Ha llegado carta...

Estimados Orlando, Mauro, Jorge Carlos y demás compañeras y compañeros de Punta Arenas.

Escribo desde Amsterdam, donde visito a mis dos hijos, que permanecieron acá al fin del exilio, y que felizmente se han  reproducido en tres nietos.

Antes que nada, felicitaciones por la iniciativa de constituir el blog del Movimiento Amplio de Izquierda de Magallanes como un sitio de conexión, intercambio y debate.

Participaré con mucha alegría.

Mis lecturas  frente al computador me han sobresaltado algo más de lo corriente.

El diario El Mercurio informa que “La Moneda considera un retroceso contrapropuesta opositora en educación”. Me pregunto si acaso no será interesante conocer en detalle, más allá de la postura del gobierno o de los opositores, la opinión precisa de las organizaciones estudiantiles, particularmente por las fundadas y reflexivas elaboraciones que han desarrollado durante los últimos meses.

En el diario La Tercera encuentro una respuesta de aparente sentido común que echa por tierra mi pretensión de seguir inmiscuyendo a los estudiantes en los asuntos de los estudiantes. Efectivamente, el senador Eduardo Frei dice: “Ya no hay tiempo para buscar la opinión del movimiento estudiantil”.

Es una lástima, me digo, quizá hubiera sido mejor que los partidos opositores los hubieran consultado antes de hacer la propuesta, cuando aún había tiempo.

Pero el mismo tabloide cambia el foco de mi preocupación a un espacio menos localista cuando leo: “Hay que tener cuidado de no caer en un chovinismo extremo por Anglo American”, una profunda observación del Ministro Golborne, que nos sorprende con una llamativa faceta de su pensamiento cosmopolita.

En realidad, me digo, para nacionalismo extremo tenemos el fútbol, con la Roja y la “U” en la Sudamericana y los avatares de los chilenos que juegan en Europa y México.Y a lo mejor Golborne es más lúcido que todos nosotros y no perjudica al cobre con ese tosco sentimiento.

Cuando llego al blog del Movimiento Amplio de Izquierda de Magallanes me siento alentado por la iniciativa, por su apertura y transparencia y por el empeño y dedicación con que ustedes defienden sus ideas que, por lo demás, firmemente comparto.

Entre otros textos, al leerlo sigo atento el resumen de la concurrida exposición realizada en Punta Arenas por Gabriel Salazar hace algunos días.

Y, a diferencia de mis lecturas matutinas anteriores, que me mueven a risa, esta me induce a una breve reflexión de fondo.

Salazar es, con todo merecimiento, Premio Nacional de Historia, ha hecho un aporte destacado a los estudios en su área y las varias obras que de él conozco han sido para mí, todas, más allá de coincidencias de apreciación o no, fuente de aprendizaje y de reflexión.

Hago pues mi comentario con respeto y fraternidad y sólo con el ánimo de, una y otra vez, en un ejercicio que habrá de ser interminable, indagar más profundamente y en conjunto con otros sobre cuestiones relativas a la historia contemporánea de nuestro país.

Hace poco más de un mes leí en una entrevista hecha a Gabriel Salazar en el diario digital Clarín, (28 de septiembre de 2011) una afirmación que me inquietó: “Alessandri reformó la Constitución de 1833, casi copiada, ésa es la de 1925. Ese Estado ilegítimo, la izquierda, el PS, el PC y el PR, incluso Allende, se lo tomaron en serio y se adaptaron, pese a que era un Estado contrario a la voluntad popular. Incluso quisieron hacer una revolución socialista a partir de un Estado liberal sin cambiar el Estado liberal. Ridículo. Allende se suicida a nombre y por la Constitución ilegítima de 1925”.

Ahora, en la entrevista publicada por El Magallanes de 17 de octubre pasado, que leo en el blog, afirma, refiriéndose a los militares: “Entonces, eso es lo terrible porque Allende les creyó y creyó profundamente que eran respetuosos, profesionales y que el orden portaliano ha sido respetado y ha sido la característica principal de Chile”.

Pienso que estos juicios no hacen justicia a Salvador Allende. No creo que debamos transformar a Allende en un “intocable” o presentarlo como alguien que hizo todo bien y que siempre tuvo razón.

Salazar, como todos, tiene todo el derecho a criticarlo y a juzgarlo como personaje histórico.

Allende fue un político y luchador social que se movió muchas veces en territorio resbaladizo y, en su caso, inexplorado. Enfrentó alternativas sin precedente y complejas y por tanto con alto riesgo de error.

Me parece sinceramente que en algunos momentos pudo haber tomado mejores decisiones que aquellas que adoptó (afirmación que, como es obvio, he formulado desde la tranquilidad de la reflexión a diferencia de Allende que debió decidir en el fragor de una intensa batalla social y política).

Sin embargo, me parece simplificador sostener que “Allende les creyó (a los militares) y creyó que eran respetuosos, profesionales…”.

Desde mi punto de vista, Allende propuso una política que subrayó fuertemente la doctrina del profesionalismo, que era formalmente la que decían adoptar las propias Fuerzas Armadas,  para, primero, intentar la neutralización o al menos el debilitamiento de sus tendencias históricas a intervenir a favor de los sectores conservadores y, segundo, fortalecer dentro de las propias Fuerzas Armadas a los sectores de pensamiento social avanzado y a los más proclives a la doctrina profesional.

En los hechos previos a la asunción de Allende (sabotajes, campaña del terror, corrida financiera, intervenciones de la CIA, asesinato del comandante en jefe del Ejército) hubo altos oficiales involucrados y Allende lo sabía.

Su opción no era “creer” o no en las Fuerzas Armadas que, como otros espacios institucionales o privados eran, en esa época, territorios en disputa.

Se trataba de aplicar una política que pudiera realizarse en el marco existente, no en uno virtual, y que fortaleciera la vía democrática postulada por Allende.

Esa vía no consistía en “hacer una revolución socialista a partir de un Estado liberal sin cambiar el Estado liberal”. Esta definición no corresponde para nada al pensamiento de Allende, ni al de los partidos que lo apoyaban, como es evidente en sus discursos presidenciales y en los programas políticos, respectivamente.

Para terminar, no considero que Allende se haya quitado la vida “a nombre y por la Constitución ilegítima de 1925”.

Entre muchas otras intervenciones suyas los varios discursos radiales del 11 de septiembre de 1973 no avalan esa interpretación. Pero, sobre todo, no la avala el conjunto de actos que constituyeron su aporte a las ideas y la lucha por el socialismo en Chile.

En fin, los grandes temas nunca se cierran y este es uno de ellos. Por eso he querido aceptar de inmediato la invitación de ustedes y les envío esta breve opinión.

Un abrazo grande y fraternal.

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