Impresentable

Sergio Velasco
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Los temblores se han sucedidos unos tras otros, en la zona central y en el norte del país, con distintas intensidades. Previos al cambio de mando presidencial y posterior a el, esto es algo que se ha transformado ya en un clásico.

Mandatario que se precie, tiene que tener su temblor en alguna parte de esta larga y angosta faja telúrica, si no, es demasiado extraño.

El punto es que el terremoto, que ahora presenciamos tuvo su epicentro en la Moneda, “la casa donde tanto se sufre”, al decir de Jorge Alessandri Rodríguez, pero que todo político que se crea el cuento quiere morar en ella, tenga o no tenga dedos para el piano.

La atribución privativa constitucional de nombramiento de ministros, subsecretarios, intendentes, gobernadores y demás jefes de servicios, de confianza recae en la figura del Jefe de Estado. En este caso ella y sólo ella firma los decretos respectivos, la mayoría de las veces a propuesta de los partidos políticos que la respaldan, en este gobierno de la Nueva Mayoría, que recién el 11 de marzo pasado se inició.

¿Que pudo haber mayor desprolijidad en la designación de autoridades, que acompañarán a S.E. durante los cuatros años que dura su mandato? Lo dudo.Es más, creo que la horrorosa comedia de equivocaciones a la que sometieron a la recién asumida Presidenta, tendrá un costo político tarde o temprano.

Algunas autoridades ni siquiera alcanzaron a jurar, varios subsecretarios, dimitieron por sus antecedentes incompatibles con el cargo, cuestionados por la opinión pública de inmediato, al conocerlos por la prensa, dejando a la líder de este esperanzador nuevo mandato en una situación incómoda.

Uno podría pensar que la lección se aprendería. Peor fue con los nombramientos de los gobernadores y Seremis. El bochorno hizo poner rojo a más de un ministro o subsecretario, del equipo de Palacio, que aún no responden con su inmediata renuncia, para no seguir con este mete y saca, con designados que no han tenido la suficiente franqueza u honradez para decir o al menos advertir cuáles son sus dificultades o impedimentos legales.

Triste el comienzo, fea la actitud, peor la ambición de poder, demostrada por los patrocinadores, ya sea unos u otros, los partidos políticos o los propios nominados.El espectáculo dado, indigno, sobre todo porque ninguno es un niño de pecho, que no conozca los procesos para ocupar los cargos de alta responsabilidad gubernamental.

Esto tiene que parar, terminarse de inmediato y cortar de raíz, moleste a quien le moleste.

El oficialismo de ayer, la oposición de hoy no está muerta, es cierto que quedó a muy mal traer con los resultados electorales, perdiendo estrepitosamente el gobierno y la mayoría en ambas cámaras, además de la quebrazón interna y la fuga de figuras emblemáticas de sus colectividades, pero ellos para defender sus conservadores intereses, depondrán pronto sus diferencias y se volverán a reagrupar desde las cenizas, a fin de dar vuelta su actual posición y recuperar la confianza popular.

Por eso comenzar con los impresentables desaguisados cometidos lo único que se consigue es alimentar a una oposición con argumentos irredargüibles, abrir un forado innecesario en La Moneda, que simplemente conduzca a la pérdida de fe, por quien confiamos tantos chilenos y chilenas.

La tarea de gobernar no será nada fácil, porque las expectativas son muchas, todas de ellas legítimas, cuatro años son pocos para las transformaciones que se requieren con urgencia, aquí y ahora.

Explicaciones banales no surtirán efecto, la gente se la jugó por un proyecto, ahora quiere resultados. En otras palabras, si hubo desaciertos, no espera un tsunami que le borre de una plumada todos sus sueños y esperanzas.

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