivió el 11 de septiembre un día de recuerdos tristes y macabros. Un día en que  se produjo el golpe cívico militar más violento que ha vivido Chile e incluso América Latina.

Recordar el 11 de septiembre de 1973 sirve a algunos chilenos para celebrarlo como el día de la segunda independencia pero para la mayoría es el día del dolor y la tortura. Es también el día que nos debe dar el mayor ejemplo de lo que no debe hacerse en la política porque puede llegar a reproducirse lo que paso hace 43 años.

Sin embargo dos días después se produjo la firma de 16 camaradas que rechazamos abiertamente el golpe y llamamos a respetar el orden constitucional. Estos 16 camaradas, 13 de los cuales aparecen en el comunicado publicado en Chile tomaron una decisión que no fue bien recibida entre algunos porque se le dio una interpretación diferente de lo que realmente significaba.

Debo reconocer que fue un acto cuya decisión se tomó por unanimidad y sin un debate largo ni artificioso. Nació de nuestras entrañas, casi sin medir las consecuencias personales partidarias o históricas y la entregamos a otros camaradas jóvenes que salieron a repartirla con el mismo riesgo de los firmantes.

No todos saben que en nuestra inocencia libertaria y no acostumbrados a las dictaduras colocamos sobre la Declaración una carta firmada por Doña Tila Castillo, vecina de Ñuñoa llamando al Golpe en nombre de pobladores de esa comuna y naturalmente inexistente.

Hoy a 43 años de ese día los sobrevivientes que aún nos reunimos nos preguntamos si lo haríamos otra vez si fuese desgraciadamente necesario. Nuestra respuesta sería Sí. Si nos preguntan si valió la pena, nuestra respuesta también es Sí. Si nos miramos en el espejo de la vida nos miramos con respeto y con orgullo pero sin vanidad y sin soberbia. Hoy todavía nos admiramos de nuestra inocencia a pesar de nuestra adultez. Por lo menos así me lo decía siempre una encantadora camarada y amiga.

Pero recordamos con emoción cuando alguien nos saluda y nos dice con voz fraternal y amistosa “gracias camarada”.

Fuere como fuere un acto pequeño no se pierde en nuestra vida ni se olvida. Mirado en lontananza gracias a nuestras familias que sufrieron el miedo cerval de la furia desatada de los golpistas cuando nuestra carta se conoció en Chile y a pesar de ello nos respaldaron con igual cariño.

Hoy gracias a mis 15 camaradas que vivimos la agonía de aquel fatídico día.

Gracias a quienes compartieron el valor de nuestros dichos, no puedo nombrarlos a todos, pero su recuerdo lo personifico con admiración a los que ya no están:  Leigthon, Tomic, Claudio Huepe, Cash, Balbontín, Reyes y Palma.

Con el inmenso respeto por nuestro Partido y con la inclaudicable adhesión a la libertad de Chile y de cualquier país del mundo, mientras viva uno de nosotros nos sentiremos acompañados en la lucha por la democracia. 

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