Giorgio Jackson al cadalso, ¿lo merece?

Dicen que las victorias tienen muchos padres y que las derrotas nacen huérfanas. El ministro Giorgio Jackson ha sido identificado por moros y cristianos como el principal responsable de esta debacle. Sin duda, la mala relación del exministro con el mundo parlamentario incidió en los resultados del plebiscito, al dificultar el funcionamiento del Gobierno en sus primeros meses, clave para el éxito de toda administración. Sin duda alguna, esta falta de capacidad y experiencia ha empañado la gestión del Ejecutivo en su fase inicial, lo que probablemente afecte la evaluación ciudadana de una propuesta constitucional con la cual el La Moneda se identificó a rajatabla.

Giorgio Jackson tiene una cuota importante de responsabilidad en esta debacle, pero esta derrota tiene también otros progenitores, empezando por quienes diseñaron la composición de la Convención Constituyente y dieron lugar a la sobrerrepresentación de grupos específicos de interés carentes de una visión de país, encubiertos como independientes y que al poco andar se fraccionaron en una cantidad infinita de subgrupos radicalizados y con propuestas exclusivamente identitarias. Ello, a pesar que estos mismos grupos habían tildado de "traidor" a Gabriel Boric por haber suscrito, contra viento y marea, el acuerdo del 15 de noviembre de 2019, que dio lugar a este proceso constituyente.

Tampoco contribuyó a consolidar la legitimidad de la Convención la conducta fraudulenta de uno de los convencionales más connotados, Rojas Vade, o el acto de cierre impulsado por el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, con el "numerito" de Las Indetectables, al margen del cierre oficial de la campaña.

Evidentemente, estos fueron disparos a los pies que la prensa de derecha rentabilizó infinitamente.

El problema político central no pasa por la tesis del reemplazo de la socialdemocracia y del socialismo histórico, que escandalizó a muchos cuando Jackson la transparentó en un encuentro con estudiantes universitarios, a pesar de que él y otros exponentes de su generación lo han venido sosteniendo desde que irrumpieron en la vida política, teniendo por trasfondo una supuesta superioridad moral respecto de la generación que sacó a Chile de la dictadura.

Ahí se equivocan el senador Espinoza y otros cuantos, que tienden a personalizar la responsabilidad de la debacle en un ministro o en el círculo más estrecho al Presidente, que consideran natural y lógico tratar de desplazar al PS y al PPD del escenario político. Eso es algo sabido y no debe ser motivo de escándalo, menos aún de pretender explicar la falta de cohesión de las fuerzas políticas que apoyan al Mandatario, lo que redundaría en desalentar nuestras convicciones.

De hecho, la militancia socialista tuvo un desempeño abnegado en este proceso y de compromiso conmovedor con el objetivo de entregar a las chilenas y chilenos una Constitución que instituyera un Estado social de derechos, asumiendo que no es la primera vez en nuestra larga historia partidaria que jóvenes políticos que recién irrumpen tratan, antes que nada, de ocupar los espacios del socialismo histórico.

El problema pasa, más bien, por no haber sabido interpretar adecuadamente las demandas que gatillaron este proceso, las que se relacionaban con la crisis del modelo neoliberal, pero no con el modo de producción capitalista ni del sistema de dominación que le es propio. Es un error político profundo hacer una identidad entre el modelo neoliberal con el sistema capitalista. Ello derivó en la inclusión de demandas que nunca estuvieron en la agenda de los movimientos sociales, que no estaban asumidas por éstos en términos de una propuesta de país, dando lugar a gustos personales de grupos marginales que nunca han sabido como construir hegemonía.

Inevitablemente, ello iba a impulsar hacia las fuerzas de la derecha a un vasto contingente de electores que no quieren más AFP, que quieren un Estado Social de Derechos, que son partidarios de proteger el medio ambiente y poner término a las zonas de sacrificio y a los abusos de diversa índole, pero que sienten ajenos e indiferentes, y que incluso consideran inconvenientes, temas tales como la autonomía territorial de los pueblos originarios, el concepto de Estado plurinacional o la eliminación del Senado y su reemplazo por otra instancia con menos facultades.

En definitiva, nuevamente perdimos el foco con respecto de lo que pedía la ciudadanía y nos farreamos una oportunidad histórica de consolidar los avances logrados en una agenda anti-neoliberal. Afortunadamente, el Presidente Boric entendió primero que nadie la alocución del exPresidente Lagos, viejo zorro de la política, que puso sobre la mesa 10 temas sustantivos de materias constitucionales, e impulsó una agenda de trabajo con los partidos de las dos coaliciones de gobierno y un diálogo con los partidos de oposición, para intentar puntos de encuentro y que el proceso constitucional recupere su racionalidad inicial. Ojalá lo logre. Chile así lo requiere.

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