El "mandato" de la Presidenta Bachelet

Querida abuela. Te pido sinceras disculpas por enviar esta columna sin antes haberla conversado y discutido contigo, pero supe que habías tenido un alza de presión arterial y no quise empeorar tu condición de salud.

Los chilenos elegimos por una inmensa mayoría a Michelle Bachelet para que dirigiera los destinos del país en un segundo periodo presidencial. Lo hicimos con una votación histórica más del 62% de los ciudadanos optaron por ella.

Yo y un grupo de mis amigos, que semana tras semana nos juntamos a conversar sobre política, economía, leyes, empresa, educación y otros temas que nos interesan, votamos por ella.

Junto con elegirla Presidenta le otorgamos un respaldo parlamentario muy bueno, casi excepcional.

¿Cuál fue el motivo por el cual votamos por Bachelet?

Hemos conversado largamente sobre este tema, existen diversos motivos. Sin embargo, hemos encontrado algunos comunes denominadores: las promesas de cambio y la descripción de tres reformas sustantivas, fueron los argumentos que en definitiva nos sedujeron.

Un cambio fundamental en educación que nos permitiese tenerla de calidad, además de gratuita y sin exclusiones ni selección; una reforma tributaria que, además de aportar una cierta justicia impositiva, diera el piso financiero a la reforma educacional y, por último, el anhelo de contar, por fin, con una nueva Constitución que diera cuenta del "pacto social" del que queremos ser parte. También y, por qué no decirlo, la esperanza de un país más equitativo y más justo.

Así de simple, esa fue la oferta y el sueño que gustosos apoyamos.

Estábamos convencidos que la "oferta" programática de nuestra Presidenta llegaba en un momento muy especial. Un minuto donde parte muy importante de la población tenía un sentimiento de estar siendo "abusada". Los estudiantes estaban, como es casi tradicional, a la cabeza de las protestas.

Esta sensación de desamparo atravesaba a toda la ciudadanía. El sentirse maltratado por el servicio de transporte que tenemos a nuestra disposición, por la Banca, por el sistema de salud representado por nuestros hospitales, clínicas, servicios de atención primaria, por nuestras ISAPRES ... Todos nos maltrataban.

Los abusos cometidos por entidades como La Polar, los productores de pollos, las empresas que producen cerdos que no tienen respeto alguno con quienes deben sufrir por sus malas prácticas y asquerosos olores (no existen en plantas similares en países desarrollados), por las empresas mineras. Todo esto nos tenía crispados.

En esta condición de abuso, con un gobierno -el de Piñera- que, pese a tener muy "buenos números", alto crecimiento, bajo desempleo e  inflación controlada, llegó al término su mandato con un nivel de popularidad mucho más bajo que el  de los gobiernos de la Concertación que lo antecedieron fue,  qué duda cabe, el catalizador del excelente resultado de la elección de Bachelet.

El gobierno de la Presidenta empezó con un altísimo respaldo para las tres reformas estrellas del programa. Los primeros sondeos establecían apoyos, en todos los casos, sobre el 70% (en alguna de ellas en torno al 80%).

El periodo de gobierno empezaba con un " relato" inigualable (lo que siempre le faltó al gobierno de Sebastián Piñera).

¿Y qué nos ha pasado en estos 7 meses de gobierno?

Poco a poco empezaron las primeras dudas: al parecer la reforma tributaria no estaba tan bien planificada y a último minuto fue necesario realizarle cambios sustantivos. Cambios que, según trascendió, se acordaron en la "cocina" de la residencia particular de un economista de derecha y, si bien a muchos de nosotros nos pareció que se logró razonablemente salir adelante, la ciudadanía quedó con un sabor amargo y con dudas que van desde los que piensan que se "transó" nuevamente con los poderosos, hasta aquellos otros para los que la reforma aprobada sigue teniendo falencias técnicas importantes.Todo mal.

Ahora le ha tocado el turno a la reforma educacional y aquí la cosa está mucho peor. Ya no es posible seguir tratando de sostener un relato que nos deje satisfechos.  Ayer leía un informe del Instituto Igualdad (no del Centro de Estudios Públicos). Se refería a la reforma educacional, y me permito reproducir sus primeras frases: "A estas alturas resulta bastante claro que el Ministro Eyzaguirre equivocó el orden de los factores en la reforma educativa escolar. El eje de esta –para no hablar del “corazón”- debe ser la reconstrucción de un sistema de educación pública inclusivo, diverso y de excelencia, que se constituya en la columna vertebral de la educación en Chile e impregne con sus valores el tipo de sociedad que queremos construir. Qué educación para qué país, se responde poniendo en el centro de la Reforma  el fortalecimiento y relegitimación social de la educación pública."

Esta frase contenida en este documento de este instituto del Partido Socialista, representa con meridiana claridad lo que piensa la inmensa mayoría, mas no parece ser lo que el ministerio de Educación está impulsando (al menos no es lo que entendemos nosotros y otro gran número de personas que analizan el tema).

También se pudo ver el pasado fin de semana, una manifestación que recorrió nuestra Alameda Bernardo O’Higgins. En ella participaron, según carabineros, 30.000 personas (usando el parámetro "apreciación de carabineros" fue una masiva marcha). Los que participaban manifestaban su preocupación por la reforma educacional ya que sienten que no va por el camino correcto.

Este ambiente se está apoderando de todos nosotros (me refiero al grupo de amigos que describí al inicio de esta columna).

De la "nueva Constitución" no nos hemos enterado. Ya tenemos bastante con todas las noticias que nos llegan de las otras dos reformas. Sabemos que también hay problemas importantes en el ámbito de la energía, del agua y de la minería.

Sabemos que estos problemas no son responsabilidad de este gobierno, que son temas que se arrastran por años y que nos empiezan a pasar la cuenta ahora. Afortunadamente, a la mayor parte de la ciudadanía aún no los inquietan y por tanto no aportan mucho a la baja de la popularidad del gobierno de la Presidenta Bachelet (nuestro gobierno).

Hoy, los niveles de aceptación ciudadana de las tres reformas estrellas se han desplomado. Han bastado siete meses de gobierno para que, desde índices que superaban los 70 puntos porcentuales, llegasen bajo el 50% y, peor aún, con tendencia a seguir declinando.

Hace unos días, un ex importante dirigente político escribió una carta dirigida a su partido.En ella hace un recuento de lo que en su opinión es la realidad de lo que estamos viviendo y para dónde nos encaminamos. La reacción ha sido dura. Lo menos que se ha dicho es que es un "hombre ya retirado", que su opinión no es importante, que es un "vendido" al sistema, que es un vil representante de los empresarios y otros peores epítetos.

El punto, creo yo, no está en la discusión respecto a que necesitamos una sociedad más justa, que necesitamos una sociedad más solidaria. No estamos entre quienes pensamos que es discutible una "reforma educacional" y tampoco entre quienes nos oponíamos a que para financiarla se hiciera una reforma tributaria. Más aún, creemos que era el minuto de las reformas "profundas."

Pero, eso sí, queremos reformas bien hechas.

Queremos reformas que nos permitan que quienes apoyamos y elegimos con sincero entusiasmo esta opción de gobierno podamos transitar con tranquilidad al final del proceso reformador. Que podamos mirar nuestra obra con orgullo y no que, luego de un fallido intento de implantar estas mejoras, terminemos con un país, nuevamente, profundamente dañado.

No estamos en condiciones de exigir a nuestro gobierno una buena gestión, pero sí podemos "rogar" un poco más de eficiencia y prolijidad.

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